Parte 2

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Horacio se encontraba en el área de la cocina decorando unas porciones de pasteles tres leches con rapidez y agilidad a la vez que metía al horno pequeños bollitos con la masa de galletitas de chocolate.

Una suave melodía sonaba en el lugar haciendo que mientras trabajaba menease la cabeza al compás, totalmente sumergido en su labor.

Cogió la bandeja con las porciones de tres leches ya hechas y fue a la parte delantera del local. Abrió el mostrador y colocó en el lugar correspondiente aquella bandeja sonriendo victorioso al ver como los clientes inmediatamente fijaban su vista en aquello, sin duda se acabarían en un pestañear de ojo.

Por unos segundos se permitió observar a la clientela, aún habían muchas personas, como todas las mañanas. El tintinar de la campana en la puerta lo hizo dirigir la vista a la entrada y su corazón dio un brinco al ver a aquel alto hombre que tanto le llamaba la atención, una sonrisa se dibujó en su rostro inmediatamente cuando sus miradas chocaron, sonrisa la cual creció más al notar el leve y casi imperceptible sonrojo que se tiñó en las blancas mejillas del recién llegado.

Siendo consciente de que aún debía estar al tanto de otra cosas atrás, con su vista contó la cantidad de personas que habían delante de su persona y se hizo a la idea de en cuánto tiempo debía cambiar de turno con alguno de los chicos para quedar en recepción y poder atender al tan guapo sujeto.

Con prisa volvió a la parte de atrás con la emoción al flor de piel ¡Había venido! aunque lo dudó mucho en la noche, terminó viniendo, definitivamente era el comienzo de algo. Debía intentar que sea el comienzo de algo.

Casi pega un grito al ver a otra persona en el área de cocina, pero inmediatamente volvió a la calma al ver que se trataba de Alek.

—Dios, casi me matas de susto— Mencionó llevando una mano a su pecho intentando calmar su agitado corazón.

—Perdona— rio levemente— Buenos días y perdona nuevamente, se me hizo unos minutos tarde, pero lo compensaré quedándome más tiempo hoy— Se disculpó el menor colocándose una rejilla en la cabeza y un delantal.

—Tranqui, no pasa nada, de todas formas Gus no se habrá dado cuenta y yo no diré nada— rio cómplice el moreno palmeando el hombro del menor tranquilizándolo.

—Ya... pero de todas formas — Hablaba mientras sacaba del horno, el cual recién había sonado el timbre dando aviso de que había pasado el tiempo indicado, unos croissants con el color y tamaño perfecto— Sé que llegar tarde esta mal, aunque tú quieras consentirme siempre.

—Me alegro de que sepas que está mal y con que lo tomes en cuenta me basta— Sonrió Horacio complacido sintiendo el exquisito aroma de aquellos panificados inundar todo el lugar — Y quién dice que yo te consiento? — fingió ofensa dramático.

—Es verdad, perdona, cómo se me ocurre — Empezó a rellenar algunos de los croissants con crema y otros con dulce mientras hablaba— Por cierto, muchísimas gracias por el pastel, a Mamá le encantó ... y a mi hermano también — Mencionó lo último con un tono más bajo desviando rápidamente la mirada hacia su jefe para observar su reacción. Una sonrisa apareció en sus labios al ver como Horacio intentaba esconder otra sonrisa totalmente satisfecha.

—Me alegro de que les gustara, hoy llévale algún postre más a tu Madre, es su cumpleaños así que consiéntela mucho.

—Vale, lo haré — Accedió el menor.

—Oye, te encargas tú un momento aquí? Voy a ir a encargarme de recepción, te mando a Gustabo — Pidió Horacio mientras se sacudía el delantal y deshacía de su rejilla.

—Ajaaa, yo me encargo, tu ve tranquilo — Habló alargando las palabras dando a entender que ya sabía la razón por la cual justamente en ese momento decidía ir a recepción cuando él siempre prefería pasar las tardes en recepción y las mañanas en la cocina.

𝐄𝐓𝐄𝐑𝐍𝐎 𝐀𝐌𝐎𝐑 • 𝐕𝐎𝐋𝐊𝐀𝐂𝐈𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora