6 | Nuestros encuentros

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Era evidente que el verano destacaba en el día a día

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Era evidente que el verano destacaba en el día a día. Diariamente el sol pintaba la ciudad con sus rayos y calentaba bastante a las personas sin dificultad. Aun así, Liliana estuvo de acuerdo en salir a pasear con Derek en la ciudad, lo que le sorprendió —aunque dejó pasar— fue el hecho de que su padre le permitiera ir poco más lejos siempre y cuando Derek fuese con ella.

—Aravá —saludó Liliana a la reina la cual estaba tomando asiento en el comedor junto a la princesa.

El rey y la princesa estaban en sus respectivos lugares, Sebastián les había avisado que el rey y el príncipe tenían asuntos que resolver así que no podrían presentarse en el desayuno, sin embargo, la reina estaría presente y Derek se incorporaría un rato después.

—Aravá, princesa; Aravá, rey.

Guillermo alzó la mirada hacia Yedana, le dirigió una sonrisa y regresó a su plato.

—¿Cómo pasó la noche, mi reina? —Liliana habló mientras soltaba sus cubiertos y ponía total atención a lo que Yedana fuese a decir.

—Bien, descansé bastante. Y, de hecho, me puse a pensar en que podrías salir hoy con Derek... —Yedana rápido reaccionó, incluso sin recibir alguna mirada extraña de parte de Liliana, por lo que agregó: —Claro, es una sugerencia ya que el día está despejado, si tienes planes o simplemente no quieres, es algo comprensible.

Liliana negó con ternura y estaba a punto de hablar, pero su padre le cortó las palabras.

—Estoy de acuerdo —ambas quedaron confundidas por las primeras palabras que había dicho el rey desde que se sentó—, sal con él.

Liliana se aclaró la garganta y miró seria a su padre. —Sí —regresó la mirada tierna a la reina y continuó—, quiero salir. Esperemos a que vuelvan y le preguntaré.

—¡Perfecto! —Yedana se emocionó, recargó sus brazos sobre la mesa y entrelazó sus dedos— ¿A dónde planean ir?

—Pues no creo que esté... —Liliana quería decir «permitido»— sea prudente ir tan lejos —le clavó la mirada a su padre antes de que este volviera a contrastar sus ideas.

—Vayan a donde quieran.

Un silencio incómodo se perpetuó por casi una hora en la que Liliana se sirvió tres veces, por petición de Yedana, quien le dijo que una princesa tan fuerte como ella necesitaba comer bien para estar lista ante cualquier conflicto que se le presentara.

Afortunadamente, el príncipe llegó. Al parecer dejó su armadura en la armería ya que el pelinegro portaba una camisa blanca llena de relieves en los brazos, simulando un mayor tamaño de estos, y un pantalón negro.

—Hijo, qué bueno que llegas —habló Guillermo, quitándole nuevamente las palabras a alguien—, siéntate.

—Aravá, muchas gracias. —El príncipe tomó asiento y no tardaron algunas sirvientas en llevarle comida, sin embargo, él informó que ya había desayunado así que sólo acompañaría en la mesa—. ¿Cómo están? —habló a su madre y a Liliana— ¿durmieron bien?

Más allá de los reinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora