Capítulo 8.

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Toda mi vida había sido un engaño, mi madre fue un bello ángel que tuvo la osadía de copular con un demonio... dicho acto dejo un fruto y ese fruto era yo, Juno Dawson Levey. Mi madre había sido desterrada del paraíso, esa fue la máxima pena que se le pudo dar porque ella era una princesa. Por otra parte, mi padre renuncio a sus riquezas como el duque infernal y decidió vivir en la Tierra con mi madre... él realmente la amaba con devoción.

Irónicamente se había repetido la historia, yo me había enamorado de alguien "prohibido". Según Haziel, yo soy casi un ángel puro... aun así la sangre de demonio corre por mis venas, pero para mi desgracia seré casada con un hombre que no amo, sólo por el bien de la raza serafín.

No pienso casarme con alguien a quien no conozco y tampoco amo, mi corazón le pertenece a Sebastián... quiera o no.

Hace más de cuatro semanas que estoy encerrada como una vil prisionera, probablemente Sebastián ya me ha olvidado y por eso no se presenta. Lo único bueno que ha pasado en este tiempo es que se me ha notificado que estoy embarazada, es por eso que la boda se ha aplazado, pero nada bueno me espera.

―Arderas en llamas, junto al engendro que llevas― se limito a decir Haziel.

―Mi bebé es inocente, no tiene la culpa de los  pecados de otros― le intento convencer de que cambie de opinión.

―La vida es cruel, Juno, muy cruel― susurra.

― ¿Cuándo me prenderán en llamas?

―Mañana mismo, es por eso que hoy se te permitirá arrepentirte― contesta.

― ¿Tú me odias, cierto?

―No, desearía poder ayudarte, pero desgraciadamente no puedo― levanta los hombros en señal de disculpa.

―Te lo agradezco.

― ¿Quieres algo para comer?

―No le encuentro sentido el tener que comer si mañana moriré― digo melancólicamente.

―Quizá él venga a salvarte, no deberías perder las esperanzas― me anima Haziel.

¿Él? Definitivamente hablaba de Sebastián, me sentía feliz al poder recordarlo, pero también me entristecía... lo extrañaba tanto que no podía dejar de pensar en él y en nuestro bebé.

―No creo que venga, ya ha pasado mucho tiempo y no ha dado señales de vida... él ya me olvido, lo sé.

El rostro de Haziel se torno oscuro y permaneció en silencio por unos minutos que me resultaron bastante incómodos.

―No creo que te haya olvidado, después de todo él te ama.

― ¿Cómo lo sabes?

Esboza una sonrisa esperanzadora.

― ¿Todavía lo preguntas?― me pregunta―... es obvio que te ama, es muy notorio en su mirada, sin mencionar que ya ha profanado en el paraíso― estira su mano y me da unas ligeras palmaditas en la espalda.

¿Sebastián estaba en el paraíso? Mi estómago se revolvió de la felicidad, él había venido a rescatarme.

― ¿Es enserio? ¿Él está aquí? ¿Por qué me das esta información?

―No me gusta verte triste, además el vampiro no viene solo.

― ¿Quién viene con él?

―Dos vampiros y un hombre lobo.

¿Un hombre lobo? ¿Sería Lucian? ¿Lucian ayudando a Sebastián? Esto era una clara señal del apocalipsis. Las ilusiones que se habían marchitado en este tiempo habían vuelto a florecer, tenía una esperanza de salvar mi vida.

Eres mi perdición.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora