ceder

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— ¿Qué colocaste en la c? — le preguntó Jennie a Lisa desde la cabecera de la cama de la tailandesa.

Estaban terminando su tarea juntas como solían hacerlo después de la escuela, excepto que esta tarde estaban solas y Lisa no pudo evitar dejar que su mente se entretuviera con fantasías sexuales.

— ¿Eh? — murmuró Lisa saliendo de su neblina de frustración sexual.

Jennie repitió la pregunta y Lisa simplemente se encogió de hombros. No había tocado el papel de la tarea y ciertamente no tenía la intención de hacerlo.

Ante esto, Jennie frunció el ceño confundida, pensando que algo podría haber estado mal o que Lisa estaba enojada con ella. Después de todo, solo había dos razones por las que la pelinegra comenzó el acto de silencio. O estaba enfadada o cachonda.

— ¿Qué ocurre? — Jennie preguntó inocentemente, sus ojos felinos suplicantes llenos de inocencia a pesar de la excitación que se hinchaba en la parte baja de su abdomen.

— Nada. — Lisa espetó instantáneamente, su respuesta sospechosamente rápida. En ese momento, Jennie dejó caer el bolígrafo sobre el papel en el que había estado trabajando, lo deslizó hasta el borde de la cama y se arrastró lentamente hacia adelante hasta quedar sentada de rodillas frente a Lisa. Esta última observaba con creciente curiosidad el comportamiento de la castaña.

— La tarea es aburrida — Jennie declaró sin comprender.

Aunque confundida, Lisa asintió con la cabeza y dejó su trabajo a un lado para poder concentrarse completamente en Jennie. Si conocía a su novia, estaba a punto de dejarse seducir. Solo con pensarlo, su polla se contrajo debajo de sus ajustados pantalones cortos deportivos.

Jennie miró profundamente a los ojos de Lisa, observando con fascinación cómo las pupilas se dilataban, convirtiendo los ojos avellanas en un remolino casi profundo de color negro. Estaba segura de que con los suyos acababa de pasar lo mismo.

Nunca tomó mucho, una mirada era suficiente para hacer que las dos chicas se excitaran imposiblemente.

— ¿Cuándo llegan tus padres a casa? — preguntó Jennie, su voz una octava más baja de lo habitual.

Lisa tragó saliva, sintiendo que sus mejillas se sonrojaban ante la insinuación de la pregunta de Jennie. Le tomó más tiempo de lo habitual responder a la simple pregunta porque su mente se había cerrado momentáneamente debido a la creciente excitación debajo de sus ajustados pantalones cortos.

— No hasta dentro de una hora y media — Lisa respondió, su voz igualmente ronca y baja. La tensión entre ellas era palpable, esperando que la otra diera el primer paso.

Lisa fue solo tentativa porque habían estado en la segunda base durante bastantes meses y no sabía cuánto tiempo más podría controlar su polla para que no se deslizara dentro del apretado coño de Jennie. El pensamiento la hizo temblar, y su polla se contrajo.

— Bueno — Jennie dijo con voz áspera, tomándolo como un permiso para poner a la tailandesa encima de ella con una fuerza impresionante.

Eso fue todo lo que Lisa necesitó antes de colapsar sin gracia sobre el cuerpo de Jennie.

Sus labios se conectaron en el segundo en que sus cuerpos se encontraron. Los carnosos labios de Lisa, devorando unos suaves y rosados que sabían a brillo labial de fresa. Gimió, chupando el labio inferior de Jennie mientras sus caderas empujaban entre dos muslos cremosos y su erección las sorprendió a ambas cuando presionó contra el centro húmedo de la castaña.

— Ya estás tan dura — Jennie susuró entre besos febriles que se habían convertido en nada más que dientes y lengua desesperadamente hambrientas.

jenlisa | one shot'sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora