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¿De verdad tenía que dormir en aquellas condiciones? No recordaba a su familia, donde vivía, su nombre, una inicial con la que encontrar la pista definitiva para su nombre... Ni siquiera recordaba las cosas pequeñas, como si prefería los gatos a los perros o el pescado sobre la carne. Nada. Y le habían dejado dormir.

Por lo que sabía llevaba meses durmiendo, tantos meses que había perdido la noción del tiempo y no sabía en qué año vivía. No quería dormir más, había dormido suficiente para media vida. Quería moverse, averiguar algo de su pasado. Lo que fuera.

Soltó un profundo suspiro de resignación, sabiendo que no podía moverse de donde estaba. La puerta se abrió con cuidado en ese momento y un hombre vestido con ropa muy sencilla entró. Caminaba con cuidado de no tropezar o hacer demasiado ruido, y su forma de moverse indicaba que era mayor. Parecía tener las articulaciones gastadas por el paso del tiempo, pues cojeaba ligeramente y arrastraba mucho los pies.

No estaba seguro de qué hacer, así que preguntó lo más cuidadosamente que pudo:

- Perdone, ¿se ha perdido?

El hombre se sorprendió por un momento, se giró hacia la cama y sonrió en la oscuridad. Caminó hacia su posición, encendió una pequeña luz que había cerca de la cama. Con la luz fluorescente pudo ver que, efectivamente, era un hombre mayor. Tenía la cara surcada por diversas arrugas, al lado de los ojos, en la frente, en las comisuras de la boca... una vida llena de emociones. El poco pelo que le quedaba estaba completamente blanco y sus manos parecían haber trabajado durante mucho tiempo de forma muy dura. Se acercó a un sillón que había junto a la pared-para las visitas, esas que él nunca tendría- y se sentó como si ya lo hubiera hecho antes.

- Los médicos pensaban que no despertarías nunca, jovencito- tenía una voz profunda y vibrante, una voz tranquilizadora y que tenía un matiz que le resultaba familiar.

- ¿Me conoce?- preguntó esperanzado. Una pequeña luz al final de un largo túnel.

- Es la primera vez que hablamos, si a eso te refieres- respondió jovialmente y, al notar la decepción del chico añadió-. Lo siento, muchacho, pero yo no soy la respuesta a tus problemas. He venido por aquí antes, si quieres saberlo.

Él no sabía que más decir, ni si sería poco conveniente preguntar por qué aquel hombre que no conocía se paseaba por su habitación de vez en cuando. Pero entonces recordó la hora que le habían dicho que era. Las tres de la madrugada.

- ¿No es demasiado tarde para que esté despierto? ¿Es usted un paciente?

El hombre soltó una pequeña risita, parecía estarse divirtiendo más de lo que cabía esperar.

- Podría decirse que sí, que lo soy, aunque no me gusta llevar ese estúpido pijama, ni pasarme el día en la cama, ni ser un paciente... Voy a morirme de todos modos, ¿qué sentido tiene que pase el resto de mis días en este sitio tan deprimente?- lo dijo como si fuera un discurso bien ensayado que ya había repetido cientos de veces desde que estaba en el hospital-. Me gusta pasarme por las habitaciones de los pacientes en coma, son los únicos que me escuchan.

El hombre sonrió tristemente haciendo que él le devolviera el gesto. Parecía la persona más amable y sincera que había conocido en toda su vida... en todo lo que llevaba de vida sin identidad, al menos.

- No te importa que me quede por aquí un rato, ¿verdad?- él negó con la cabeza ligeramente-. Por cierto, siento ser tan grosero. Soy Jerónimo, ¿tu nombre?

- No lo sé, no lo recuerdo- por algún motivo aquel hombre le inspiraba confianza, no le costaba demasiado ser sincero con él y dejarle claro que estaba completamente perdido-. No recuerdo nada antes de despertarme aquí.

- Vaya... eso debe ser muy duro... Pero no te preocupes, ya recordarás.

Parecía optimista, quizás demasiado. Aunque tal vez le vendría bien tener a alguien con quien hablar que le infundiera algo de confianza.

- ¿Cuándo dices nada te refieres a nada en absoluto?- él asintió-. ¿Ni siquiera tu comida favorita o... si te gusta el deporte?

- Nada.

El hombre se levantó de donde estaba y comenzó a buscar algo por la habitación. Cogió un papel que había por allí tirado y se sacó un bolígrafo del bolsillo. No sabía qué pretendía, pero no puso pegas. Jerónimo le entregó las dos cosas, acercándole la mesilla para que se apoyara y dijo:

- ¿Por qué no empiezas por escribir mi nombre, por ejemplo? Así sabremos si sabes escribir o eres más analfabeto que un hombre de ochenta años.

Él sonrió ligeramente. Cogió el bolígrafo con la mano izquierda y se dispuso a escribir, pero no llegó a plasmar la primera letra sobre el papel cuando el hombre dijo:

- ¡Vaya! Al menos sabemos algo- él le miró confuso-. Eres zurdo.

Su sonrisa era muy amplia, la más amplia que había visto en todo el día y la esperanza que emanaba le animó ligeramente. Era zurdo. Un comienzo.

- Bueno, muchacho, debería irme. Seguro que las enfermeras tardarán poco en venir a buscarme.

- Buenas noches- dijo él intentando ser amable-. Y gracias.

- Buenas noches, Roberto.

Él frunció el ceño todo lo que pudo y arrugó la nariz.

- No me llamo Roberto- dijo algo extrañado.

- Ya daremos con el nombre real. Paciencia.

Se asomó al pasillo para vigilar que no hubiera moros en la costa y salió de la habitación con los mismo andares con los que había entrado.

Sonrió para sí. Al menos tendría algo de compañía agradable en aquel sombrío y tétrico lugar.


ParalyzedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora