11 | Nuestra convivencia

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—Buenos días, princesa —le pareció lo más correcto a Arleth

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—Buenos días, princesa —le pareció lo más correcto a Arleth.

La voz ronca que Liliana escuchó sólo causó calor en las mejillas y ensimismamiento total. Cómo habían llegado a esa posición era algo que sólo las estrellas sabían, sin embargo, el calor ya se estaba haciendo irritante por lo que Liliana apartó con sus manos el pecho de Arleth e intentó susurrar: —Buenos días.

Arleth no tardó en hacer lo mismo con la cintura de Liliana, la cual había sido presa de los brazos dormidos de la castaña. Un color rosado apareció en las mejillas de Arleth, sin embargo, ninguna de las dos lo notó al reincorporarse con prisa y sin mantener la vista sobre la otra.

—¿Es tarde ya? —preguntó Liliana. Intentando distraer su cerebro de lo reciente y pensar en otra cosa, le llamó la atención el hecho de despertar a la par de Arleth.

—Es temprano, de hecho. —Arleth sobó su cabeza y vio que los demás seguían en sus cuartos.

—¿Qué hacemos entonces? —Arleth volteó a ver a la Liliana cuando esta habló, se veía preciosa.

El cabello revuelto habitual brillaba con los rayos de sol, sus mejillas seguían entintadas de rosado lo que le resaltaba pequeñas pecas regadas sobre estas. Tenía una blusa blanca de manga corta y unos shorts grises, ese fue el conjunto que Arleth le prestó. La castaña vio de arriba abajo a la princesa, de verdad era bella.

En otra situación, le hubiese gustado conocerla más. Su infancia se basó en vivir con sus hermanos, y en Eslovaquia nunca tuvo amoríos serios, por lo que sería algo nuevo darse la tarea de conocer a alguien.

—Bajemos, podemos desayunar.

Acordaron verse en la planta baja, pero primero Arleth se bañaría y cambiaría su ropa sudada. Liliana agradeció la distancia y la aprovechó para aclarar su cabeza luego de tanta tensión.

Decidió bajar las escaleras para llegar a la sala, pero notó que había dos pares de zapatos, parecían sandalias, sin embargo no tenían pedrería y parecían ser bastante sencillas. Como estaban al pie de la cama, intuyó que un par era para ella y otro para Arleth. Con esos zapatos puestos, bajó por fin hasta llegar a su destino. Era verdad, no había nadie, aunque eso no significaba que los y las demás estuvieras aún en cama.

Así pues, se pensó dos veces si hacer el desayuno sería atrevido o grosero pues esa no era su casa, sin embargo, sería un detalle el cual le gustaría dar, pero podrían pensar que lo hace para que confíen en ella rápido... aunque, a fin de cuentas, ella sí esperaba que el clan viera que no es una amenaza.

Con eso en mente, se metió detrás de la barra y vio las canastas que habían dejado Rexha y Kerai el día anterior, tenían frutas y algunos vegetales. No se puso el delantal verde que Nolan se colocó anteriormente porque en ese caso sí se sintió como si fuera a cometer una intrusión, mejor se quedó cuestionando si tocar o no las cosas de la canasta. Rexha le dijo que el huerto era general, pero cada quien cultivaba algunas cosas personales, ¿sería ese el caso de las canastas? ¿se trataba de un cultivo en general?

Más allá de los reinosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora