ACTO 4: La discusión y el invernadero

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Tres horas habían pasado desde el apagón y…

Joder, desde luego que no habíamos logrado desconectar juntos más allá del rato en que las luces de emergencia eran lo único que iluminaba el interior de la Atlas 10.

Solo había una cosa clara, la chica de los mapas debía de estar alucinando en colores aunque no me fijara en su reacción mientras presenciaba lo que pasaba en el aquí y el ahora. En lo que sí me fijé fue en que ahora portaba una tuerca consigo, ¿de dónde podía haberla sacado? 

Bueno, daba igual una vez se pusieron las cosas tensas entre Fran y yo.

Estábamos los dos en el camarote, de pie, y mis perspectivas no estaban compatibilizándose con las de Fran en absoluto. Temía que dejara de ser mi novio, pero estaba demasiado encendido como para no responderle y tratar de unirnos en un punto intermedio. Nos estábamos polarizando, y eso es lo que me daba más miedo.

Además, en su defensa diré que le grité yo antes por no haber aceptado esperar a llegar a la colonia, cobrar y quizás regresar en un futuro si eso. Le llamé impaciente, y le pedí entender que quisiera seguir egoísta. Y el tramo que mejor recuerdo solo era el final de una serie de desacuerdos que nos hacían un daño tal que no merecía la pena ni por todo el dinero del mundo.

—¡¿De qué narices han servido tantos años luchando contra la colonización espacial si ahora les vendemos nuestro culo a quienes están dando la espalda a nuestro planeta?! —Soltaba mi Fran, que parecía haber sido una bomba de relojería y estar estallando. 

Yo no lo era menos, debí enfriarle. Pero me enzarcé con él, agitábamos los brazos al contraargumentar de tal forma que parecíamos un matrimonio con tantos años de casados como los que llevábamos viviendo en el universo.

—¿Y para qué nos ha servido dejarnos la piel, para sumergirnos de cabeza en la precariedad en un mercado laboral saturado en que ni nuestras carreras recién terminadas nos están sirviendo de mucho? —le cuestioné su lógica. Era lo que me tenía a mí cansado como para aceptar la oferta, como para haber decidido subir a esta nave—. Elegí ser felices, construir algo juntos, y si luego podíamos ayudar a luchar por nuestros ideales hacerlo… pero estoy harto de poner la lucha medioambiental por encima de ti y de mí.

—Al menos si lo hiciéramos tendríamos dignidad, deberíamos estar haciendo algo por parar todo este jaleo espacial en contra de dedicar los recursos a salvar nuestro planeta. Y no, lo que estamos es bajando la cabeza a cambio de un pago —contraatacó Fran, que trataba de sonar duro como si se formara una coraza alrededor. Una que dado lo alterado que estaba yo, me sería muy complicado poder atravesar de alguna manera.

—De dos. Y perdón, pero…

—Arnau, ¿tú te estás oyendo? ¿Lo justificas con que son dos pagos? Estamos vendiendo nuestro culo y nuestros ideales por sucio dinero. Joder, que ni siquiera nos gustaba el capitalismo y hemos sucumbido a él. Creí que sería capaz de aceptarlo, pero ya no soy capaz de aceptar siquiera que tú hayas podido ceder tan rápido y cuestionarte tan poco las cosas. ¡Pensaba que estaba loco por hacerlo, Arnau, y quien ha tomado las riendas para aceptar una locura eres tú!

—Fran, ¿no entiendes que estoy cansado? Sigo pensando lo mismo, pero quiero estar bien para luchar otro día. ¿Comprendes eso?

—¡No comprendo que no quieres hacerlo hoy, que arda el mismo infierno si hace falta! Ojalá podamos volver a ser tú y yo, contra el mundo.

—Intentaremos hacerlo cuando…

—¡Adiós, Arnau! —me gritó para cortarme, iba a decirle de hacer algo cuando estuviéramos en el destino—. Ojalá recapacites y volvamos a ser un equipo, pero no te veo dispuesto a ello.

Activismo sin fronteras [Relato extra a la antología Atlas 10]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora