four

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—Gracias —dijo con los labios pegados al dorso de mi mano.

Y ahí iba mi corazón desbocado, una vez más.

Retiré mi mano de su contacto muy nerviosa. Marie nos miró de hito en hito, primero a Mason y luego a mí. Me aclaré la garganta y dije —Ahora, voy a necesitarte, Marie.

Ella alzó las cejas con sorpresa mientras Mason
fruncía el ceño.

—Te voy a enseñar a ver el rostro de una persona con tus manos.

Mason apretó el bastón ansiosamente mientras yo lo ayudaba a sentarse al pie de la cama.

Me quité un converse y lo dejé en el lugar de donde quité el banquillo del escritorio. Sólo para recordar el lugar exacto y volver a acomodarlo allí.

Marie soltó una risita divertida y me ruboricé
lentamente

Coloqué el banquillo y lo dejé frente a Mason.
—Siéntate, por favor, Marie —dije mirándola.

Ella se sentó frente a su hijo quedando cara a cara.
Me paré junto a ellos y dije —Mason, vas a recorrer su rostro con tus manos y me vas a describir sus facciones. ¿Crees que puedas hacerlo?

Frunció el ceño.

—Pero no serviría de nada porque conozco el rostro de mi madre. —observó él.

Hice una mueca.

Tenía razón. Tenía que ser alguien a quien no conociera.

—¿Por qué no tomas mi lugar? —sugirió Marie.

Abrí los ojos como platos de la sorpresa y titubeé.

Marie se levantó del banquillo y me hizo sentarme sin que tuviera tiempo para protestar.

—Mason puede hacerlo contigo y describirte hacia mi. Yo le diré si es correcta la descripción que me dé.—dijo Marie parándose justo donde yo me encontraba.

Me desvené el cerebro intentando encontrar una buena excusa; un buen motivo para no ser yo la que tuviera que estar tan cerca de aquel chico tan extraño pero no lo encontré.

Miré a Mason y dije en voz baja —Está bien.

Él elevó ambas manos con lentitud y las puso sobre mis mejillas con delicadeza. El simple toque hizo que la piel se me pusiera de gallina.

Sus manos eran cálidas y grandes. Sentí mi corazón acelerándose y cerré los ojos con fuerza intentando tranquilizarme. Deslizó su mano derecha por mi mejilla hacia abajo y su meñique me acarició aquel punto en el que la mandíbula se une con el cuello.
Me estremecí por completo y apreté los puños intentando no jadear.

Deslizó su mano hacia arriba y rozó mi oreja.
Posicionó su mano en mi nuca. Su pulgar me rozaba un costado del rostro y el resto de su mano en mi cuello. Me sostuvo con firmeza mientras con la otra mano examinaba mi rostro.

Contuve la respiración mientras las yemas de sus dedos bordearon mis labios, mi nariz, mis pómulos, mi mandíbula, mi frente.., sonrió al tener que alejar un par de mechones de cabello de mi frente y siguió su recorrido por mi sien.

Sentí sus dedos cerca de mis ojos y cerré los ojos.
Segundos después, los senti sobre mis párpados cerrados.

—Sus ojos son grandes —comenzó a hablar con la voz más ronca de lo normal —, tiene pestañas largas, nariz pequeña, labios gruesos pero pequeños, pómulos marcados y la mandíbula fina.

Marie abrió los ojos con sorpresa. —Así es. —dijo.

Mason sonrió.

Su mano se deslizó fuera de mi nuca. Su toque había sido eliminado y pude respirar con naturalidad otra vez.

Mason parecía satisfecho con el mismo.

El resto de la tarde la pasamos dándole objetos sin decirle que eran para que él, con el tacto, lo descubriera. Se frustraba con mucha facilidad al no reconocer los objetos al primer intento pero, tras varias rabietas, comenzó a acertar con rapidez.

Eran casi las nueve de la noche cuando decidí dejarlo por ése día.

—Terminamos por hoy —anuncié con una sonrisa cansada. Miré el reloj y recordé mi tarea de química. No iba a dormir ésa noche.

—¿Vendrás mañana? —preguntó Mason poniéndose de pie aferrado al bastón blanco.

—Sí, pero será más tarde, ¿Está bien?
—dije.

Bien. —Mason me sonrió amablemente y apreté
su mano.

—Descansa —dije.

—Gracias —dijo él con una sonrisa tímida.

Sonreí y bajé las escaleras con rapidez.

Al pie de la puerta, se encontraba Marie esperándome.

—Muchas gracias, Isabella.—Dijo apretando mi mano.

—No hay de qué —dije regresándole el gesto.

Vi que intentó sacar un par de billetes de su monedero y abrí los ojos como platos.

—Toma —dijo. —. No es mucho, pero...

—iNo, no y no! —dije alzando las manos a la altura de mis hombros. —, no puedo aceptarlo.

—¿Cómo no vas a aceptarlo?, Toma —dijo extendiendo el dinero hacia mi.

—No, Marie. Lo hago con mucho gusto, de verdad - dije negando con la cabeza.

—Pero...

—Sin ningún "pero". Lo hago porque me nace hacerlo.

Marie, sin decir una palabra, se me echó a los brazos tomándome por sorpresa.

—¡Gracias, Isabella!, ¡Muchas gracias!.— Dijo sollozando.

Se me formó un nudo en la garganta mientras correspondía su abrazo.

Marie era una mujer que amaba a su hijo más que a nada en éste mundo y podía notarlo.
Era la clase de mujer que daría todo por su hijo.

Tomé el autobús rumbo a mi casa y aquella noche, fue la primera noche que soñé con sus hermosos ojos marrones. Fue la primera noche que soñé con
Mason..

Though I can't see you | Mason ThamesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora