CAPITULO 3

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        Lance y yo nos conocimos cuando ambos éramos estudiantes en segundo año, y si soy totalmente honesta, no fue uno de esos escenarios románticos. No salieron chispas la primera vez que nos vimos, no hubo mariposas cuando sus dedos rozaron los míos.

        Fue más como que nos dimos cuenta que, bueno, éramos uno para el otro.

        Comenzó cuando nos encontramos en el mismo grupo de estudio de la clase de economía, que pateó mi trasero. A pesar de prestar atención en clase y estudiar constantemente, la tarea era más difícil para mí que para el resto. Todavía seguía sufriendo en tratar de descifrar las respuestas cuando el resto de mi grupo de estudio ya había escrito sus respuestas.

        Después de un tiempo, me cansé de seguir en el grupo, así que, solo pretendía que lo entendía, solo tenía que lidiar por mi cuenta con la confusión en mi dormitorio.

        Luego, una noche, cuando me estaba sintiendo, particularmente, frustrada, al borde de las lágrimas, porque no entendía nada y los demás entendían todo, Lance me habló del otro lado de la mesa de biblioteca, y preguntó casi el mismo tópico que me avergonzaba consultar.

        Lo mismo pasó con la pregunta siguiente. Y la siguiente.

        No fue hasta la quinta pregunta de Lance haciéndose el tonto que me di cuenta que no había escrito ni una palabra mientras el resto del grupo, le explicaba pacientemente. Ni siquiera estaba mirando su tarea, la cual, luego descubrí, que había terminado hace horas.

        Me estaba mirando.

        Cuando incliné la cabeza cuestionándolo en silencio, me hizo un guiño.

        Y eso, mis amigos, es cómo ganar a Parker Blanton. Ayuda con la tarea, seguido por un guiño sutil e insinuante.

        Me atrapó. Me atrapó completamente.

        Y, hay que señalar de que cuando Lance tenía un caos en su cabeza tratando de entender simbolismo en Literatura Británica en nuestro primer año, yo lo ayudé con su tarea, muchas gracias.

       Sé que no suena sexy, pero, como dije... es lo correcto.

       O, por los menos, eso era.

        Momento de confesarse. Tengo veinticuatro, probablemente, en mi mejor momento, con un hermoso y sensato novio...

        Y mi vida sexual, de verdad, apesta.

        No siempre ha sido así. Perdí la señorita V en mi primer año en la universidad con un sexy jugador de béisbol, que vivía al final del pasillo, eran dormitorios mixtos. Salimos por un par de meses antes de comprobar la vieja lección, algunas veces ser compatible en la cama no es suficiente para que una relación funcione. Luego de muchas comidas con silencios incomodos, nos separamos sin rencores. 

        Tuve una aventura con uno de los amigos de Ben, más tarde ese año, pero eso fue más como una noche del tipo mucha cerveza y poco sentido común, y terminó en una gran y enorme nada.

        Y luego... Lance.

        Nuestra relación física progresó lentamente. Creo que ninguno de nosotros quería arruinar algo lindo por apresurarnos. Y luego, tuvimos sexo, fue bueno. Realmente, bueno. Bueno, bastante bueno.

        Pero, por los menos, era frecuente.

       Y entonces, un par de meses atrás, solo... se detuvo. Quiero decir, supongo que de alguna forma sé la razón. El trabajo que ha tenido ocupada, y él tiene que estudiar y trabajar.

Blurred LinesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora