3. Una amistad férrea

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En el instituto todos cantaban canciones de Los Cuervos. Esa tarde, las chicas del equipo de Futbol se enfrentaban con un pueblo cercano, Villanueva, que había sido su rival deportivo durante mucho tiempo.

Kara, hecha un manojo de nervios, jugaba con las bandas de su mochila esperando a Amelia a la entrada del instituto. Tenía puesto el uniforme rojo y negro del equipo, y debajo los shorts y la camiseta, así que solo debería pasar por el vestuario a dejar sus cosas y salir a la cancha.

Aunque su amiga seguía algo enfadada por lo ocurrido el día anterior, le había prometido que estaría con ella durante su primer juego, o bien alentándola o bien abucheando al equipo contrario. Kara de verdad necesitaba distraerse con sus palabreríos: de otra manera, le daría una crisis de ansiedad.

- Te sienta bien el uniforme.

Kara saltó en su lugar, volteándose hacia Lena, que justo le guiñaba un ojo. Soltó una risita ahogada y se enderezó, tratando de actuar normal, aunque sin saber cómo lo conseguiría luego de la noche anterior.

El sueño que tuvo fue muy extraño, quizás alentado por la charla con Diana acerca de Temiscira o por la conversación con Lena, quién sabe. 

Recordaba haber visto a Lena paseándose descalza por las playas de una Isla montañosa y selvática. Iba vestida de blanco, con el cabello oscuro ondeando al viento. La acompañaba una pantera negra. Kara, que trataba de alcanzarla, corrió a través de la costa a su encuentro. Lena se volvió hacia ella y le pareció que sus rasgos eran arrebatadores, etéreos como los de ninguna otra mujer, niña o joven que jamás hubiese visto. Su piel pálida, sus ojos esmeralda atentos y sensibles le removieron rincones del cuerpo que jamás había pensado que podrían despertarse de aquella manera. Nunca había deseado algo con tanto fervor: necesitaba alcanzarla, estar cerca de ella. La idea de tocarla le erizaba el vello, le anegaba la conciencia.

Cuando tendió una mano y la otra joven también, despertó súbitamente, acalorada y con una placidez desconocida alojada en el vientre. Pensaba en Lena y en sus labios, ya no como algo que admirar, sino como una especie de botín inédito.

Había pensado mucho al respecto durante las horas que siguieron. Se encontró a sí misma siempre pendiente del encuentro con esa mirada que tanto la impresionaba, pero durante las clases, no la halló por ninguna parte.

Ahora que Lena estaba al fin frente a ella, tuvo la sensación irreal de seguir sumergida en su sueño. El corazón, tras un vuelco repentino, comenzó a latirle de prisa. Lena la observó extrañada.

- ¿Estás bien? Te veo un poco agitada. ¿Es por el partido?

Kara trató de respirar, dándose cuenta de repente de que había dejado de hacerlo. Su exhalación se oyó entrecortada.

- S-Sí... - mustió.

Era claro que a Lena no le había cerrado su respuesta, pero pasó a otra cosa.

- Me gustaría verte. ¿Es a las tres?

Kara deseó que la tragase la Tierra. El hecho de jugar, con todo lo podía salir mal, ya la alteraba, pero que Lena estuviese allí...

- ¿Te-Te gusta el fútbol? - consiguió preguntarle.

Lena se encogió de hombros, acomodándose el bolso.

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