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Lo que dije el día donde nuestros caminos fueron separados, nunca fue real. Nunca lo sentí.¿Lo recuerdas? Hazuki había descubierto nuestra relación hacía exactamente tres meses atrás. ¿Sabes? Siento que, en todo ese tiempo, mis disculpas nunca pudieron cerrar ese vacío que sentías por solo recordarlo. Siento que nunca pude darte una buena mirada del lado en el cual me encontraba, y siendo tú mi pareja de aquel entonces, no puedo evitar pensar en lo mala persona que fui por pensar que hacía lo correcto. No lo era, ahora lo comprendo.
Habías llegado a mi casa a las 14:38 y mi abuela te había recibido, por lo que te quedaste hablando con ella. Para las 14:55 ya estabas subiendo a mi habitación. Yo no podía, no quería verte, no en aquel entonces.
Nunca supe la razón de tu venida, nunca te la pregunté, tampoco pude hacerlo. Tenía miedo de lo que pudieses contestarme, pero estaba equivocado. Solo te vi a través del reflejo de la pantalla apagada de la computadora, con tu figura erguida y un tanto silenciosa, rasgo del que probablemente nunca te has dado cuenta que atribuye tu figura. Pero entonces percibí tu alegría. Y yo, como el tipo malhadado, nunca comprendí la razón. ¿Por qué encuentras bondad donde no la hay, eh, Haruka? ¿Por qué tu mirada es iluminada por aquellos seres incautos? Y entre esos seres, estaba incluido, aunque no lo aceptaras. Admiraba aquel rasgo tuyo, porque no solo perdonabas, sino que tenías criterio. Te tenía tanta envidia, y eso me fascinaba.
Y llevando al cabo pensamientos negativos, me he dejado dictar por ellos, dejándote a ti de lado sin saber la razón. Solo me gustaría decir que lamento los silencios por los que pasaste conmigo, lamento no haber podido contestarte esa pregunta; pues recuerdo que prometí que nunca te haría pensar de más, pero fallé. Lamento las cicatrices, lamento tu llanto, pero más lamento que me hayas conocido, porque no merecías el trato de aquellas personas en la escuela.
—Nagisa... —fue tu tono alegre y dulce, pero yo siquiera miré— Tu abuela me ha dicho que estabas aquí y que no querías hablar, pero yo estoy justamente para eso, chistoso... Ja.Ni una sola mirada o respuesta, en la espera de que entendieras cosas no muy certeras. Pero siendo tú una persona de inteligencia, supiste que eso no era lo que yo quería, tú seguiste hablando en tu tono natural, uno que sabías que amaba. Pero no sé qué me pasó que siquiera fui capaz de verte o hablarte, yo no estaba preparado. Perdóname, Haruka.
—¿Estás enojado conmigo, Nagisa?
Mordí mi mejilla internamente, pero decidí que me iba a mantener firme a mi palabra, por lo que decidí ignorarte y empezar a utilizar la consola que había estado en mis piernas desde hace ya un rato. La había abandonado desde que oí el sonido de tu voz en la sala. En aquel preciso instante, bastó no verte para sentir tu agobio, lo que me generó un sentimiento... Tan extraño. Era como si no te conociera, como si estuviese hablándole a un extraño. Aunque era al revés, yo era el verdadero extraño a tus ojos.
—Oye, no me ignores, por favor. No sé qué hice como para que me trates de esa forma, pero creo que podemos pensarlo y conversar si quisiéramos. Así que deja eso y-
—No quiero verte, vete de aquí, no tienes nada qué hacer.
Sentí cómo el nudo en mi garganta comenzaba a pronunciarse, sensación que detestaba en definitiva. Esas palabras, ese tono de voz, la sola mirada dedicada; ellas no eran reales. ¿Por qué? ¿Qué me pasaba? ¿Por qué era que trataba de alejarla de mi vida ahora que podíamos vivir sin una mentira? No lo sabía. No lo sabía, pero quería hacerlo. Jamás pude.
Tal vez fue mi culpa. Tal vez si no lo hubiese abofeteado aquel día, él no se hubiese molestado; podría haber mentido, pero te hubiese abandonado con sus tratos; tal vez si no hubiese cedido a la palabra de ser su amigo, no hubiese habido inconveniente alguno... Tal vez si siquiera hubiese nacido, mis padres estarían con mi abuela, siendo un matrimonio alegre y sin una verdadera complicación. Tú nunca me habrías conocido, nunca te hubieses venido a esa escuela, nunca te hubieses ensuciado por mi cuerpo, nunca hubieses resultado herida de esa forma tan... Inhumana. Pero ya guardabas cosas de la que no pude salvarte, y de eso me lamentaba tanto. Siempre lamenté el día en el que te dejé ir, estuvo en mis recuerdos incluso hasta cuando no podía recordar. Fuiste luz en mi vida; yo en la tuya, sombra. Me enfurecía ese pensamiento, pero más me enfurecía que lo refutaras.—Pero yo- [...] —sin más nada que hacer, alborotado por la situación, arrojé mi consola, la cual impactó contra tu cabeza. Escuché el sonido del quiebre de la pantalla, pero para ese entonces, siquiera me importaba. Yo solo me levanté de mi silla y te miré—. Nagisa, hablemos...
—No quiero hablar nada contigo, no eres nada, no puedes hacer nada. Olvídate que existo, Haruka. Vete, por favor... No hagas esto más difícil de lo que ya es.
Sentí mi vista nublada, sentimiento que reprimí, era bueno haciéndolo. Ahora éramos dos mentirosos en una misma habitación; tú con tu tan brillante sonrisa, yo con mi abstinencia al llanto. Creo que ambos sabíamos el pesar ajeno, porque yo te conocía. Yo conocía tu forma de levantar tus comisuras, del cómo tus ojos se cerraban ante una amena sonrisa y del cómo tus labios daban acceso a un ligero aire. No sonreías, llorabas. Y fue tu llanto, lo que me hizo notar tu estado. Estabas bien. Tu cuerpo estaba bien. No habían moretones en tu rostro, tampoco rasguños ni sangre. Me sentí aliviado, pero nunca lo supiste. Nunca pudiste hacerlo. Tu pálida piel estaba en condiciones buenas, y si había algo, eran marcas viejas que ya había visto. Entonces... ¿Era yo el problema que tenías? ¿Para qué habías venido entonces? Mi pecho solo se oprimía en su lugar, asfixiándose de lo que verdaderamente sentía.¿De verdad pudiste sentirlo, Haruka? ¿O fue en ese momento donde cortamos nuestro lazo? Porque, a pesar de que pedía a gritos que te quedaras, cruzaste esa puerta después de despedirte.
Miré a través de la ventana para verificar que te ibas, pero efectivamente así era. Me extrañé cuando vi a Hazuki en la vereda del frente, mirándote de una forma tan... Repugnante, una de siempre. Luego su mirada se posó en mí, él también se despidió.
Pero había una diferencia y era que él sonreía. Él sabía el plan de una semana, y se alegraba.