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Katsuki se mantuvo de pie frente a los aposentos del emperador

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Katsuki se mantuvo de pie frente a los aposentos del emperador.

Con las manos entrelazadas en su espalda y la mirada fija al frente, su semblante no reflejaba otra cosa que la seriedad más absoluta, pero por dentro... Solo los Dioses conocían los tormentosos secretos que bullían en su interior. Solo el cielo sabía de las lágrimas que había derramado noche tras noche, oculta en las frías paredes de aquel magnífico palacio. Solo la luna sabía de su soledad y de su amor cuyo nombre no podía revelar.


Tras un par de minutos una joven doncella se aproximó a ella. Tenía el kimono blanco característico de la servidumbre y se acercaba con lentitud, de forma gradual y tímida sin dejar de observarla. Katsuki la había visto desde que dio vuelta en el pasillo, a unos metros de distancia.

Cuando la joven se encontró cerca, carraspeó con suavidad.

―Señorita Yamagawa. ―Katsuki apenas si pudo escucharla.

―Dime.

―Quería decirle algo importante, es relacionado con la nueva esposa del emperador.

Katsuki elevó el mentón y descargó un leve suspiro.

―¿Qué sucede?

La chica tenía la mirada hacia el suelo, pero a pesar de ello la guerrera pudo percatarse de que señalaba a los guardias que las rodeaban. Entonces Katsuki se movió unos pasos para que ella pudiera hablar con soltura.

―Bueno, es que ya sabe lo que dicen en todo el palacio. La madre emperatriz ya se ha enterado y escuché que está muy molesta. Creo que, a usted, como el gran chambelán de los aposentos del emperador, este asunto sin duda le compete.

―¿Qué es lo que dicen en el palacio?

―¿Aún no lo ha escuchado? Anoche nuestro señor echó a la emperatriz consorte de sus aposentos. Es la primera vez que un emperador no pasa la noche de bodas con su esposa. Temo que pueda meterse en problemas por ello.

Con esas palabras, Katsuki sintió un nuevo aire de esperanza recorriendo su cuerpo. ¿Entonces el emperador aún la amaba? ¿Estaba dispuesto a desobedecer las sagradas leyes del palacio por ella?

Disimuló una breve sonrisa de ternura.

―No debes preocuparte puesto que nadie en la Tierra puede meter en problemas a nuestro emperador ―afirmó con una voz firme y seria―. Puedes marcharte, Ling. Si sabes algo más no dudes en decírmelo, quiero saber todo lo que sucede en los aposentos reales.

La joven asintió, dio media vuelta y se marchó en silencio sin saber que acababa de darle nueva vida a esa guardia real que ahora sonreía para sus adentros.


***

Yang Liau no podía dejar de observar el pequeño libro que le había entregado su madre apenas la tarde anterior. Sus mejillas se ruborizaban con cada vistazo y sus ojos no podían dejar de recorrer los colores y las siluetas de modo ávido y silencioso.

Imperio de soledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora