𝒕𝒓𝒆𝒄𝒆.

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Maratón 1/3.

Maratón 1/3

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Una vez Alec y la rubia hueca, como la llamaba Alexandra a sus espaldas, desaparecieron para irse al lobo de Jade, la Lightwood miró a la que ahora consideraba su mejor amiga. Annabeth Fairchild, quizás la amiga más cercana que había tenido nunca. Estaba convencida que la había visto en alguna parte, alguna vez en su vida. Pero no era capaz de recordarla. Hasta en ese instante, cuando se iluminó y un flashback apareció en su mente.

"Una niña de once años, de cabellos castaños atados en dos trenzas, correteaba por el jardín de la casa de los Lightwood, en Idris. Si bien no era tan grande como las grandes mansiones de las grandes familias de la comunidad de cazadores de sombras, disponían de un amplio jardín, con un césped verde tan brillante como si siempre fuese adorado por el mismísimo sol. Las dos hijas de Robert y Maryse siempre jugaban ahí, muchas veces a adivinar las formas que tenían las nubes o, también, a atraparse la una a la otra, como en esa ocasión.

Una pequeña Alexandra corría para que su hermana pequeña, Isabelle, no lograse alcanzarla. Ambas niñas, risueñas como nadie en ese lugar, tenían amplias sonrisas dibujadas en el rostro, mientras que, sentado en un banco leyendo un libro de runas, Alexander había sido el encargado de vigilarlas. Si bien éste era el gemelo de Lexie, tenían personalidades prácticamente opuestas.

Maryse Lightwood llegó pasadas las siete de la tarde, siendo acompañada de un niño, que se escondía detrás de ella. Ese niño se llamaba Jace, Jace Wayland. Su madre les contó que su papá había muerto hacía poco tiempo y que se había ido a la Ciudad Silenciosa, para siempre. Pero esa no fue la única explicación.

Años más tarde, Maryse le contó otra historia a Alexandra, cuando empezó a representarles en las asambleas. Jace había sido adoptado cuando Michael Wayland murió, pero éste le había adoptado cuando era un bebé, prácticamente al nacer. No le dijo quiénes eran sus padres, pues era algo que debía permanecer oculto hasta que fuese momento de saberlo."

Cuando Annabeth tocó su hombro, Alexandra salió del trance. ¡Hacía años que no le pasaba aquello! Desde un tiempo después de dejar Nueva York atrás, no había entrado en trance en ningún momento. Sin embargo, al ver a la rubia, pareció volver a entrar en trance. Otro recuerdo apareció en su mente.

"Maryse siempre había sido muy sincera con Alexandra, tanto para lo bueno como para lo malo. Una noche de verano, mientras las dos mujeres tomaban una caipirinha en la terraza de un hotel de Málaga, en España, su progenitora empezó con una nueva historia.

Su parabatai, Celine Herondale, se suicidó. Nunca supo la razón, o al menos no quiso aceptarla. Unos meses atrás, antes de su muerte, su esposo, Stephan Herondale, fue asesinado por Valentine. Si bien nunca hablaban de su historia, de quién era Valentine (más allá de lo que sabían por la historia que habían estudiado, ligeramente, en la Academia) y de la revolución. Celine tuvo a mellizos: un niño y una niña, rubios como el sol. Pero fueron separados de ellos, a los pocos meses de nacer. Al perder, también, a sus dos hijos, no pudo con el dolor y se suicidó, cortándose las venas.

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