[ D I A 4 ] MAFIA

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— ¡Muy bien! Empezaremos donde nos quedamos ayer. En la Escena 3 del Segundo Acto: ¡El temible Líder de la Mafia Italiana, Jean-Carlo Rossetti le confiesa su plan, a Lorena de la Garza, de matar a su padre por un ajuste de cuentas pendiente desde su turbulento pasado! ¿Están todos listos?

México estaba revisando el libreto y viendo desde lejos la organización de ese teatro improvisado que habían construido en uno de los salones eventos del Hotel Dressen. Les había quedado bastante bien para ser construido con materiales que obtuvieron de ahí mismo: las sabanas de las habitaciones eran un excelente telón, y unas mesas viejas abandonadas en la bodega les sirvieron para construir una tarima.

El vestuario lo improvisarían usando la propia ropa de todo el personal que, con gusto, la pusieron a disposición para todo el elenco.

Los días ya se habían transformado en meses, los meses se iban acumulando en el calendario; y México con sus 43 diplomáticos seguían sin tener una fecha de su liberación. A pesar que no se rendían ni perdían la esperanza que, algún día, volverían a casa; ya era bastante aburrido estar solo ahí, viéndose las caras unos a los otros sin hacer nada, custodiados día y noche por la guardia de la Gestapo.

El Embajador y México empezaron a organizar eventos artísticos nocturnos donde todos participarían con algo, al principio eran pequeñas tertulias donde cada uno de los presentes compartía la lectura en voz alta del libro que estaba leyendo, o recitaba sus poemas favoritos, otros daban una pequeña función de canto aprovechando que uno de los guardias alemanes sabía tocar el piano. El mismo guardia les ayudó a que, en compañía de una guitarra que uno de los mexicanos logró cargar entre sus cosas, pudieran organizar una noche de baile; en fin, cada día era diferente.

Pero con el pasar de días los libros se terminaron, ya no había más poemas en la memoria, al guardia alemán se le agotaron las melodías y llegó un momento donde todo lo que pudieron hacer, lo hicieron.

Así que ahora tocaba inventarse material nuevo.

— ¡Si, su excelencia!— respondió el elenco al unísono.

— No se dice: "su excelencia". Se dice: "señor Director"— contestó de forma humorística el Embajador a lo que los presentes solo rieron.

Todos tomaron sus posiciones, los dos actores principales, el asistente de México llamado Miguel y una mujer, Inés; se quedaron en medio de la tarima. La mujer se hincó, poniendo sus brazos en la espalda, fingiendo estar atada.

— Empezaremos la escena en 3, 2, 1... ¡ACCIÓN!

***

Inició del acto.

Jean-Carlo: ¡Lorena de la Garza! Mis subordinados me han informado que te niegas a comer, a beber agua, o a siquiera ducharte. ¿Quieres explicarme el motivo de esta negativa en tu comportamiento? Se te ha dado todo lo que necesitas: privacidad, trato digno y buena comida; acaso todavía no es suficiente para que, tan lo menos, puedas portarte un poco más colaborativa.

Lorena: (con voz de enfado) ¡El hecho que esté privada de mi libertad, ante un desconocido que asegura que asesinará a mi padre, ¿no es suficiente motivo que justifique mi reticencia, Señor Rossetti?!

Jean-Carlo: (Se acerca a Lorena, la toma de los antebrazos y la levanta violentamente del suelo) Le aseguro, señorita... (jala a Lorena hacia su pecho y acerca el rostro al de ella. La cabeza de Lorena latiguea un poco simulando la intensidad del agarre) Su querido padre se ha ganado a pulso el querer que lo maten. Es casi un milagro que siga con vida, ha destruido tantas que el hecho que siga respirando en este mundo es una ofensa. Si no fuera yo el que busca asesinarlo sería otro, y si ese no quisiera aparecería otro más. Créame, señorita, la lista es bastante larga.

EL JILGUERO DEL BOSQUE    T H I R D M E X    W E E K    2 0 2 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora