El Home Run Pizza era el lugar idóneo para cenar después de un partido. Estaba a pocas manzanas de distancia del estadio y el ambiente era de lo más festivo. Por no hablar de la decoración, que giraba en torno al béisbol. Sobre el mostrador, donde uno de los camareros servía cerveza de barril y festejaba al ritmo de la música la victoria de los New York Mets, había una vitrina con varias pelotas firmadas por jugadores famosos. También un desgastado bate junto a la foto de Jhon McCaster y una camiseta de la selección de hacía cincuenta años.
Nana y Reyes se vieron obligados a esperar junto a la barra alrededor de veinte minutos a que alguna mesa estuviese libre. Todos habían tenido la misma idea de comer una buena pizza que llevaban los nombres de jugadores famosos de béisbol. Si le preguntaban a ella, se quedaba con la Babe Ruth pizza y los Roger Clemens jalapeños. Y así se lo hizo saber a su acompañante una vez tomaron asiento, cerveza en mano, y echaron un vistazo al menú.
—Me fío de ti, aunque el picante me sienta fatal.
—Créeme, estos jalapeños rellenos de queso crema están de morirse —ella marcó la casilla de la hoja de pedidos y añadió una ración de aros de cebolla—. Y la pizza de doble pepperoni te va a provocar un orgasmo en el paladar.
—No soy de gustos extraños, me conformo con los orgasmos clásicos, pero vale.
Ella escondió una sonrisa detrás de la libretita que el restaurante dejaban a mano de los clientes para así ahorrar trabajos a los camareros, y una vez lo tuvo todo listo, lo acercó al mostrador y pidió otra ronda de cervezas.
—¿Siempre vienes a este sitio?
Nana cabeceó en señal de asentimiento.
—Lo raro es que tú no lo conocieras.
—He visto algunos panfletos de publicidad en la puerta de mi gimnasio, nada más —dijo él, curioseando una pequeña lista plastificada que había junto a la pared acerca de la cantidad de canciones que sonaban allí dentro—. Mi hija es fan de las pizzas de Massimo y me obliga a ir a Moretti's cada vez que se le antoja una.
—Por algo los italianos son los reyes de las pizzas, ¿no? Alégrate de que tenga buen gusto.
Reyes suspiró, como si no le quedase de otra.
Ella, por el contrario, escogió un disco al azar para suavizar el ambiente alrededor de ambos. Cualquier persona era capaz de cambiar la música que sonaba en el local desde su mesa gracias a un sencillo cajón que te permitía elegir cualquier CD de los que tuvieran en el tocadiscos. Pulsabas y a los pocos segundos sonaba las animadas melodías de Moby Grape, Buffalo Springfield y Flying Burrito Brothers. Nana optó por los últimos.
—Este sitio me trae un montón de buenos recuerdos —dijo ella, feliz de tener su plato de aros de cebolla justo en frente. Le hizo un gesto con la barbilla al camarero a modo de saludo. Pasaba tantas veces por allí a cenar que ya lo conocía de sobra—. Aquí solía venir con mi padre.
—¿Ha dejado de gustarle el béisbol?
—No, no. Murió el año pasado. Cirrosis —explicó antes de que él le hiciera la habitual pregunta—. Sus únicos vicios eran beber y el béisbol. Gracias a él aprendí todo lo que sé de este deporte y me aficioné por completo.
—Lo lamento. Las pérdidas siempre son complicadas —el tono de su voz enronqueció un poco. Sujetó con una de sus manazas la jarra de cerveza y le dio un largo trago—. ¿Te llevabas bien con él?
—¿Una persona puede mantener una relación cordial con un padre ausente? —La sonrisa desganada de ella se le clavó en el pecho igual que una flecha—. Mi madre se divorció de él cuando yo tenía cinco años y luego se desentendió de todo. Las únicas ocasiones en que me prestaba un poco de atención era en los días de béisbol. Hasta venía sobrio —hizo una mueca y mojó uno de los aritos de cebolla en la salsa marinara antes de pegarle un bocado—. A mí me emocionaba muchísimo salir de clases un viernes y quedar con él para ver a esos tipos altos lanzar la pelota de un lado a otro.
ESTÁS LEYENDO
TRILOGÍA DE NUEVA YORK - Capítulos de prueba
RomanceCapítulos de prueba de la trilogía de Nueva York. Ya disponible en todas las plataformas.