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Por aquel entonces yo trabajaba en una pequeña librería del centro

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Por aquel entonces yo trabajaba en una pequeña librería del centro. Era un sitio raro regentado por la señora Jia; una vieja dama china que, por alguna razón, había acabado viviendo en nuestro pequeño pueblo. Su librería no era la más moderna, ni la más importante, ni tampoco la más limpia; pero era la mejor. Aquel lugar tenía algo especial, olía siempre a libro viejo y café, podrías perderte horas buscando entre las estanterías y, si algo te gustaba, la señora Jia tenía un rincón al fondo del local con un par de sillones y una mesilla por si te apetecía quedarte a leer.

El día que me contrató para cubrir algunas de las tardes durante la semana, me sentí muy afortunado. Habría hecho más dinero en cualquier otro lugar, quizá en el restaurante vintage de la acera de enfrente, pero no habría sido lo mismo ni por asomo.  Hay quien pensaría que era un trabajo aburrido y demasaido silencioso;y, he de reconocer que algunos días era cierto, pero siempre entraba algún cliente y, con suerte, pasarte un buen rato hablando sobre novelas y libros.

Fue una de esas tardes aburridas y tranquilas cuando la campanilla de la puerta me sorprendió organizando una caja de nuevos libros que habían llegado por la mañana. La señora Jia me había pedido que lo hiciera, ya que era demasiado pesada para su avanzada edad.

- ¡Un momento! -grité desde la trastienda, dejando una pila de libros a un lado antes de salir. - ¿En qué puedo ayuda..?

Él estaba de espaldas hacia la entrada, con los brazos cruzados, pero llevaba la misma beisbolera del equipo de rugby; el mismo pelo corto por los lados y revuelto por arriba en determinados bucles; la misma aura seria y calmada condescendencia.

- ¿Qué haces aquí? -le pregunté.

JiMin al fin se giró hacia mí, me miró en silencio todavía con los brazos cruzados sobre el pecho, marcando un par de bíceps que se podían distinguir incluso bajo la gruesa tela de la beisbolera.

- Quería verte -dijo al fin.

Asentí con la cabeza, pero como  eso no pareció suficiente para qué continuara hablando, añadí:

- ¿Para qué?

- Yo..-silencio de nuevo-,no...-más silencio.

- ¿Sí? -insistí. Quizás él no tuviera nada que hacer; pero yo tenía una caja de libros esperándome en la trastienda.

Alzó la cabeza, cómo si quisiera mirarme un poco por encima, antes de decir:

- No fui justo contigo el otro día.

- Ah, eso, sí, em -negué con la cabeza- No pasa nada.

Ese hubiera sido el momento en el que se hubiera girado e ido de la tienda, pero se quedó ahí, sin moverse, sin dejar de mirarme fijamente a los ojos. Debía reconocer que había algo especial en la forma en la que lo hacía, algo animal y salvaje.

Una vez había visto un documental en la que un león hacía lo mismo con otro. Apartar la mirada significa someterse a la autoridad del que ganaba. Estaba seguro que no tenía nada que ver pero...aún así no parpadeé ni un instante.

- ¿Eso es todo? -tuve que preguntar tras un minuto entero de aquel incómodo intercambio de miradas en silencio.

JiMin se encogió de hombros como toda respuesta.

- Bien emm... tengo cosas que hacer -le dije, señalando la puerta de la trastienda- Si no te importa...

- Quieres que me vaya -murmuró con tono serio.

Entreabrí los labios, sin saber muy bien qué responder. Por la forma en la que lo había dicho parecía que le había ofendido el hecho de que estuviera ocupado.

- Tengo que mover unas cajas y colocar los libros -le expliqué, sonriendo lo suficiente para que no pareciera una excusa- A no ser que quieras preguntar algo o que te ayude a buscar, tengo que volver al trabajo.

- ¿Qué vendéis aquí?

Esta vez fui yo él que se quedó un momento en silencio mirándole, pero duró muy poco porque me empecé a reír.

- Vale, esa me hizo gracia -reconocí.

JiMin movió la cabeza a los lados, mirando las estanterías repletas de libros y volvió a mirarme. Ni siquiera sonrió, lo que me hizo pensar por un instante que aquello no era broma.

- No importa -murmuró antes de darse la vuelta.

- No, no, espera -le pedí- Si buscas algún libro en especial puedo encontrarlo, o si quieres alguna recomendación.

- Otro día -le oí decir a lo lejos antes de cerrar la puerta.

Me quedé en mi sitio tras el pequeño mostrador. Tenía la desagradable sensación de que había hecho algo mal. Quizá dicho algo equivocado.

Me encogí de hombros y volví a la trastienda. Había sido un detalle que hubiera venido a disculparse.

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Todo lo que podríamos ser tú y yo ♡ jikooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora