Capítulo cuatro: Me gustas.

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—Puedes tomar un descanso, Jun.

El recién nombrado hizo una reverencia ante su superior para luego salir de la oficina. Se quitó el mandil de encima y lo colocó en el perchero del pasillo donde también estaban los de sus compañeros. Ese día había trabajado sin parar desde que llegó, el lugar había estado ajetreado con el personal moviéndose de un lado a otro por la llegada de unos cachorros que fueron rescatados de un basurero, estaban siendo muy cuidados. El ambiente laboral en ese negocio que pertenecía a su tío y donde llevaba algunos meses trabajando de medio tiempo era muy bueno.

Jun estaba económicamente estable, sus padres no habían dejado de enviarle dinero para sus estudios y cosas básicas desde que se independizó, pero su trabajo en la cafetería de perros le permitía sentirse orgulloso de pagar la renta y sus cosas personales con su propio esfuerzo.

Cuando llegó al área de perros de raza pequeña se encontró con una imagen muy agradable.

Minghao jugaba con un cachorro dentro del corral. Sostenía con sus dos manos al pequeño que lo observaba con sus grandes ojos e intentaba lamer su rostro.

Jun no quería interrumpir, por supuesto que no. Aquella era una imagen cargada de serotonina que fácilmente lo había contagiado, así que prefería mirar de lejos. Aunque no tuvo la suerte de que ese momento perdurara por más tiempo pues Minghao notó su presencia y lo invitó a acercarse.

—Mira, su nombre es Galleta, me recuerda a ti.

—¿A mí?

—Sí. Tiene ojos grandes, como tú. Además, su pelaje es rubio, yo digo que es casi del mismo tono que tu cabello. —Minghao rio al ver a su hyung rodar los ojos.

—Cuando te digo que te pareces al gato de la vecina te enojas.

—Lo que sucede es que ese gato me cae mal, ¿no te dije que entró por mi ventana y se comió mi sándwich? —Hizo una mueca—. Nunca me escuchas.

—Sí te escucho, solo se me olvidó por un segundo —Jun intentó aguantar la risa cuando el contrario decidió ignorarlo con un puchero en su rostro. Hizo el intento de abrazarlo pero este se alejó aferrándose a Galleta.

Ahora fue el turno de Jun para hacer un puchero. Sabía muy bien que su mejor amigo solo estaba jugando con la situación.

Estiró su brazo para acariciar la cabellera ajena, sus dedos se deslizaron sin problema entre las hebras castañas de Ni-ki, de pronto se asombró de la suavidad que tenía. Podría hacer eso todo el día y no se cansaría, de eso estaba seguro.

—Me gustas.

Minghao se giró hacia él y lo escrutó. Jun solo pudo quedarse quieto como una estatua en su lugar. Aún con la mano sobre el pelo de Minghao y el corazón latiéndole con rapidez, atinó a decir:

—Tu cabello... A eso me refería. Me gusta tu cabello, ¿acaso te hiciste algo? ¿Lo teñiste de nuevo, no es así? —Jun hizo el amago de reír, pero lo único que pudo salir de su boca fue algo parecido a un lloriqueo.

¿Jun acaba de arruinarlo?

Lo creyó por un segundo hasta que vio la expresión de Minghao. No sabía con exactitud si su comentario le había desagradado o la razón era completamente diferente.

—Claro. —Minghao desvió la mirada y se puso de pie—. Ya me tengo que ir, se suponía que me quedaría solo veinte minutos pero se me fue la noción del tiempo.

¿Jun todavía quería confesarse? Su motivación comenzaba a desmoronarse.

Quizás era hora de que se rindiera.

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