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Lo sentía. Sentía las miradas y los murmullos por los pasillos. 

Si antes por su mala fama se hablaba mucho de él, ahora la cosa había empeorado.

No había día en el que no sintiera voces pasando a su alrededor mientras caminaba. Ojos juzgadores, seguramente disgustados o asqueados. Lo señalaban y se hablaban al oído. A saber qué comentaban.

A su yo de principio de academia nunca le habría importado lo que rumoreasen sobre él. Su orgullo y ego gigantes no dejaban pasar ningún comentario negativo a su cabeza. Pero ahora mismo, que su baja autoestima les había ganado, la situación lo tenía inquieto.

Giró a gruñirles a un par de chicas que se le habían quedado mirando, haciéndolas retroceder del susto. Pero más que miedo, sus caras denotaban lástima.

Como si fuera un pequeño niño. Como si quisieran, de alguna forma, leerle el alma y descubrir si realmente las marcas que se dibujaban en su cara reflejaban lo destrozado que también debía estar por dentro. 

Volteó con un bufido. Qué fastidio. No necesita la compasión de nadie.

– ¡Katsubro! –

Recibe el saludo alegre de Kirishima al entrar al aula acompañado de una sonrisa filosa. No entiende cómo es que después de todo lo que pasaron pueda seguir siendo la misma persona radiante de siempre.

– Buen día. –

– No parece que tengas un muy buen día. –

– Entonces cállate para no empeorarlo. –

Fue a su escritorio seguido del pelirrojo, no había mucha gente aún a esas horas. Le gustaba, aunque no fueran demasiado ruidosos siempre era necesario un momento de paz y silencio por la mañana.

Vio a su amigo pasar de largo para sentarse en su lugar, saludando al rubio eléctrico del que, si fuere un año más joven, se habría sorprendido de verlo repasar apuntes antes de clases. Así es, Kaminari había aprendido a tomar nota y revisarlas para memorizar temas. Incluso él, que siempre era el alma de las bromas ahora parecía más tranquilo, más inteligente, pero igual de cariñoso. En general, todos habían madurado bastante luego de la guerra.

Por su parte, él había desarrollado cierta amabilidad, sus problemas de ira iban cada vez mejor y casi no tenía ataques de pánico. Sentía que nunca había estado mejor mentalmente, y sin embargo...

– Deja de mirarme, Uraraka. –

La chica se tensó un poco por la vergüenza de haber sido descubierta, susurrando un pequeño "perdona", y se volvió a sus cosas. Katsuki, que no había alzado la vista de su libro, pudo aún notar al menos otras tres miradas clavadas en su nuca.

Cerró los ojos e inhaló profundamente. No quería ni saber quiénes eran ni cómo lo estaban viendo. Sentía que si lo hacía no tardaría en ponerse tedioso.

Ellos ya lo conocían hacía ya dos años, ¿por qué harían algo que saben que le molesta?

"No me miren, no me miren, no me miren, no me miren más, carajo.."

A veces deseaba arrancarse la piel muerta, así nadie más podría darle siquiera una pizca de muestra de pena.

A veces sólo deseaba volver el tiempo atrás y ser más fuerte en esa batalla. Así habría podido cuidarse mejor y no estar ahora preocupándose por estupideces de su aspecto físico.

Y a veces, sólo a veces, deseaba desaparecer para no tener que lidiar con lo irremediable.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por un saludo desde la puerta. Timbre alegre pero suave, normal para las siete de la mañana. Pelo verde rizado revuelto, que ni con la mejor rutina de cepillado a la mañana se podía acomodar bien. Pecas salpicadas por su cara. Y el pequeño corbatín mal puesto en su uniforme. Levantó la mirada al sentir sus pasos acercarse hasta él.

– Buenos días, Kacchan. – le dijo con su típica sonrisa.

– Hola, Izuku. –

El chico tenía ese algo que simplemente lo hacía sentir bien con su presencia, porque sabía que no le causaría ningún mal. Lo observó por un momento, sin tema de conversación para matar el silencio, solo admirándolo.

Pero al notar que las esmeraldas, que reflejaban amabilidad, lentamente se oscurecieron, algo se movió dentro suyo. Fue casi invisible, pero también notó que curvó los labios en una mueca. Algo pasó, algo debió haberlo hecho cambiar de opinión y dejar su pequeña plática matutina de lado por esa vez, porque sin más abandonó su escritorio, yéndose al propio. Pero nada había pasado. Ni una discusión, ni un gesto, nada.

Sólo lo había visto.

El rubio sintió un dolor en el pecho.

"No, por favor, tú no."

Volvió a hundirse en su libro, queriendo que la tierra lo trague.

"No me mires como todos los demás."




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⏰ Última actualización: May 21, 2023 ⏰

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Scars // Katsuki Bakugo (💥)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora