Juegos de Seducción; Max Verstappen

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Natacha

Observé mi reflejo en el espejo una vez más y suspiré, llevaba un vestido blanco que cubría mis pechos con su tela cruzada, y al mismo tiempo dejaba mi abdomen totalmente descubierto. En la parte de mi cadera volvía la tela y dejaba al descubierto mi pierna izquierda.

Había decido complacer a mi papá con la elección del color, porque seguía creyendo que yo era pureza como mi nombre, pero era todo lo contrario

Pero el estilo y cortes del vestido era para hacer todo lo contrario, era para ser un imán de hombres, aunque solo me importara uno, él cuál había confirmado asistencia. Pero tener la atención de diferentes hombres no estaba mal y me subía el ego.

Quería tener el ego en el cielo, pero desea a aún más que él me llevara al cielo ¿O al infierno?

—Estás preciosa —murmuró mi mejor amiga entrometiéndose en mis pensamientos

—Soy preciosa, son cosas diferentes —sonreí

—Si no quisieras a Max, diría que eres narcisista —Francesa negó con una sonrisa en sus labios

—Solo quiero a Max porque alimentaría mi ego, me demostraría que puedo tener a quién yo quiera —voltee a verla —. ¿Hay algo más narcisista que eso? —pregunté con diversión

—¿Qué tienes pensado para hoy?

—No tengo un plan, solo pasarla bien y divertirme —elevé los hombros —. En primera instancia quería estar en Mónaco para conseguir algo más, pero es el día de mi padre, quiero que la pase bien

—¿Creés que fue suficiente enseñarle tus tetas al rubio para caer en tu red? —Francesca me miró

—No fueron mis tetas lo que llamó su atención —respondí con simpleza —. Pero tampoco puedo enseñarte todos los trucos ¿No es así?

—No que te lo fuera a quitar —bufó

—Él no se fijaría en ti —murmuré —. Quiero decir, no eres lo que busca, no eres su tipo —completé —. A él le gustan los desafíos, la adrenalina, lo sucio e infame ¿Y sabes qué? —pregunté

Ella negó suavemente

—Me puedo convertir en el diablo mismo si lo deseo —sonreí ampliamente

—¿A quién saliste así de desgraciada? —Arrugó su nariz

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—Feliz cumpleaños papi —sonreí y le di un cálido abrazo

—Natacha, me lo has dicho más de cien veces hoy —rió

—¿No está de más otra vez? —sonreí con inocencia

—Esta fiesta y tus cientos de “feliz cumpleaños” no harán que olvide que tengo una charla pendiente contigo

—¿Sobre qué? —pregunté haciéndome la desentendida

—Sobre un rubio con ojos verdes que está presente —murmuró —. Que tiene novia recalcó

—Yo lo quiero a él, no a su novia —elevé los hombros —. ¿Qué hay de malo en eso?

—Creí que había hecho un buen trabajo al criarte —negó

—Y lo hiciste —asentí con una sonrisa —. Me enseñaste que puedo tener todo lo que deseo