Hogar

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El viaje de regreso a casa fue tranquilo, principalmente por le hecho de que te habías quedado dormida en el asiento del copiloto. 


El manejaba con completa calma, quería llegar a casa, pero también estaba disfrutando de ese momento. Cada cierto momento podía separar la vista del camino y observarte, durmiendo tranquilamente en tu lugar, tu respiración era pausada, la expresión en tu rostro era serena. El cinturón de seguridad te ayudaba a mantenerte en tu sitio, solo tu cabeza se encontraba ligeramente inclinada hacia un lado. 


Quería poder hablar contigo, aclarar demasiadas cosas. Pero en ese momento no se atrevía a interrumpir tu sueño. No parecía que hubieses descansado bien en algún tiempo. En cuanto llegaran a casa te tomaría en brazos y te llevaría hasta la que era su habitación, la de ambos, y depositaria tu cuerpo en aquella amplia cama, sin duda era mucho mejor que estar en ese asiento. 


Pero eso no seria todo, el también entraría en ella, quería volver a dormir a tu lado y sentir tu calor. Podrías dormir entre sus brazos como tanto te gustaba, siendo arrullada por el calor de su propio cuerpo a la vez que no dejaría de acariciar tu cabello.


En cada oportunidad que tenia acariciaba tu rostro, como si quisiera asegurarse que seguías ahí, sentada a su lado. No importaba el momento, a sus ojos eras tan bonita. Parecía una historia de cuento de hadas que una mujer como tu se hubiese fijado en alguien como el, un monstro escondido debajo de una mascara. Pero no le importaba serlo, o que el mundo creyese eso, para el si eras su princesa y te mantendría segura. 


Para cuando llegaron a su destino continuabas aun dormida, sin duda debías estar sumamente cansada. 


Se aseguro de apagar el motor del vehículo para después dirigirse hacia la puerta principal de su hogar, dejo esa puerta abierta antes de volver hacia donde estabas. Abrió tu puerta y desabrocho tu cinturón de seguridad con cuidado, lentamente te tomo entre sus brazos, notando como instintivamente buscabas acurrucarte en su pecho, eso le provoco una pequeña sonrisa.


Ingreso a casa contigo en sus brazos, cerrando la puerta tras de si. En algún punto del camino dejo sus llaves y se encamino hacia lo que era su habitación. 


Lentamente dejo que tu cuerpo descansara sobre el suave material, agradecía mas que nunca que la cama fuera especialmente suave. Te ayudo quitándote tu calzado y arropándote entre aquellas sabanas que habías comprado en una de esas ocasiones que cambiabas la decoración de la habitación.


Con su tarea terminada se permitió sentarse en la cama, a un lado tuyo, observándote. 


Se sentía nuevamente tranquilo, estar en esa habitación de pronto ya no le resultaba asfixiante. Solo basto que entraran juntos para que el silencio ya no fuera una tortura, porque incluso el simple hecho de oír tu suave respiración, apenas audible para el oído promedio, lo encontraba relajante.


Se despojo tanto de su pasamontañas como de su sudadera y finalmente de su calzado. Se introdujo en su cama bajo aquellas sabanas y te rodeo con sus brazos, acercándote tanto como físicamente le era posible. El movimiento no te molesto en absoluto, apenas e hiciste algunos pucheros pero de inmediato volviste a relajar tu rostro.


Había extrañado tanto eso, cada vez que salía en alguna misión y debía dormir en quien sabe donde, echaba de manos estar así contigo. Pero se reconfortaba al saber que mientras el seguía en algún lado del mundo, tu estarías cómodamente en esa habitación, durmiendo tranquilamente, esperando su regreso. Para eso seguía peleando contra toda esa parte oscura del mundo, para que vivieras en paz, sin correr ningún tipo de peligro.


Se distrajo de sus pensamientos cuando te vio moverte, estabas tratando de abrazarlo, extendiendo tus brazos para atrapar su pecho. No te interrumpió, se mantuvo quieto mientras te dejaba hacer lo que quisieras. Estaba simplemente encantado viendo como aun en sueños, le estabas buscando. 


Dejo que una de sus manos llegara hasta tu espalda y comenzara a repartir caricias sobre la misma, era apenas el toque de su mano contra la delgada tela de tu ropa. Al principio reaccionaste con un pequeño escalofrió pero rápidamente te acostumbraste y te relajaste. 


No tardo mucho en hacerte compañía, el también había estado durmiendo realmente mal todos esos días y la mayoría de su tiempo estaba ocupando siguiéndote el rastro. Pero finalmente podía bajar la guardia, ya no tenia que seguir siendo Ghost...podía volver a ser Simón. 


Ningún sueño podría ser mejor que su realidad, al despertar sabría que seguirías ahí, durmiendo. Porque no olvidaba que el siempre se levantaba antes que tu, eras terrible para despertar temprano sin importar cuantas alarmas programaras. Pero ese era un detalle que encontraba lindo y le dabas una buena oportunidad para ser el quien te despertara con besos y dulces palabras cada mañana ¿Qué mas podía pedir? 


Malcriar a su esposa era una de sus tareas. 


Esperaba que el tiempo pasara rápidamente y llegara el momento de despertar,  quería tener el tiempo para sorprenderte como solía hacerlo. Que pasaras de esa cara adormilada a una alegre y sonriente por las cosquillas que sus besos provocaban en tu cuello.  Quería despertarte y que sintieras sus manos escaparse por debajo de tu blusa para acariciar tu piel, sentir como pataleabas debajo de el para liberarte de su ataque entre risas.


Quería despertarte y ser lo primero que vieras al comenzar el día.


Porque ese era uno de sus pequeños deseos egoístas, saber que en esos momentos del día eras solamente de el. El era al único que mirabas y le sonreías. Solamente eran SU esposa y el, sin nadie mas que los interrumpiera. 


Y por supuesto, aun no olvidaba que debía regresarte algo. Había un objeto faltante en tu mano izquierda, uno que anteriormente habías lucido con mucho amor y orgullo. Seria como revivir aquel momento, el día en que coloco tu argolla de matrimonio en tu mano en aquella discreta iglesia, teniendo como testigos solo a los miembros de la 141. 


Ahora necesitaba ningún testigo, ni un lugar en especifico, lo único que importaba era regresarte lo que te pertenecía, ese pequeño objeto era la representación de su unión, la señal ante el mundo que eran el uno para el otro. 


Carta a GhostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora