ACTO 1: En el planeta Tierra

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Todo comenzó mucho antes de que subiéramos a aquella nave. Mucho antes de que mi chico y yo tuviéramos diferencias en cuanto a cómo actuar al respecto de nuestros ideales, mucho antes de que el dinero y los accidentes nos pusieran al uno en contra del otro.
Fran. Mi Fran. El peluche algo más corpulento que yo y que desde siempre me sacaba como una cabeza, uno que me agarraba por la cintura y me besaba con frecuencia haciéndome llegar a sentir que tocaba el cielo y lo sobrepasaba. Algo que pasaría en aquella nave, y aún así solo llegaba tan lejos en ella porque ambos estábamos juntos.

Él me sacaba un año de experiencia, pero siempre ha sido una persona más enérgica e incombustible que yo. Eso fue así desde hace mucho, de esos tiempos en que ya sabíamos como éramos me venían recuerdos, recuerdos plagados de nostalgia de nuestros días en el planeta Tierra.                          

Aquella recogida de firmas a las puertas del retiro fue cuatro años antes de pisar la nave

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Aquella recogida de firmas a las puertas del retiro fue cuatro años antes de pisar la nave. Fue una de nuestras citas con la responsabilidad medioambiental.

Nuestra participación en las acciones se debía a que nos cabreaba el desarrollo de proyectos espaciales para abandonar nuestro hogar a su suerte en lugar de abordar sus problemáticas, nos parecía algo cobarde. De eso hablábamos en los días que íbamos logrando coincidir en las acciones, de manera cada vez más intencional.

—No he visto nunca a nadie tan cabreado como yo por este tema, Arnau —me confesó Fran.

—¿Ah, no? Pues yo estoy viendo a alguien a ese nivel y tengo un año menos de experiencia en este planeta que tú —dije en un intento de vacile, en ese momento ya me gustaba este chico.

—¿Cuentas la experiencia laboral desde el nacimiento? Así te irá genial con los currículums —bromeó él, con la sonrisa más tierna y sincera que había tenido el gusto de ver en mi vida.

—No te creas, diecisiete no son muchos años de experiencia para las cifras que acabarán pidiendo dentro de no mucho —respondí entre risas.
Era una época bonita. Era cuando no me importaba gastar mi tiempo libre tras acabar el bachiller haciendo recogidas de firmas para que se centraran los esfuerzos en tomar medidas para frenar el cambio climático en lugar de en la carrera de colonización espacial a la que los gobiernos tiraban sus billetes sin cesar.

Cuando tras la recogida de firmas caminábamos juntos hasta el centro de la ciudad con las firmas recogidas en tablets que viajaban a nuestras espaldas. En Sol teníamos la manifestación, llevábamos una pancarta que resumía muy bien nuestros ideales y tenía una página a la que iban a parar las recogidas de firmas, cada cual podía depositar la suya en su base de datos… pero la gente tenía que enterarse de que la iniciativa existía y tomar acción.
Entre toda la multitud, le seguía a él. Que ya me daba la mano contraria a la que usaba para sujetar su pancarta, le correspondía de la misma forma. Y como nuestros labios no sujetaban ninguna pancarta, se fundieron varias veces bajo el soleado verano. Nos fundimos ambos, estábamos en el mismo barco.

Activismo sin fronteras [Relato extra a la antología Atlas 10]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora