II. Lágrimas de sangre.

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Camino a Toledo, Ohio

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Camino a Toledo, Ohio.

La luz del sol dió directamente en mi rostro, y esto hizo que comenzará a despertarme poco a poco, no sabía dónde estaba, pero tenía el vago recuerdo de lo que había sucedido la noche anterior, abrí los ojos lentamente antes de percatarme que no estaba en mi cuarto, me senté de golpe, encontrándome con que estaba sentada en la parte trasera de un coche, froté mis ojos, una, dos, e incluso tres veces, intentando despertar del "sueño".

—Mierda, fue  real. —Murmuré, antes de que dos cabezas se girarán a verme, se trataban de Sam, y Dean, que me miraban con curiosidad.

—Nop, no fue un sueño. —Dijo Dean, antes de que Sam dejase una bolsa de papel marrón en mis piernas, al abrirla, el olor a café, y a dulce llenó mis fosas nasales. — Como estabas dormida cuando paramos a desayunar, te compramos algo para comer.

Suspiré nuevamente, mierda, había sido real, el sueño donde aparecían estos dos, el señor de ojos negros, y…y la muerte de Roger, un nudo se instaló en mi garganta e intenté reprimir las lágrimas que amenazaban con salir. Roger había muerto, y todo había sido por mi culpa.

Sam se percató de mi reacción, e intentó distraerme.

—Bueno, nos dirigimos a un caso en Ohio…—Empezó a hablar, asentí con la cabeza antes de darle un trago a mi café.

—¿Caso? ¿Qué sois? ¿La poli de lo paranormal, o que? — Pregunté, mientras me situaba en el asiento de en medio de la parte trasera, antes de bostezar perezosamente.

Ambos hermanos se miraron, antes de que Dean me respondiera sin apartar la vista de la carretera.

—Se podría decir que si. —Asintió con la cabeza sutilmente. — Somos polis de lo paranormal. —Dijo con la diversión tiñendo sus palabras.

—¿Y qué hacéis? ¿Cómo sabéis que es "paranormal"? —Hice comillas con mis dedos.

— Básicamente vamos donde hay muertes raras, investigamos, y si se trata de algo que no es normal, por así decirlo, nos encargamos nosotros. — Me explicó el castaño con suma tranquilidad.

—Vale, ahora tengo otra pregunta. — Sam se giró a mirarme. — ¿Qué se supone que hago aquí? Ahora mismo tendría que estar, no sé, enterrando a mi mejor amigo por ejemplo.

El más alto abrió los ojos un poco, debido a la sorpresa de mi pregunta, y su hermano volvió hablar.

—Te persiguen demonios, niña. —Respondió rápido, y conciso. — No sabemos por qué lo hacen, pero no íbamos a dejarte allí. —Se giró para mirarme. — Además, te desmayaste cuando exorcisamos al demonio. —Volvió a mirar a la carretera, y vi como sus labios se estiraron en una mueca divertida.

Bebí otro trago de café, antes de asentir, era lógico, no iban a dejarme allí si más cosas de esas me perseguían, y más cuando habían matado a mi mejor amigo seguramente para sacarle dónde estaba.

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