Capítulo 7: These Eyes Sitting on the Wall, They Watch Every Move I Make

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La conciencia vino lentamente. En pedazos. Al principio, solo había oscuridad. Will colgaba suspendido, acunado en el vasto y absoluto vacío que lo rodeaba y, por primera vez en mucho tiempo, nada le dolía. No sabía cuánto tiempo había estado entre el mundo de la vigilia y el sueño, pero cuando la realidad finalmente comenzó a sangrar en sus sentidos nuevamente, casi se sintió decepcionado.

Se sentía suave debajo de él. Caliente a su alrededor. Le tomó un tiempo darse cuenta de que estaba acostado en una cama, las sábanas envueltas incómodamente alrededor de él eran almidonadas, desconocidas y rasposas contra su piel a carne viva. No le gustaban. Trató de moverse un poco, solo para aflojarlas un poco, pero descubrió que no podía moverse: sus extremidades se sentían demasiado pesadas y las sábanas demasiado apretadas. Estaba atrapado. Su corazón tartamudeó con miedo y gimió. El sonido se arrastró a través de su garganta seca y adolorida. Su boca sabía asqueroso.

Finalmente, Will logró abrir los ojos.

Alguien había corrido las cortinas y la luz de la mañana se filtraba por el hueco, llenando la habitación con un suave resplandor amarillo. Will parpadeó, con la cabeza palpitante, y observó las motas de polvo mientras giraban bajo los rayos del sol durante unos momentos antes de volver a centrar su atención en sí mismo.

Estaba acostado de lado, envuelto en mantas. Había toallas dobladas debajo de él, y almohadas apiladas detrás de él para evitar que se volcara fuera de la cama, mientras dormía. No estaba seguro de si se sonrojó porque lo habían metido en la cama como a un niño o porque alguien le había quitado la ropa. Intentó moverse de nuevo y esta vez descubrió que podía. Lo suficiente para estar cómodo. Estaba demasiado cansado para tratar de moverse más o para hacer otra cosa que no fuera quedarse allí, y durante un rato se quedó dormido, tratando de recordar cómo había llegado allí, qué había sucedido.

Y luego volvió de prisa hacia él.

Will jadeó, luchando por sentarse.

—¿Hannibal? —Llamó. Su voz era áspera y tensa. Como si hubiera estado gritando toda la noche.

No hubo respuesta. Solo hubo silencio. Un silencio tan fuerte que hizo eco. Will retorció las sábanas, tratando de aflojarlas, y se dio la vuelta. Se sobresaltó cuando vio lo que le esperaba al otro lado. Encaramada en la silla que habían arrastrado hasta su cama, observándolo, estaba Beverly.

—¿Bev? —graznó vacilante. Había algo en su expresión y en la forma en que su boca formaba una línea sombría, que lo asustó. —¿Hay algo mal?

Ella lo miró.

—¿Dónde está Hannibal, Will? —Fue todo lo que dijo ella. Will parpadeó.

—¿Qué?

—¿Dónde está?

Will abrió la boca y la cerró de nuevo. Miró alrededor de la habitación vacía. Podía sentir el silencio presionándolo. Will frunció el ceño. Dondequiera que estuviera Hannibal, era obvio que no estaba allí.

—No lo sé. —dijo Will.

—¿Dónde está Hannibal?

—No lo sé. —Repitió. Sintió un ligero aleteo de miedo. —¿Qué está pasando?

—Creo que tú lo sabes.

—No, no lo hago —Will insistió, tratando de sentarse de nuevo y fallando miserablemente. —¡Solo dime qué está pasando!

Ella solo lo miró, no podía responder porque ella no lo sabía. ¿Cómo podría hacerlo? Después de todo, como había dicho una vez antes, ella era él y él era ella. Ella no lo sabía, y Will tampoco. No realmente. Pero...

Embrujado [HANNIGRAM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora