Capítulo 27. El dolor multiplicado por dos.

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El cuerpo de Alana se acercó al cuerpo de Laila. Estaban una frente a la otra. Separadas por centímetros. Hasta que la oncóloga consiguió pasar sus titubeantes brazos por la cintura de Laila. Lo hizo con una suavidad que a la profesora le pareció increíble. De repente el caro perfume de Alana envolvió sutilmente a Laila, y ésta creyó relajarse como nunca antes lo había hecho. Si hubiera sabido lo que un abrazo de la doctora iba a conseguir relajarla, le hubiera pedido un abrazo ella misma hacía tiempo atrás. La tensión que llevaba Laila sufriendo días atrás se esfumó como por arte de magia. Pero para Alana, fue la sensación más bonita que había vivido desde que tenía uso de razón. O así lo creyó ella en ese momento. Cómo el abrazar a Laila le podía provocar tantísimo en cuestión de segundos. Pero cuando ambos cuerpos se amoldaron uno al otro, las dos mujeres querían permanecer, así de unidas, quizás por una vida entera, o más. A pesar de querer abrazarla con fuerza, Alana se abstuvo de hacerlo y lo hizo con mucha delicadeza, puesto que no quería dañar de ninguna manera a Laila. La nariz de la profesora se acercó peligrosamente al cuello de la oncóloga, y ésta sólo pudo paralizarse. No sabía cómo narices iba a salir ilesa emocionalmente de ese maldito loft.

Laila sí quería sentir en el abrazo el cuerpo de la oncóloga bien pegado al suyo, por lo que consiguió aplastar sus pechos contra el busto de la otra mujer, y a Alana se le escapó un tímido y suave gemido, haciendo que Laila se excitara sin pretenderlo.

Las manos de la oncóloga se acercaron con cierto peligro a las nalgas de Laila, lo que provocó que ésta se pegara con más fuerza al cuerpo de Alana.

La doctora estaba perdiendo el norte teniendo a Laila entre sus brazos.  Cuando la profesora rozó con sus labios la mejilla de la doctora, ésta sintió inevitablemente cierta humedad entre sus piernas. Se estaba volviendo completamente loca. Quería y deseaba con todas sus fuerzas dejarse llevar y besar a Laila en los labios, suave y pausadamente, disfrutando de cada segundo que sus labios estuvieran pegados a los de la profesora.

Las respiraciones de ambas mujeres estaban totalmente descontroladas. Laila por fin se atrevió a rozar sus húmedos labios con los de la doctora, y ésta estuvo a punto de desmayarse, hasta que le entró la razón y se separó de Laila costándole un mundo hacerlo y con lágrimas en los ojos.

-Perdona Laila. Yo…Tengo pareja…No debí hacerlo, lo siento. Lo mejor será que me marche.

Laila se quedó perpleja y estática en el sitio donde la había dejado Alana, mientras veía cómo ésta se iba corriendo de su vivienda.

Alana no quiso mirar atrás. Debía estar completamente loca para haberse ido de casa de Laila de esa manera. Cuando sabía que María le era infiel a la primera de cambio. Pero no lo hizo pensando en María, sino pensando en Laila. No quería hacerle daño y no quería perjudicarla siendo la médico que se iba a encargar de su enfermedad. No podía transgredir esa norma, entre médico- paciente. Ella no era capaz de transgredir las normas establecidas y debía ser una mujer profesional de los pies a la cabeza. Para algo había dedicado tanto tiempo estudiando cuando era joven, y no podía tirar por la borda todo el sacrificio y todo el esfuerzo que había puesto en estudiar lo que más le gustaba a ella, y ser alguien profesionalmente, por un momento de placer indescriptible con la persona que le hacía latir desbocado su pobre corazón.

Cuando se subió a su coche, se dejó llevar por el llanto. Cuando por fin se relajó un poco, decidió que no podía presentarse así en su casa, ya que María le preguntaría por qué había llorado, y no quería ni mentirle ni darle ninguna explicación, así que decidió ir a casa de su amiga Raquel.

El teléfono móvil de la doctora sonó unas cuantas veces hasta que la mujer aparcó el coche en la calle donde vivía Raquel, y cuando vio que era María la que la estaba llamando, decidió apagar el móvil.


Laila no se podía creer lo que acababa de pasar en su casa con la doctora Del Olmo. ¿Acaso había sido todo un sueño? El hecho de que la mujer casi atropellara a Pilar, luego que quisiera acompañar a la anciana hasta su casa, y para colmo que terminaran ellas dos solas en su propio loft. No le podía estar pasando. Casi la había besado en los labios. Y el abrazo que le dio la doctora, había sido un abrazo que le había llegado al alma. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus tristes y desesperados ojos. Se había pasado con esa mujer. Seguramente la violentó cuando intentó besarla, y por eso la oncóloga salió corriendo de su casa. ¿Y cómo la iba a mirar a la cara después de eso? Ahora era ella la que debía disculparse con la mujer. Y para colmo tenía pareja. Se había pasado de la raya besando a una mujer con pareja, pero lo único que la animó fue pensar que creía que estaba soltera, qué se iba a saber ella si ni siquiera la doctora lucía una alianza en su dedo.

A Laila le costaba respirar, hasta que de repente sintió a Matiz lamiendo su pierna. Lo que hubiera dado por seguir abrazada a la doctora. Estaba claro que debía quitársela de la cabeza, porque si tenía pareja, ella no pintaba nada metiéndose entre medio de ellas. Debía de pensarse en seguir quedando con Laura, porque sabía que ésta bebía los vientos por ella, y aunque no quería hacerle daño, sería la única manera de poder sacarse de su cabeza y de su corazón a la maldita oncóloga. No era necesario darle pie a nada, sólo con ofrecerle amistad y compartir ocio de vez en cuando, bastaría, o eso creía ella. Qué injusto era todo. Por culpa de una enfermedad, había conocido a la mujer que le removía el estómago y le domaba el corazón, pero ésta tenía ya pareja, por lo que por mucho que ella quisiera, no podía hacer absolutamente nada para estar con la doctora. Además, quizás la mujer veía a Laila inferior y por eso tampoco quería avanzar con ella. En definitiva, Laila debía pensar con la cabeza y no con el corazón. Esa mujer no quería tener nada con ella, salvo seguir manteniendo la relación que tenían de médico- paciente. Y así debía de seguir.

Laila cogió a Matiz en brazos y se acostó con él en la cama. Esa noche dormiría abrazada a él, para poder así mitigar el dolor y la desesperación que le había producido el rechazo de la oncóloga.

Matices y colores (8° Historia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora