Prefacio

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     Un vídeo promocional se reprodujo en el pequeño televisor de la esquina superior de la pared. Una melodía de un instrumento de viento junto al compás de un instrumento de cuerdas daba inicio al vídeo, seguidamente la voz monótona de una mujer daba la bienvenida al sistema "Vemenguarcú", y continuó explicando:

     "En el gran océano flota desde hace milenios una gran esfera anclada a las profundidades por cinco garras de metal. En esas garras se encuentran los motores, manteniendo en funcionamiento a toda la colonia. Una gran esfera de vidrio y metal con muchos kilómetros tanto de alto como de ancho. La cual llamamos "La Gran Colonia Vemenguarcú" o como la llaman los niños "La gran burbuja", posee siete grandes y largos pisos que se subdividen en diferentes áreas ordenadas de manera de espiral, como grandes galaxias atrayéndose entre ellas misma y en el centro de todo está un gran agujero, El ascensor principal."

     La imagen cambió del video promocional a una oficina del quinto piso, ubicada a pocas calles de la plaza del oráculo, se encontraban reunidos tres hombres, vestían trajes con corbatas y zapatos negros recién lustrados.

     "Sus técnicos, bajo orden directa, se aseguran del correcto funcionamiento. Por otra parte, el gobernador electo debe colaborar con la correcta distribución de suministros básicos a toda la población".

     El hombre, sentado de espalda al gran ventanal con vista a las oscuras calles del quinto piso, levantó la mirada del documento.

—¿Saben a qué se refiere? Buena alimentación, aseo personal, un día de descanso o por lo menos dos —miraba a los dos sujetos sentados frente a su escritorio señalando cada punto con un dedo.

     Había hablado con un tono de urgencia, casi desesperado para su gusto, pero él sentía que si no lograba convencerlos de su plan todos sus esfuerzos se verían... ¿destrozados?

—¿Cuál es tú punto, Andras? —Dijo un hombre canoso, su traje de un azul índigo relucía en su piel como papel, tenía una pequeña tarjeta de identificación en la que se leía con letra cursiva "Augusto Baptista – jefe de Comercio Interno".

     Andras removió sus manos encima del escritorio de madera, de un color verde militar. Él no era más que uno de los cinco jefes de seguridad de la burbuja, le correspondía cosas menores, tales como: robos, chicos problemáticos, divorcios (si es que eso tiene relación) y quejas enviadas por la sociedad, que eran más de diez sobres de papel diarios llenos de cartas anónimas.

     La gente no podía quejarse mucho, menos incitar una revuelta para derrocar al vigente mandatario ni burlarse de su incapacidad de mandar, pues eso los metería en la cárcel por veinticinco años con sesiones de silla eléctrica cada fin de mes, toda una suite de un hotel cinco estrellas, si no morías en el intento claro está. Pero Andras no sabía lo que era un hotel, ni una suite.

—Yo sugiero que demos a la búsqueda de un grupo calificado para hacer la labor de revolucionarios, aptos en todas las destrezas posibles y así lograr el fin de... ésta pesadilla —Dijo apoyando su codo en la mesa y volviendo un puño su mano. Había dudado en cómo llamar la situación, no quería actuar paranoico delante de sus colegas, más de su mente no se le iba la sensación de ser escuchado a través de las paredes.

     Rozó sus labios con su puño sin apartar la vista de las figuritas de animales del fondo.

—En tal caso —Habló el tercer hombre de la habitación. Se dobló hacía delante, apoyando una mano en su rodilla y señaló con su mano abierta a Andras, quien tenía una mirada de preocupación— Sugieren, por no referirme solo a ti, mi viejo amigo. Buscar a un grupo selecto de los mejores soldados capaces de no doblegar su fe ciega a las maniobras de guerra que plantean.

     No nos anticipemos, Eligio —habló Augusto con voz calmada— Lo último que quieres es la manifestación de guerra en nuestras calles, los niños y jóvenes mueren por sí solos con esa enfermedad en el ambiente. Hasta los adultos como nosotros perecemos en estos meses.

     El hombre negó con su cabeza, era una mala idea arriesgarse de tal manera, muy infantil. Ellos necesitaban a alguien que se hiciera cargo del problema principal. Suspiró y pasó una mano por su cabello blanco grasiento.

—¿Quién? —aventuró Eligio como si leyera sus pensamientos— ¿Quién aceptaría ser nuestro chivo expiatorio? Por no llamarlo héroe, cosa que no tiene sentido.

     El silencio reinó en la sala, cada uno pensaba a quién incluir en su movimiento ortodoxo. Augusto acomodó su cuerpo pesado en la silla, elevando la mirada a las largas cortinas de color champagne. Eligio por su lado, los observaba curioso, como si debatiera el tipo de tinta correcta para elaborar las nuevas estampas de correo holográfico que estrenarán a fin de año, cuando empezaran a celebrarse las fiestas de Ecrevisse.

     Andras llevó una mano a su quijada y se empeñó en descuartizar con la mirada toda su oficina, se paseó por las figuritas de animales que había adquirido en una tienda de segunda mano cerca de su casa. El papel tapiz de un color hueso formaba sombras largas y suaves por la luz de la lámpara con la que iluminaban la oficina. Su mirada se quedó vagando encima de una pequeña torre de carpetas, en la cubierta de la primera carpeta se leía "Programa Neptuno, Adaptación de Jóvenes Problema". Ese no era más que una pantalla de humo que permitía la vigilancia constante a toda la población juvenil de la burbuja con el propósito de mantenerlos a la raya o ¿era para ver donde lanzarlos a trabajar? Ya no recordaba.

     Una idea descabellada cruzó por su mente y se aplastó con pereza en su cerebro. Debía admitir que era una malísima idea, una sin seguridad de triunfo, aunque se estaba quedando sin opciones. Con firmeza abrió la carpeta y la fotografía de un chico de dieciocho años, con su cabello rojo intenso cortado a estilo militar, sus ojos grises tormentosos miraban hacia Andras con suspicacia y frustración; había sido tomada hace tres años, pero era perfecto para el plan. Sonrió y una extraña sombra oscureció su mirada.

—Tengo al sujeto perfecto —murmuró.

     Y la imagen se volviónegra.



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Hola a todos los que están pendiente de mi historia, me disculpo por desaparecer de forma tan horrible. Sufrí un bloqueo de escritor muy feo, pero ya andamos nuevamente con la historia. ¡Estoy emocionado de que les guste todos los nuevos detalles que iré editando a los capítulos actuales y los nuevos capítulos por venir! 

Si me gustaría conocer que les parece la historia, me llena de emoción ver sus votos, pero sería lindo crear una pequeña comunidad y poder leerlos. Sin más, estos días iré editando y subiendo capítulos nuevos. 

¡Nos vemos! AG.

Tiranía en una BurbujaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora