Capítulo 16: I Had to Go Through Hell to Prove I'm Not Insane

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Had to Meet the Devil Just to Know His Name

Will tiró con poco entusiasmo de las esposas que le rodeaban las muñecas, y se estremeció cuando el metal le abrió aún más la carne viva. La sangre se filtró, caliente y húmeda, en los puños de su camisa empapada, pegajosa contra su piel. Tiró con más fuerza, ignorando el dolor agudo que siguió luego de sus intentos, y se desplomó derrotado en su silla cuando las ataduras se negaron a ceder.

Había estado tirando y retorciéndose durante un tiempo, tratando de liberarse a pesar de saber que no tenía sentido. Que no importaba cuánto se esforzara, las esposas no iban a abrirse repentinamente para él. Que incluso si lo hicieran, Boris estaría allí para detenerlo, y que incluso si de alguna manera lograba pasarlo, todavía tendría que enfrentarse a Dmitri y a los demás. Que lo superaban en número y estaba en desventaja, que no había nada que pudiera hacer para salir de esta.

Pero aun así, Will siguió luchando contra sus ataduras. Porque detenerse y no hacer nada, era como rendirse. Y no podía darse por vencido; rendirse ahora significaba que se estaba dando por vencido con Hannibal, que le estaba fallando. Y Hannibal siempre había luchado duro por él, siempre había hecho lo imposible cuando se trataba de él. Entonces, a pesar de que sus muñecas estaban destrozadas y adoloridas, a pesar de que sus esfuerzos no lo habían llevado a ninguna parte hasta ahora, y a pesar de que sabía que era inútil, Will se negó a detenerse.

Si no era por su bien, entonces que fuese por el de Hannibal.

Al otro lado de la habitación, Boris se sentó a mirar a Will luchar, con un cigarrillo colgando de sus dedos y el fantasma de una sonrisa en sus labios. No había dicho una palabra desde que Dmitri se había ido, ni parecía en lo más mínimo preocupado por lo que Will estaba haciendo. En todo caso, parecía divertido, sin duda comprendiendo, al igual que Will, lo inútiles que eran sus intentos de escapar.

Y aparentemente, todos los demás también lo sabían, porque nadie se había molestado en venir a verlo ni una sola vez desde que lo habían dejado solo con Boris. Detrás de su guardián, más allá de la vista en la cocina, Will podía escuchar a los demás hablando entre sí en voz alta en ruso, su conversación interrumpida de vez en cuando solo por el tintineo del vidrio. Will frunció el ceño. ¿Estaban bebiendo? ¿Cómo? No había alcohol en la casa; lo bebió todo la noche en que Hannibal se fue y se había negado a comprar más desde entonces, aterrorizado de lo que haría con él si lo tenía a la mano. Entonces, ¿de dónde habían...?

—El bar de Ronny. —Su cerebro le recordó miserablemente. Boris probablemente se sirvió a sí mismo antes de irse.

Will suspiró, hundiéndose aún más contra las ataduras que lo mantenían en su lugar, y miró hacia la ventana. No tenía idea de qué hora era, pero sabía que había sido alrededor del mediodía cuando Boris se lo llevó y que ahora estaba oscuro. Pero cuántas horas habían pasado entre el momento en que lo capturaron y el momento en que despertó, cuánto tiempo había pasado desde que Dmitri llamó a Hannibal, Will no podía decirlo con certeza.

Él lo odiaba. Odiaba no saber, a pesar de que realmente no importaba mucho si eran las seis o pasada la medianoche. Era solo una cosa más fuera de su control, una cosa más, por pequeña que fuera, que le habían negado, un recordatorio más de lo indefenso que estaba, de que estaba a merced de Dmitri...

Los pensamientos de Will fueron repentinamente interrumpidos por el sonido del vidrio rompiéndose en la cocina, y no pudo evitar hacer una mueca cuando lo escuchó, no pudo evitar apretar los dientes ante la alegre oleada de voces que siguió. Pero más allá del pequeño tirón, de la pequeña contracción del músculo, no se movió. Se negó a moverse. Se negó a reconocer la presencia de Dmitri y los demás más de lo que ya tenía que hacerlo.

Embrujado [HANNIGRAM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora