04

19 4 0
                                    

h o t e l   p a r a í s o. 

No. No fue con ella. Se asustó, y no quería parecer un acosador o algo parecido. Simplemente, esperó, y cuando volvió a perderla de vista, se metió a nadar por unas cuantas horas.
Volvió al hotel con la espalda ardiendo. Había olvidado el bloqueador. Entró a su habitación. Y creyó que una ducha no sería lo ideal, el agua lo golpearía con fuerza, lastimando su quemada espalda. Necesitaba algo más. Sí tomó un baño, pero, fue corto, y solo lo hizo para deshacerse de la arena que tenía en el cuerpo.

Al salir, se miró en el espejo. Roja, la espalda la tenía roja.

Sí, mejor iría a la piscina. El agua debía estar fría, y seguramente le alivianaría el dolor considerablemente.
Se colocó otro bañador, y salió de su cuarto con unas toallas. 

Colocó sus cosas junto a la alberca, y se tiró un clavado.
Disfrutando de la sensación en seguida. Disfrutando de la frescura del agua.
Sonrió de inmediato. Y al salir a la superficie por otro extremo, se encontró con una figura preciosa. 

—Buenas tardes, señor Ochoa—saludó sonriendo —. Créame cuando le digo que estoy sorprendida de verlo por aquí. No creo que haya venido porque la piscina es increíble, ¿no?

Memo abrió los ojos con sorpresa.

—Hola. Que gusto verte de nuevo... —sonrió —. ¿Aquí te hospedas? 

—Así es, señor Ochoa.

Memo notó que aquella bella chica de cabellos castaños estaba sentada en el borde, y solo sus pies los tenía dentro de la alberca.

—¿Por qué no nadas? Hace mucho calor.

Ella se notó nerviosa.

—Ah, no, gracias, nadé mucho allá en la playa.

Guillermo frunció el ceño.

—Pero, es más fácil nadar aquí, creo que te gustará más. Ven, nadamos un poco, y luego descansamos, si quieres.

Estiró su mano hacia la chica, esperando que la tomara y se metiera al agua de una vez. Ya no tenía su bikini azul, ahora era solo un short negro, y una blusa de tirantes blanca.

—Es que... —intentó hablar—, es que yo, no...

Memo bajó la mano. Y captó de inmediato.

—¿No sabes nadar?

Ella negó.

—No.

—Bueno, la alberca mide 1.65, ¿Cuánto mides tú?—recordaba que de pie era pequeña, pero, seguro media 1.60 mínimo. Podría ayudarla a flotar.

—Uno cincuenta, señor Ochoa—se sonrojó al responder—. No hay forma en la que pueda entrar ahí sin ahogarme.

Memo rio.

—Ven, te ayudaré. Soy alto, así que, no habrá problema. Vamos.

Ella, sorprendida, accedió.

Le dio la mano, y poco a poco se deslizó, hasta que el agua le llegó a los muslos.

—Suelta el borde de la alberca—le indicó Memo.

—¿Promete no soltarme?—preguntó con nerviosismo.

Guillermo le sonrió.

—Solo un tonto soltaría a una chica como tú.

Se soltó del borde, y Guillermo la tomó también de la cintura, ella, asustada al no sentir el piso, se abrazó del cuello de Memo.

—No me suelte—pidió.

—Nunca—sonrió—. Te enseñaré a nadar.

Ella asintió sonrojada.

—Eso sería muy útil.

Rieron, y Memo comenzó a nadar de forma que la bella castaña no terminara con la cabeza bajo el agua, ambos disfrutaban del momento.

—Nunca antes había hecho esto de ayudar a alguien—confesó Ochoa—. Supongo que tu calidez me obliga.

Ella rio.

—Gracias, señor Ochoa.

—Tutéame, por favor.

Ella asintió.

—¿Por qué decidiste quedarte aquí?—preguntó—. Es lindo, pero, no creí que fuera tu estilo. Francisco soltó una pequeña risa.

—Bueno, eso tiene parte de verdad, pero, con todo lo que ha pasado en mi vida, decidí que prefería comodidad a otra cosa... —la miró—. ¿Tú por qué estás aquí?

—Me quedé aquí hace un tiempo, y me agradó, así que, quise volver—estiró un poco sus piernas, tocando con las puntas el suelo de la alberca.

Guillermo conversó sobre diversos temas con ella, y se dio cuenta de una cosa, nunca preguntó su nombre. Lo haría pronto, cuando fluyera naturalmente.

—¿Comenzamos con la lección?—se refería a nadar.

Ella negó.

—De hecho, Memo, no soy muy buena en prestar atención, menos cuando estoy tan cerca de un hombre tan famoso y talentoso, como tú—se sonrojó, y lo soltó un poco —. Podría intentar pararme, si me sigues cargando.

El portero asintió sonriendo. La fue soltando poco a poco, y notó que el agua le llegaba hasta el cuello.

—¿Ya estás de pie?

—Sí...—dijo mirando a su alrededor—, esto se siente raro.

Soltó una risa pequeña, y se aferró a los brazos de Ochoa.

—Sigo sintiendo que moriré.

—No morirás, estoy contigo, no lo permitiré.



aquí el otro cap, disculpen la ausencia. <3 

Amor De Verano; memo ochoa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora