★ . Clases

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     Y allí se encontraba la figura de la de cabellera aurea, sentada en aquel banco de madera, con su mentón reposado en su propia mano mientras oía al profesor que yacia en frente suyo. Algunos golpes eran dados en las patas de la mesa con la ayuda de sus zapatos, aquellos que en la mañana tan incómodos se le habían hechos, que incluso terminó con varios de sus dedos adornados en puntos rojos que sucumbian de dolor internamente.

     Su atención fue capturada una vez el campaneo resonó en toda la academia, ya era hora de irse a casa. Claro, no tendría que irse todavía, lamentablemente. Quedaba hacer la limpieza de la escuela, cosa que no le gustaba demasiado, pero tampoco le disgustaba. Un punto medio en sí.

     Tomó sus cuadernos y los apiló en la mesa, también cerró su cartuchera una vez metió sus lápices y resaltadores. A través de aquellas tiras, levantó su mochila y la colocó en sus muslos, con la idea de colocar sus útiles en su interior y así empezar de una vez por todas la tarea institucional que se le era dada. Quería terminarla lo antes posible, no quería ver a ciertas personas. Aunque ellas perfectamente querían verlo a él, y de eso se lamentaba tanto.

     Su atención pronto fue capturada por un brazo que rodeó sus hombros, cosa que lo asustó en gran magnitud. No quería levantar su mirada, sentía que ya sabía de quién se trataba, pero aún así las ganas de descubrirlo lo sucumbían, ganando la batalla de pensamientos.

     Era uno de ellos. Era uno de esos que lo atormentaban, era Shoyo.

—Buenas, buenas, Haru —una patética sonrisa había aparecido en sus labios una vez esas palabras fueron dadas. Haruka se sentía asqueado de solo verlo, quería irse—. ¿Por qué me miras así? Hoy nos toca limpiar juntos... Claro, no nosotros dos solos, Hazuki me mataría ¡Jaja!

 —... Por favor, no me toques.

 —Ajá, como digas... —sus palabras finalizaron una vez la puerta fue abierta. Él sonrió—. Hablando del rey de Roma. ¡Hola, Hazuki! Mira a quién me he encontrado, justo como querías. ¿Verdad que soy un amigo tan genial? ¡Eso, Shoyo!

—Cierra el pico. Aléjate de ella, estúpido.

—¿Nos levantamos de malas o por qué la agresión? A veces eres tan cruel...

     Decidió ignorar la conversación y solo fijar su mirada en el grupo que comenzaba a adentrarse en el salón. No era un grupo cualquiera, claro que no. Era el grupo de aquel castaño que tantas ideas y cosas perversas tenía en la mente, según la joven de cabellera rubia. Y allí estaba él, aquel pelinegro de ojos avellanas ojerosos, más aquella piel que era un poco más oscura de lo que el estereotipo perfecto tenía. Nagisa Keisuke, ante los ojos de esos tipos y toda la escuela, un matón más que tenía el privilegio de ser lindo y el favorito de Hazuki, pues no era obligado a realizar nada; pero ante los ojos de Haruka, era el chico más bonito interna y exteriormente, su pareja y con quien esperaba estar mucho más tiempo de lo que podría. Quien lo había sacado de aquella soledad vacilante.

     No fue sorpresa cuando notó que evitaba mirarlo, era algo que siempre había notado del chico. Detestaba mirar cuando le hacían algo, él mismo se lo había dicho en una de esas tantas noches donde se tenían únicamente el uno al otro.

—¿Sabes, Haru? Ayer me he visto unos vídeos, me gustaría probar unas cosas.

     Sus pies habían vuelto a pisar la tierra, por lo que guió su mirada en dirección del joven, quien lo miraba con una completa atención tras sentarse en una silla enfrentada al banco en el cual se encontraba. Y estaba obligada a verlo, después de todo siquiera podía escapar, estaba rodeada por aquellos hombres... Siendo la excepción el otro pelinegro, quien solo vigilaba que nadie entrara. Como siempre, él era solo un testigo.

Pretty MessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora