HOUSE OF MEMORIES, a the promised neverland fanfiction.
akirqiguess ⋆ 2k23 . . . 🪡 ๋
primer libro de la saga: 𝔭𝔯𝔬𝔪𝔦𝔰𝔢 冷 ‼
Octavia obtiene el poder de la voluntad humana de cambiar el mundo frente a fuerzas poderosas, tales como el d...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
capítulo tres 🎀 más fuerte que el miedo; la esperanza
❛ all alone, heart made of glass. my mind of stone ─ billie eilish.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
GRACEFIELD HOUSE ★ plantación tres 13.1O.2O45
La noche fue larga para algunos en el orfanato: los mayores, básicamente. En tanto que unos pensaban en Connie y lo que ocurrió con ella en aquel gélido lugar bañado en peligro, otros pensaban en algo no muy alejado de eso: la verdad del orfanato, y cómo es que la descubrieron. Para Ray fue una sacudida de la realidad el hecho de que Via supiese tal cosa, y un cambio en los eventos al no conocer cómo es que se enteró (aunque, intuyó que se trataba de Raven, si fue a los seis años, es ese el momento cuando Raven fue cosechada); para Via, no le supuso una conmoción que el pelinegro ya tuviese conocimiento de todo, no porque lo sospechase, sino más bien por su inherente personalidad.
Sí que fue una sorpresa, pero no indagaría en ello. Tenía una mentalidad cerrada, después de todo, morirían hagan lo que hagan. No tiene sentido curiosear.
Su mente estaba hecha de piedra. Era como si ambos su corazón y su mente estuviesen desconectados, cada uno por su lado.
—¡Buenos días, Emma! —Con su usual fingida alegría Octavia sorprendió a Emma por detrás, ésta se asustó bastante, rechazando al instante su tacto—. ¿Qué te pasa? Venga, vamos a poner la mesa. —Luego se alejó de la pelirroja para colocar los platos, percibiendo a su vez que Norman le había susurrado algo al oído, llevándosela a otro lado incluso para conversar.
La albina sonrió para sí.
Octavia supo de lo que iban a hablar, se darían cuenta al principio de las pequeñeces como el hecho de que tenían uniformes blancos, pulcros, que dejaban ver las manchas, comida rica, una vida ordenada en general, y lo más obvio que nunca fue objeto de pregunta: los códigos de identificación en sus cuellos. Era tan evidente que dolía. Luego, de los envíos, que surgían cada dos meses, y ya, por último, qué orden seguían.
