¿Quién es él?

532 72 4
                                    

Su nerviosismo era notorio, no sabía el paradero de su marido. Ninguna pista de él  desde hace meses, desde aquella salida.

Sentado a mitad del pasillo de la comisaría, esperaba impaciente el veredicto de los oficiales. Habia sido llamado de emergencia, solo pocas horas antes, al parecer tenían una pista de su amado Eunhyuk.

—¿Lee Donghae?.—pregunto el uniformado.

—Si, soy yo.

—Sígame.—el hombre camina hasta la habitación al final del pasillo. Dentro hay un hombre vestido con harapos y con heridas muy feas.—Ha sido encontrado está mañana en la estación del tren, perdido y sin noción de quien es.

El hombre mantenía el rostro agachado, como si temiera ser descubierto.

—Sospechamos que sea su marido, Lee Eunhyuk.

Camina hasta estar frente al hombre, intenta tocarlo, pero teme que se asusté y reaccione de manera agresiva, así que solo espera a que alcé el rostro.

Le sorprende el increíble parecido que tiene con su marido. Es como si fuera él.

Los mismos ojos negros e intensos, las mismas manos grandes y delicadas, y los mismos labios rojos.

—¿Hyuk?.

—¿Lee Donghae?.—Pregunta confundido, como si fuera la primera vez que se conocen.

—Soy tu esposo, ¿Me reconoces?.

El hombre lo mira con cautela. Envuelto en la bruma de confusión, tratando de reconocerlo y traer de vueltas sus vivencias de 10 años.

—Yo... Yo quiero ir a casa DongHae.

No dice nada más, se niega a ser tocado. Y responde con demasiada estimulación.

Teme que tenga en cualquier momento un ataque de pánico. Decide terminar con su tormento y llevar a ese chico a casa.

2

El hombre está fascinando con su hogar. Cada pequeño rincón de su casa parece sorprenderlo aún más que el anterior.

Se siente atacado.

Él hombre que está frente él, no es su esposo.

—Y bien, ¿Cómo te sientes, hyuk?.

—Yo mejor siento mejor donghae, gracias.

—¿Deseas comer algo o beber algo?.

—Yo... ¿Puedo hacerlo?.

—¿Por qué no podrías?.

—Cierto, es verdad. Lo siento, todavía me encuentro un tanto confundido.

Van a la cocina y ahí le ofrece comida. Él hombre frente a él, mira las fresas con ilusión y anhelo.

—Puedes comer las que desees, hyuk.

El hombre se mira reacio antes de llevar la primera a su boca, después se vuelve dos, y tres, y cuatro más, hasta que el tazón termina vacío y el hombre se encuentra feliz y avergonzado.

—¿Te han... Te han gustado?.

—Si, es mi fruta favorita. Me alegra que lo recordarás.

Sonríe satisfecho por cumplir el primer capricho de su marido. Más se mantiene alerta. Él no es su esposo, no lo olvida.

—Me alegra mucho.

Ambos se mantienen en silencio, se observan y cuidan de los movimientos extraños.

—Asi que, ¿Dónde has estado todo este tiempo?.

—Yo... Uh, no lo recuerdo. Solo se que quería tener un hogar.

Mentiroso.

—Ya veo, finalmente estás en tu hogar.

—Mi hogar.

Sus ojos se nublan en pequeñas lágrimas, y repite en diversas ocasiones la palabra hogar. Se veía conmovido, a nada de soltarse en lágrimas.

—¿Te encuentras bien, hyuk?.

—Si, es solo que... Es como si por primera vez tuviera un hogar, extraño, ¿Cierto?. Digo, soy tu esposo, hemos compartido una casa, una vida, un hogar.

—Si, claro.

Charlatán.

La puerta de entrada es abierta y por ella entran sus hijos, quienes entran con cautela al notar la segunda presencia. Abren muy grandes sus ojos al notar quien es la persona a su lado.

—¡Papá, haz vuelto!—corren en su dirección.

El hombre se mira confundido, no parece reconocer a sus propios hijos.

Colocándose en medio, detiene su trayendo. No puede exponer a sus niños.

—Vayan a su habitación.

—Pero papá está aquí, ¡No lo hemos visto en meses!.

—Dije que se vayan a su habitación.

Si no fuera lo suficientemente malo, el hombre se mira herido ante su actitud. Parece comenzar a entender.

—Hagan caso a su padre, niños.

—Si papá.

Una vez solos, los rodea el silencio. Está listo para saltar sobre él, si da un paso en falso.

—Es tarde, tu también debes ir a dormir.—intenta acabar con la incomodidad.

—Claro.

Lo sigue hasta el segundo piso, hasta la habitación de invitados. No lo dejará dormir con él, pero tampoco lo dejará sin una cama y cobija, sería cruel.

Cómo lo fue su marido.

—Esta es tu habitación.

—Gracias.

Sus ojos se agrandan al ver la cama y sus almohadas. Sus manos tiemblan, su labios se aprietan y su respiración es tan errática que teme que se pueda ahogar en cualquier momento.

—Muchas gracias.

El pelinegro toma con cuidado y devoción su cobija y se abraza a ella.

—Gracias por todo, Lee Donghae.

Usurpador.
















Está es una mini historia de 4 capitulos, en unos minutos les subo las demás partes.

EL USURPADOR | EUNHAEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora