Capítulo I ~ Cultivo en Tren

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     Por dónde empiezo.

     No fue sencillo para nosotros hacerle frente a cada cambio que se estaba llevando en la colonia, pero siempre estuvimos juntos y así logramos sobrellevar muchas cosas. Todo inició un día antes del cambio de temporada, yo tenía que ir a la casa de campo, reunirme con Kreka y Damon, ya que debíamos subir la cosecha.

     Yo estaba en mi pequeña habitación, preparándome para salir, colocando con cuidado cada prenda en mi cuerpo, que a través del espejo veía lleno de cicatrices blancas junto a las pequeñas manchas de quemaduras.

     Recuerdo llevar una hora preparándome para salir cuando aún era tarde, o demasiado temprano para dejar la habitación.

     Los sonidos de la calle se escuchaban en un extraño murmullo poco sintonizado a través de la ventana del segundo piso, la cortina bailaba con suavidad con la escasa brisa de la ciudad, permitiendo que la luz amarilla y naranja brillara con irregularidad. Acomodé mi chaqueta gris encima de la camisa negra con cuidado y metí mis cosas en la mochila. Levanté mi brazo derecho observando la hora en el reloj en el brazalete de cuero, 06:17 a.m. es lo suficientemente temprano como para levantarse.

     Salí de la habitación con mi mochila en mi hombro izquierdo, y al cerrar la puerta el escáner titiló señalando mi ubicación.

     Maldije para mis adentros; eso siempre ocurría por el sensor ubicado en el brazalete de un color rojo, cómo el bronce, en mi muñeca izquierda. Cada individuo en la colonia tiene uno que, al pasar por una puerta, refleja dónde estás ubicado; era como una etiqueta de esas que usaban para contabilizar el ganado, solo que aplicado en personas. Al cumplir los cinco años, recibes uno y lo colocan en tu mano dominante. El brazalete es bioluminiscente y en la parte superior trae la identificación de cada uno, junto a su ocupación, el color depende de tu nivel jerárquico, con los colores de cada sector, y aunque lo puedes personalizar con la pequeña tecnología que trae, siempre tiene un cuadrito donde indica tu estado de salud. Aunque conmigo me han puesto dos: uno en la derecha representando al sector del sur con su tono plateado durante seis años y ahora, después de estar en prisión, uno del color del sector Este, como el bronce en la muñeca izquierda.

     Caminé hacia la pequeña cocina, junto a la sala. Ambas estaban separadas por una barra de madera que sostenía vasos de papel azules. Había unas encimeras de porcelana vieja con manchas de aceite y óxido, colgando en la pared frente a la barra. Una cocina amarilla (que alguna vez fue blanca) descansaba en el rincón, frente a una ventana sin cortinas que daba vista a un callejón oscuro. Abrí la nevera de color beige en busca de mi desayuno; no había mucho que elegir, solo un par de frutas amarillas y unos pepinillos en agua de girasol. En el fondo, había unos trozos de panecillos de zanahoria. Tomé los panecillos y una fruta, lanzándolos a mi mochila. Cerré la puerta de la nevera y vi a mi padre sentado en ese viejo sofá del color de la madera, con las manos reposando sobre su pecho.

—¿A dónde vas tan temprano? —Su mirada era dura como un árbol; hace años dejó de brillar como las esmeraldas, provocando que sus ojos verdes perdieran su significado. Suspiré, drama familiar como desayuno.

Jallö. A trabajar y comprar algo para comer. Volveré al mediodía, así que no te preocupes —contesté, escuchando mi propia voz, marcando las erres. Le sonreí lo mejor que pude y lo vi negar, hundiéndose en el sofá, que rechinó por su peso. Bajó la mirada y unos mechones de su cabello rubio rojizo le tocaron la frente.

—No mientas. Tú no tienes que hacer eso, debes ir a tus responsabilidades, hijo. Llevas tres años limpio, no lo arruines. Así que, por favor, deja ir a esa huerta abandonada; ya su tierra no es fértil y no sacarás nada de ahí. Si la seguridad te ve allí... —Guardó silencio; su voz era suave y sincera. Sé que es peligroso, pero es lo que hay que hacer cuando vivimos así, con escasez y en guerra silenciosa por el gobernador. Lo escuché suspirar; su respiración se estaba volviendo pesada como la de mamá, quien estaba enferma.

Tiranía en una BurbujaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora