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Me encontraba en el cubículo del ascensor, mirando mi teléfono para verificar la lista que tenía...Mary Klein...ya la mate, Elisa...bueno esa aun me falta; me encargaría de ella esta noche cuando fuera a la junta de cazadores.
Entre al vestidor y escuche un ruido en mi departamento. Metí la mano en mi bolso y saque una manopla de plata. — ¡¿Quién esta ahi?! —Nadie contesto así que seguí caminando hasta el pasillo, escuche un ruido en la cocina, me devolví y vi a Mike sacando comida de mi despensa—Es en serio Mike ¿No te enseñaron a no meterte en la casa de las personas? Y menos si son cazadores.

—Lo siento Sara, pero es que me quede sin comida y no me darán mi provisión hasta la próxima semana ¿Sabes dónde está el pan?

—En el cajón de la derecha...no puedo creerlo, solo tenías que pedirlo—suspire—Bueno saca lo que quieras y cierra la puerta cuando te vayas.

—Gracias Sara—Me dirigí al baño. Deje una pistola al lado de la bañera, abrí la llave y me desnude; quitándome mi falda de tubo hasta las rodillas y mi camisa blanca elegante...Bueno todo seguía como siempre. Mi cabello negro hecho un desastre, mis ojos marrones, mi piel blanca y tatuaje en el cuello al lado derecho que simbolizaba mi clan; una línea zigzagueada, una especie de V en medio y otra línea como la primera. Era pequeño por lo que solo los conocedores y yo, la veían.

Me sumergí en la tina y observe mi teléfono... ¡Mierda la lista que me envió Sharon es eterna! Puse el teléfono a un lado. Metí mi cabeza en el agua mirando el techo y cuando sentí la necesidad de respirar salí de la tina tomando mi toalla y caminando a la cocina para ver si Mike ya se había idó. Dejo la puerta abierta. —Lo primero que le digo y lo primero que no hace—Susurre y Camine hasta ella para cerrarla. Un ruido me sobresalto por lo que me gire de inmediato— ¿Mike? —Me moví hasta el pasillo y alguien me agarro por detrás, era fuerte, sus manos eran bastante gruesas y deduje que era un hombre adulto. Puso su mano con un pañuelo en mi boca y nariz, forcejee pero en cuestión de segundos perdí la conciencia.

Me desperté con un dolor de cabeza horrible, tenía aun mi toalla. Estaba amarrada a una silla de madera. Intente forcejear...estos nudos están bien hechos...La única persona que hace nudos tan bien es mi padre. Mi padre...—Ya te despertaste.

—Papá por amor a dios que susto que me diste. Sabes, me hubieras dicho que querías verme y habríamos conversado como personas normales.

—Lo siento Sara, pero es la única forma en que aceptarías el trato.

— ¿De qué me hablas viejo? Suéltame.

—Hija quiero que entiendas que te quiero, pero se ha decidido tu compromiso.

— ¡AH! Déjate de estupideces, si fuera eso no me atarías a una silla.

—Bueno hija, es cierto.

—Bien y ¿para eso me tienes que amarrar?

—Lo que sucede es...

—Directo al grano papá.

—Recuerdas el tratado de paz, el que te comente...acerca de que ellos nos darán uno de los suyos y nosotros uno de los nuestros.

—Claro que lo recuerdo ¿eso que tiene que ver conmigo?...Espera, espera te refieres a ¿Es a mí a quien entregaras?

—Si...

— ¡PAPA! —El giro su rostro lleno de vergüenza—No, no lo aceptare. No iré a la boca de esos chupasangres.

—Ellos te escogieron...no puedo hacer nada, no puse parámetros para eso.

—Espera a que esté libre de esta silla.

—Eres igual que tu madre...tan fuerte y tan valiente. Sara no dejes que te suceda nada. Por eso te entrene tan duro, para que fueras la mejor...todo está en la mente.

—Papá ¿A qué te refieres?

—Bueno. Sara fuiste escogida por él desde niña...tienes que ir o si no, nos matara a todos.

—Papá hablas de...

—si.

— ¡No me jodas!—

—Mike, por favor llévala...ya está afuera el auto esperando—. Mike me miro a los ojos y me llene de miedo.

—Por favor—Dije por lo bajo. No me miro, puso el cloroformo en un pañuelo.

—Lo siento—Lo acerco a mi boca y nariz. De nuevo apareció ese vértigo que me hacía dormir.

—Los odio... —Murmure.

Mis ojos se entreabrieron en un auto de sillas de cuero, color negro. Me encontraba en el asiento trasero y mire por la ventana. Se veía el cielo despejado y algunas ramas de los árboles. Levante con desdén mi cabeza. Un hombre ancho conducía el auto y al lado de él había una mujer de cabello vino tinto, vestida de negro. Oh dios mi cabeza... intente moverme y la mujer volteo. Tenía ojos azules y una piel blanca, era preciosa, aunque yo sabía que era—Duérmete... pronto llegaremos a Rumanía, a la mansión de nuestro señor.

—No le des explicaciones Carmen — ¿Rumanía? Eso estaba muy lejos de mi hogar...

Desperté en una habitación completamente blanca, sin ventanas, con dos puertas. Me levante  de la cama en la que estaba. Camine hasta la primera puerta que era de madera. La abrí y me di cuenta de que era un simple baño. Me acerque al espejo y vi mi cuerpo. Llevaba un vestido blanco hasta las rodillas. ¿Qué diablos? ¿Quién me puso esta ropa? Claro que en este momento eso no me importaba porque lo único que quería era salir de ahí...camine hasta la otra puerta y vi que era de metal doble reforzado—Demonios, estos chupasangre son inteligentes. Mi padre debió advertirles que podía abrir cualquier cerradura con una uña—. Hablando de cerraduras; ese Mike se las verá conmigo cuando salga de aquí...si es que salgo. Escuche a alguien acercándose y corrí de nuevo a la cama y me recosté en ella haciéndome la dormida. Después de escuchar cómo se abría la pesada puerta cerré los ojos.

—Es inútil que te hagas la dormida, sabemos que estas despierta por las cámaras—Me levante escuchando eso y mire mejor al hombre, lo reconocí era el que conducía el auto, por su cabello castaño y también por la mujer pequeña que estaba a su lado, la tal Carmen. —El señor quiere verla—Se acercó a mí y yo tome su mano. Lo hice girar sobre mí para luego tirarlo en el piso. Salte sobre la cama y le lance una almohada a Carmen, como era de esperarse ella con su mano se la quitó mientras yo salía por su lado. Corrí y vi una estatuilla en la pared. La lance al suelo y esta se rompió. Tome uno de los pedazos y pude ver como el hombre salía de la habitación caminando hacia mí. Sentí una mano por detrás y vi a Carmen sosteniéndome del brazo, forcejee pero fue inútil. Si tan solo tuviera plata en este momento.
Me arrastraron por el suelo, yo llevaba los brazos cruzados y con cara de pocos amigos. Se detuvieron en una puerta plegada y Carmen me llevo por la habitación. El piso era de mármol color crema y las paredes de un amarillo pálido, era espaciosa y de techo alto. Al detenerse me soltó y camino de nuevo hasta la entrada. Voltee mi cabeza para mirar y había un hombre de traje negro bebiendo de una joven rubia de ojos azules que gemía de placer en un sofá blanco alargado detrás de una piscina. Arriba había un vitral de color azul. No entiendo que de bueno le veía a que la estuvieran matando lentamente.

—Señor, Sara Cromwell Varst—Él hombre no respondió y yo me enoje. Me quite uno de los zapatos y se lo lance en la cabeza. Carmen abrio los ojos como platos.

—Hola vampiro, podrías por lo menos parecer que te importa—levanto la cabeza de inmediato. Era realmente guapo, con ojos azules, cabello castaño, su piel era blanca y tenía un semblante fino.

—Así que eres Sara.

Atados (+16) Disponible en NovelameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora