Desventajas de trabajar

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Día 3: celos/malentendidos

El sueño de Nagi siempre había sido forrarse y jubilarse joven.

Y si lo deseaba tanto, sería por algo.

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Odiaba trabajar. Odiaba tener que esforzarse. Esforzarse tanto para no obtener grande a cambio. Siempre le decían que tenía que trabajar duro para llevar una vida digna y honrada.

Esa no era la filosofía de vida de Nagi Seishiro. Él se regía por la ley del mínimo esfuerzo. Poca productividad, grandes beneficios.

Sin embargo, cuando Mikage Reo le cayó encima directamente del cielo con un paracaídas, su objetivo de vida cambió ligeramente.

Se iba a jubilar con Reo a su lado. Podía parasitar a ese precioso chico de pelo morado, pero lo único que quería de él era su existencia, su amor y cariño. Nada más. Lo malo era cómo le miraba su suegro, que creía que iba tras la fortuna de la familia Mikage. Por suerte, había conseguido un trabajo que le reportaba grandes beneficios sin demasiado esfuerzo.

Odiaba trabajar por muchas razones. Pequeños detalles que le amargaban la existencia. Como por ejemplo, no tener un horario definido. Eso le impedía poder planificar algo sus días de vagueza y de descanso. Claro que la mayor parte de su tiempo libre lo pasaba viciando a los videojuegos. Las pocas veces que salía de casa era porque Reo y él tenían citas.

Y ese era otro problema. Reo y él estaban bastante ocupados. El patriarca Mikage había puesto a su único hijo a prepararse para heredar la empresa y la cantidad de trabajo era descomunal. Reo no se quejaba demasiado porque era algo que le gustaba mucho. Nagi no se quejaría tanto de su gusto capitalista si no fuera porque le gustaba ver la emoción en sus ojos mientras le hablaba de operaciones económicas, absorciones de empresas y muchas cosas más de las que no se quería acordar.

Aunque había un pero. Uno bastante grande. Que estaba seguro de que su suegro lo hacía a propósito para que cada vez estuvieran menos tiempo juntos. También sospechaba que intentaba separarlos.

—Anda, sabes hacer chistes —se había reído una vez Reo, cuando se lo había soltado al cancelarle una cita por trabajo.

—No es un chiste.

—Bueno, no puedo hacer nada, Sei. Una vez no puedes tú, otra yo —había sonreído, terminando de enfundarse la corbata.

Nagi le había abrazado por detrás antes de hacer un desastre con él y con su traje de empresario impoluto. Aun así, Reo se había escabullido de él para ir al trabajo.

—¿Qué ha pasado ahora? —suspiró Isagi, viendo la cara de vinagre que traía Nagi esa tarde.

—Si lo llego a saber, ni me molesto en aparecer. No quiero amargarme lo que queda de día.

—No seas así, Barou —le regañó Isagi.

—¿Cómo que no sea así, perdedor? —Barou le miró con mala leche—. El tío es jugador profesional de e-sports, gana un pastizal por pasarse horas delante del ordenador y se ha ligado al joven millonario de la corporación Mikage. Que por cierto, ni siquiera sé cómo coño lo has hecho.

—Simplemente Reo cayó encima de mí y me ató una correa al cuello.

—Asqueroso —puso cara de sufrimiento.

—Que tenga pareja no significa que esté bien no pudiendo quedar con ella —repitió Isagi—. Hasta Nagi quiere pasar tiempo con Reo y eso es bueno. Sinceramente, siempre creí que Reo terminaría dejándote por perezoso. Enhorabuena por durar más de un año con ese partidazo.

Nagireo Week 2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora