Capítulo 1

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- Emily ¿No crees que algún día podríamos ir a ver qué hay al otro lado del bosque?- me dijo Michael - Podríamos ir los cinco.

Él sabía perfectamente que eso era imposible. Me quedé en silencio y miré a Thomas y a Sophie. Ninguno de los tres quería volver a explicarle que no podíamos, que podía ser peligroso, a si que nos giramos y continuamos mirando la puerta de la clase, esperando a que saliese James.
Siempre se mete en líos, no es mal amigo pero en clase... Desde que le hicieron repetir curso los profesores dicen que se comporta muy mal.
Ahora va a nuestra clase y en el fondo me alegro de que repitiera, si no, no podríamos haberle conocido.

Se abrió la puerta y esto disipó mis pensamientos. Era él, salía de clase no muy contento, el profesor estaba atrás, sentado en su pupitre y con cara de decepción.

- No quiero que esto se repita, es la quinta vez en todo el curso y tan solo llevamos dos meses - Le dijo el profesor en forma de despedida.

En cuanto se cerró la puerta Michael se giró y le sacó el dedo.

Estábamos volviendo juntos a casa y de repente James le contó su "gran idea" a Michael.

- Oye James ¿Tú crees que algún día podríamos ir a ver qué hay al otro lado del bosque, no?

Para ser tan solo un año menor era bastante más ingenuo e inocente que el resto.

- Claro, un día de estos veremos que hay al otro lado- dijo James siguiéndole el juego.

- No deberías decirle eso- saltó Thomas. -Le estás haciendo ilusiones, todos sabemos que no se puede.

- Thomas, déjalo, algún día podríamos ir a mirar, es verdad- saltó Sophie a defenderle, siempre hacía caso a todo lo que le decía James.

- No, yo no pienso ir, no sabemos que hay- dijo Thomas irritado.

- Pues no vayas y punto, deja de quejarte por todo, todo te parece mal- le respondió James enfadado.

Ya se habían vuelto a pelear. No dirigieron la palabra en el resto de la tarde.

No vivíamos muy lejos de la escuela, tampoco había nada lejos porque el pueblo donde vivíamos era enano, entonces no tardamos en llegar cada uno a su casa y nos despedimos como siempre.

Esa noche, después de cenar me subí directamente a mi cuarto. Este era bastante pequeño, casi la mitad que el de mis padres, tan solo tenía una cama vieja con hierro que chirriaban cada vez que te sentabas en ella y una mesa de madera bastante oscura justo debajo de la ventana. Tenía un armario a juego con la mesa en el que tenía todos los abrigos y sábanas guardadas y en los pequeños cajones estaba mi ropa. En las paredes, amarillentas por el tiempo y la humedad, había dos pequeños tablones que hacían de estanterías donde colocaba mis libros y mis dos únicas muñecas que me quedaban de cuando era pequeña.

Me acerqué para cerrar la ventana que estaba un poco entreabierta, hacía frío, mucho para aquella época, a pesar de las temperaturas tan bajas que solía haber aquí.

Me senté en la cama sin dejarme caer para no hacer mucho ruido y me quedé mirando al suelo de madera clara.
No podía dejar de pensar en lo que había dicho Michael de salir de aquí. No creía que eso fuera posible, ni mucho menos seguro.

De repente me fijé en un pequeño papel que sobresalía por debajo del armario, lo saqué poco a poco y encontré una fotografía desgastada en la que salían dos personas cogidas de la mano, parecían mis padres, pero no estaban aquí, era en otro lugar, más luminoso, más brillante, con árboles muy finos que no había visto antes y tras ellos había una zona de agua muy grande y brillante.

Está fotografía ya la había visto antes, la guardé en el fondo del armario, supongo que se caería al sacar alguna cosa. Ya intenté preguntarle a mis padres sobre la foto, pero se enfadaron y no quisieron decirme nada pero conseguí guardarme la foto para mí, ya no me acordaba de ella.

Cada vez que le preguntabas a alguien de este pueblo buscando información de lo que había más allá del bosque te daban largas o simplemente no te respondían, incluso los más mayores solo miraban hacia abajo y decían que éramos muy pequeños para comprenderlo y por mucho que insistieras nadie decía nada.

Me tapé con el edredón intentando conciliar el sueño pero aquella noche no pude dormir bien, no dejaba de dar vueltas en las cama y de pensar en el denso bosque que nos rodeaba constantemente.

La TormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora