- mamita, lo que está la kinesio
★ en donde el jugador del ciclón
intentaría no caer en los encantos
de la kinesiologa del plantel.
lenguaje argentino.
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Valen reprimió una risa.
Los intentos de dibujos abstractos fallidos de su amiga la hacían reír. No era una novedad que emma no poseía aquel talento, y cada vez que la susodicha lo intentaba terminaba en catástrofe.
— no logró descifrar que es — admitió frunciendo el ceño.
la castaña la miro obvia — es un pez, ¿que es lo difícil de entender? — mordisqueó su labio inferior.
río — más que un pez parece un tren.
emma suspiró.
— no estás preparada para mi talento.
Emma ejercía en la planta de abajo, administrando papeles del club. Como las dos trabajaban en el mismo horario, se conocieron transformándose en mejores amigas.
La fémina volteó su teléfono para observar la hora. Cuando vio los números marcados en el celular, suspiro fuertemente.
— tengo que ir con los chicos — ladeó su cabeza tomando sus cosas — deséame suerte para estar dos horas sentada en el banco de suplentes.
Dejo aquel comedor para encaminarse hacia el entrenamiento del plantel superior. Hoy le tocaba estar junto a ellos para estar atenta si alguno se lastimaba, y sanarlo rápidamente.
Sus pisadas resonaban en el establecimiento, pues tal hora estaba desocupada por varios trabajadores, pocas personas se encontraban allí.
Presionó varias veces el botón del ascensor, tomando por sorpresa que por parte aquel objeto no recibió respuesta alguna.
Lo apretó algunas veces más, logrando su rendida.
— botón de mierda — masculló.
— creo que así de fuerte no se aprieta eso — hablo en tono burlesco una voz.
Al girarse se encontró con aquel reciente jugador con el que ya había tenido un encuentro. El castaño se encontraba con el vestuario de entrenamiento y un mate en la mano, el cual, claramente, estaba tomando.
— no sube más — volteo los ojos.
— seguramente esté parado. o nos toca esperar, o nos toca bajar por las escaleras. te acompaño porque, según creo, vamos al mismo lugar.
asintió — las escaleras me dan miedo, están obscuras y sin uso.
agustín río — no vamos a llegar nunca entonces...
la fémina bufó — seguime, y acordate que hoy tenes sesión — el asintió.
— ¿queres uno? lo cebe yo — le ofreció, guiñándole el ojo.
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Al arribar a la cancha, los dos se dividieron hacia donde tenían que ir.
Valen camino hacia el cuerpo técnico, el cual estaba ya anotando en minis pizarras tácticas de juego.
— llegaste tarde — musitó benjamín.
— no me digas — dijo, sarcástica.
El rubio la despeino, logrando un bufido de ella.
— cuando insua termine de hablar, te juro — remarcando las últimas dos palabras — que te mato.
Y cumplió aquel juramento.
Tomó la mano del varón para tirarla hacia el pastizal, mientras el trataba de librarse de su agarre.
— pelotuda te odio.
La ojiazul sonrió inocentemente, sacudiendo el pasto de sus manos.
— no pienses en volver a hacerlo o me va a tocar a mi atacarte.
Rodó los ojos.
— ¡bidartt! veni a atender a vombergar.
Ella obedeció, llamando la atención del susodicho.
— me tira el isquiotibial — la fémina tomo delicadamente su pierna para masajear la zona afectada.
Luego, tomó una crema para esparcirla en el músculo.
— toma asiento acá, y estira el pie. no lo fuerces.
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Sonó la puerta.
Valen asomo la cabeza, intentando localizar a la persona la cual quería entrar al consultorio.
— pasa — vociferó.
— llegue re temprano — alzó las cejas, sonriente.
— digamos que si — bostezo — toma asiento en la camilla, giay.
El obedeció.
— ¿como te sentiste hoy?
— incomodo, me dolía bastante — ella escucho atentamente.
— trata de no entrenar hasta que te diga, ¿si? — asintió. — move el pie hacia la derecha.
realizó aquella acción — me duele.
— no te presiones. vas a tener que venir otra vez mañana.
— no es un problema para mi eso — tomo un sorbo del mate.
— ¿no se te enfrió? — cuestionó.
— na, acá en el club se mantiene calentito — valen río.
— si no tenes ninguna duda, podes irte.
— ¿el doctor fachero es tu novio?
la morocha relamió sus labios — terminamos por hoy.
el la observo, negando lentamente mientras sonreía — gracias por la ayuda, doc.
Ella chistó la lengua. Detestaba ese apodo.
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