2. And can you make it last forever?

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Es despues de un mes que Spreen regresa de arduos combates y conquistas de drops mortales en el mundo extremo. Cruza los portales hacia el pueblo central de Tortillaland en compañía de sus amigos, el Equipo Tryhard, quienes están de visita a falta de un lugar más a mano en el que descansar y recuperar fuerzas.

—Asi que por estos lares andaba nuestro chico tortilla —comenta Farfa, observando los alrededores con curiosidad. Es la primera vez que visitan el sitio de residencia de Spreen de los últimos años.

—Está lindo, che. Un poco destruido nomás pero safa —agrega Cris, vendándose un brazo mientras camina. Todo el grupo presenta alguna lesión visible en distintos grados de daño, pero se mueven como si nada a pesar de ello. Simplemente están acostumbrados.

—Está todo hecho mierda, qué dices —dice Conter entre risas, y recibe un empujón de parte de Spreen que lo hace trastabillar.

—Pasaron cosas loco, no critiquen. No saben el lore —regaña el oso, y señala hacia los locales que aún están de pie entre las ruinas—. Vengan que por acá compramos un par de cosas y vamos para el Pueblo Naranja. A casita —dice lo último en un suspiro.

Está realmente feliz de volver. Después de todo, fue un mes de mucha actividad y movimiento. Si bien es algo que le encanta y disfruta de la competitividad extrema con cada célula de su cuerpo, es igual de bueno estar de vuelta en casa, a la tranquilidad del mundo de Tortilla que siempre aguarda a su regreso.

Están a punto de cruzar el sendero hacia el puesto de recursos cuando Spreen recuerda de golpe lo que lo apega a estos lares del universo, lo que realmente lo hizo permanecer por tanto tiempo y siempre lo hace regresar.

Carre lo mira con los ojos bien abiertos desde su lugar en la plaza central, y Spreen ralentiza el paso, a penas el esbozo de una sonrisa cruzando por sus labios.

—¿Qué onda, pa?

Entonces Carre reacciona.

—¡Amigo!

Spreen no hace más que exhalar una risa sorprendida cuando choca contra él la masita enana de curvas suaves que es el cuerpo de Carre, haciéndolo tambalear un poco y desacomodándole las gafas. El de orejitas puntiagudas usa ambos brazos para colgarse de su cuello con entusiasmo, y hace que Spreen vuelva a reír, nervioso por el repentino contacto pero aún más feliz de haberlo encontrado tan pronto. Siente que se le hincha el pecho al ver a Carre y percibir una vez más ese aroma familiar que le trae tantas sensaciones de comodidad, que es tan suyo y tan lindo le parece. Lo ha extrañado tantísimo y es en ese momento en el que se percata, sintiéndose a sí mismo apretar el cuerpo más chico entre sus brazos magullados de peleas, pegándolo a su pecho. Tal y como siempre, se le cierran los ojos de gusto.

—Carre...—ríe, y se aparta un poco para mirarlo.

Carre no lo suelta del todo para volver a sonreírle, y en un acto impulsivo de su parte, le frota las mejillas con las suyas y le ronronea pegado al rostro. Ante eso, el sonido que sale de Spreen es tal como si le hubieran pegado en el estómago.

Es un gesto cariñoso, pero también extremadamente íntimo. A la sensación paralizante la acompaña un latigazo frío que le recorre la columna y le hace temblar el cuerpo cuando los dedos de Carre le acarician la nuca y las orejas, y la punta de su lengua asoma por su boca para comenzar a acicalarlo cual si fuera un cachorro. Su toque es delicado, casi imperceptible al humedecerle la piel de la mejilla y la mandíbula a medida que se mueve, pero es suficiente para que se le erice hasta el último vello. Cierra los puños en torno a la cintura de Carre, simplemente para aferrarse a algo mientras se le revoluciona todo el cuerpo por lo que le está haciendo.

Cupid hit me with precision | happybearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora