Capítulo tres: ¿Me dejas abrazarte?

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El clima afuera se estaba tornando caluroso, pero los ventiladores mantenían el aire fresco dentro del departamento de Minghao esa tarde.

Minghao invitó a Jun a su casa para ver un par de sus películas favoritas para celebrar el final de sus exámenes, y por supuesto que este último aceptó de inmediato.

Hacer un maratón de películas un fin de semana se había convertido en una pequeña tradición entre ellos, desde pequeños solían elegir una casa para pasar un día completo juntos y disfrutar de cantidades exageradas de comida chatarra. Claro que solo fue una ventaja hacerlo una vez que cada uno se mudó a un departamento individual, ya que cuando vivían con sus familias difícilmente tenían la oportunidad de reunirse seguidamente pues tenían ciertas reglas que seguir.

Ya había pasado un largo tiempo desde la última vez que hicieron algo como eso, Jun y Minghao definitivamente estuvieron ocupados.

En cuanto ambos se acomodaron en el sofá pusieron la película de Coraline y la puerta secreta, una de las favoritas de ambos desde que tienen memoria. Recuerda que desde pequeños en sus pijamadas era la única cinta que veían, la repetían una y otra vez sin cansancio. Y en la actualidad no ha cambiado del todo.

No tardaron mucho en acabarse las frituras y palomitas que llevaron consigo para acompañar la cinta, los dos estaban más que entretenidos en esa parte que les ponía los nervios de punta sin importar las veces que la vieran.

Minghao gritó cuando finalmente Coraline pudo escapar de su otra madre y Jun lo miró con una sonrisa surcando sus labios mientras sentía su corazón latir rápido.

Diablos, estaba muy enamorado.

—¿Puedo abrazarte? —Sus palabras salieron sin pensarlo.

—¿Ah? —Minghao lo miró de vuelta, la confusión en su rostro era notable, sin embargo después de un segundo, sonrió—. Claro, abrázame.

Minghao extendió sus brazos y Jun se apresuró a acurrucarse en su pecho, rodeándolo por la cintura con sus extremidades. Estando en esa posición, el castaño se dio cuenta de que quizás su corazón no estaba tan acelerado como el suyo, pero él sabía que su ritmo no era del todo normal.

—¿Puedo decirte algo? —susurró Jun. Tenía los ojos cerrados y sus manos habían comenzado a sudar aunque internamente intentaba convencerse de que no estaba nervioso. A pesar de eso se sentía seguro estando de esa forma con la persona que le gusta. Tal vez era porque no lo estaba mirando directamente a los ojos, y porque Minghao lo envolvía firme, que se sentía tan cálido.

Minghao asintió dando pequeñas palmadas en su hombro y dijo:

—Dime, yo estoy aquí para escucharte.

Jun suspiró sintiéndose aliviado. Su mente era un caos, pero una pequeña luz de esperanza se alzaba desde el fondo de su corazón al pensar que tal vez si se confesaba en ese momento todo saldría bien.

Titubeó, pero se alejó unos centímetros del rubio, colocando ambas manos a sus costados sobre la superficie del sillón de cuero para mantenerse estable. Sus respiraciones se mezclaban y Jun relamió sus labios cuando los sintió secos.

Era su momento.

—Te... —Su voz se quebró, sus manos temblaron y su corazón se aceleró, si era posible, más—. Yo te...

Ahí estaba de nuevo en ese ciclo que no tenía fin. Minghao lo miraba fijo, sin pestañear y Jun no podía hacer más que tartamudear.

Entonces después de un momento carraspeó, diciendo rendido—: ¿Te gustaría ver otra película?

Silencio, eso era lo único que había en ese instante.

Minghao abrió la boca y balbuceó algo que Jun no pudo entender para luego negar con la cabeza.

Se veía... ¿decepcionado?

—Yo...

El sonido del timbre cortó sus próximas palabras y ambos chicos se alejaron, Minghao se puso de pie para ir casi corriendo a la puerta y Jun intentó secar sus manos sudorosas con su pantalón.

Lo siguiente que supo Jun al ver a un alegre Soonyoung aparecer en la sala, es que se convertiría en la tercera rueda en lo que restaba del día.

Y no pudo lograr su cometido, no ese día.

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