La cinta morada

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Día 6: smut/tensión sexual

Debía estar prohibido que medir fuera tan erótico.

O Nagi no sobreviviría.

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Reo iba tarareando mientras caminaba por el atelier. Era un día despejado, con las temperaturas empezando a subir de cara al verano. Miró por la ventana y sonrió. El cielo azul con sus nubes blanquecinas le saludaban desde arriba y el sol le daba los buenos días acariciando su rostro. Escuchó la campanilla de su puerta sonar. La jornada laboral daba comienzo.

Salió con pasos calmados de la trastienda para saludar a la persona. Un hombre que casi tocaba lo alto de la puerta estaba de pie, mirando el sitio con ojos inexpresivos. Reo sonrió, ocultando el brillo en su mirar.

La mañana no podía empezar mejor. Eso iba a ser divertido.

—Bienvenido, caballero —su sonrisa se tornó amable—. Hoy llega pronto.

El hombre solo atinó a cabecear. Reo le observó. Iba con ropa sencilla. Una camisa blanca ancha, pantalones negros y deportivas. Fácil, rápido y cómodo.

—Hoy va muy bien, señor Nagi, pero me temo que va a tener que cambiarse de ropa —dijo, mostrándole un mono que se ajustaría a su cuerpo o un leotardo—. Cualquiera con la que esté más cómodo. Allí están los vestidores. Y sin zapatos.

—Nagi.

—¿Disculpe?

—Llámeme Nagi, no hace falta llamarme señor. Tampoco soy un viejo...

Reo soltó una suave carcajada antes de asentir y estirar los brazos, insistiendo en que cogiera una de las dos prendas. Nagi parecía ir directo a coger los leotardos resguardados en un envoltorio de plástico, pero Reo lo alejó unos momentos para decirle:

—Si escoge esto, tendrá que quitarse la camisa para poder tomarle bien las medidas.

Y dicho eso, se la volvió a tender. Reo celebró internamente ver cómo Nagi se ponía algo tenso. Al final, Nagi escogió por la ropa más discreta y se dirigió a los vestidores mientras Reo cogía su bloc de notas, su cinta métrica, la goma y el lápiz. También pilló una cinta de color morado y se la colocó sobre su cuello.

Reo estaba de buen humor. Ese hombre tan callado y reservado había vuelto de verdad. Cuando Nagi pisó por primera vez su atelier, Reo creyó que había estado a punto de huir en algún momento de la conversación. Había llegado hasta su pequeña tienda mandado por un tal Isagi. Reo presupuso que había sido el chico de ojos azules que había ido la semana de antes pidiendo trajes de boda a medida. Y como se fue tan deprisa, creyó que no iba a volver.

Pero por suerte, Nagi Seishiro sí había asistido a la cita y Reo estaba encantado. No todos los días podía tomarle las medidas a un hombre tan guapo y alto como él. Era más alto que él, incluso. Seguramente debía medir metro noventa o por ahí. Y estaba deseando ponerle las manos encima.

Porque cuando miraba a ese chico, le venían unas ganas enormes de meterse con él. Porque sabía que Nagi estaba nervioso con su presencia. No sabía exactamente por qué, pero se hacía una idea. Si no estaba leyendo mal toda la situación, claro.

Reo sintió el momento en que Nagi salió del vestidor con el mono ajustado a su cuerpo. Como lo suponía, ese chico estaba fibrado y en muy buena forma. Le indicó con un gesto dónde debía ponerse y se hizo una coleta rápidamente. Luego, cogió la cinta morada que llevaba sobre su cuello, se la pasó por la cintura y la ató. Ni muy apretada ni muy floja.

Nagireo Week 2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora