Thiago Velásquez.
Las manijas del reloj indicaban las nueve A.M., el bolígrafo dibujaba a la perfección, el papel estaba en blanco como la tela que vendaban mis manos. Los cálidos rayos del sol ya no entraban por mi ventana, es decir, mi nueva habitación en el psiquiatra no tenía ventanas, no luego de intentar saltar del edificio.
—¿Cuál era su nombre?
—... No.
Pensativo inclino la cabeza a un lado haciendo el intento de comprender mi respuesta, —¿No? ¿Ese era su nombre?
—No.
El señor me observaba curioso, su apariencia era de un ser lleno de sabios conocimientos, lo que me hizo confiar a la hora de hablar en la sección de terapia. Sus manos empezaron a trazar garabatos en su libreta, era un lenguaje que no pude identificar a simple vista, tragué saliva cuando se detuvo en seco y volvió a observarme simpático—: ¿Acaso estás jugando conmigo, niño?
—No —repetí.
Jugaba con la venda ensangrentada que cubría mi muñeca derecha sin establecer contacto visual con el señor frente a mí, media hora antes me habían inyectado mis medicinas antidepresivos produciendo cierto cansancio en mi sistema; casi todo el tiempo estaba agotado sin hacer nada, por lo que me la pasaba durmiendo o sedado en muchas de las ocasiones y sinceramente estaba desesperado por huir de aquel tétrico lugar.
—¿Cómo era ella?
Por primera vez lo miré a los ojos queriendo responder esa pregunta con miles de adjetivos sobre ella, solo que sabía que él tampoco confiaba en mí, todo el personal médico dudaba de mis palabras respondiendo siempre con un: Todo fue parte de tu consciencia enfermiza.
—Era perfecta.
—Nadie es perfecto —rebatió.
—En mis ojos ella si lo era.
Continuó escribiendo en su libreta.
—¿Eres consciente de que nada de lo que viste estando en coma fue real?
Lo analicé brevemente, su mirada delataba desconfianza, lo que me motivó a cuestionar lo consiguiente:
—¿Por qué usted tampoco cree en mí?
Para muchos era imposible creerme por mi desorden mental, pero tenía la duda de saber exactamente por qué él no me creía. Él se levantó del asiento acomodando sus lentes, empezó a ojear rápidamente las hojas de su cuaderno demostrando tener la delantera en esa disputa.
Sin temor empezó a dictar sus notas—: Thiago Velásquez, paciente de veintitrés años de edad, interno en este hospital Psiquiatra, por más de dos años con asistencia médica de parte del doctor Cruise. Empezó a tener alucinaciones luego de un coma de aproximadamente cinco semanas, presentando nuevos síntomas como depresión y una obsesión enfermiza hacia una chica de la cual no se encuentra registro alguno.
Inmóvil, así me mantuve por un tiempo intentando asimilar su dictamen, sin embargo, no era consciente de ninguna de sus acusaciones, en mi enfermiza consciencia tenía una versión completamente distinta la cual me atreví a defender.
—Se equivoca...
—¿Me equivoco? —Con una mirada retadora volvió a tomar asiento, por un instante su sonrisa me hizo desconfiar de él. —¿Crees que las cosas fueron diferentes?
—Si lo fueron, lo sé... Lo presiento.
Fijé mi vista en el reloj dándome cuenta de que las manijas seguían en el mismo lugar, se suponía que la terapia tenía duración de una hora, pero en ese momento parecía no existir avance del tiempo.
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Enamorado Del Peligro {Libro 2}
Dla nastolatkówEnfermizo, así podía describirme luego de estar atado por años a farmacéuticos que sedaron la peor versión de mí. Caótico, esa palabra expresaba perfectamente lo que había en mi interior y la obsesión que tenía de poseerla para que fuera solo mía. P...