❝Jungkook nunca creyó que llegaría a conocer a Jimin. Tampoco se imaginaba la clase de chico que se escondía detrás de aquella imagen perfecta de jugador de rugby y rey del instituto. Y por supuesto, nunca pensó que podría llegar a enamorarse de él...
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Jimin no fue capaz de mirarme a la cara después.
Lo abracé durante mucho rato hasta que él se levantó y me dijo que era tarde. Fuimos a la parte de adelante del coche y Jimin condujo en un profundo silencio de vuelta a casa. Yo...yo no sabía que hacer o decir. ¿Debía hablarle como si no hubiera pasado nada? ¿debería sacar el tema e intentar ayudarle? No... él no había pedido mi ayuda. No sabía lo que estaba pasando por su mente, ni si era la clase de cosas en las que yo debería meterme.
Quería ayudarle, pero necesitaba que él me pidiera ayuda primero. No podía obligarle a hablar de algo de lo que no quería hablar, no podía obligarle a ser alguien que no quería ser.
- ¿Estás enfadado? -Me preguntó a mitad de camino-
Fruncí el ceño y lo miré.
- Claro que no -respondí.
- Yo lo estaría -murmuró en voz baja-
- Jim, tú y yo somos personas muy diferentes -me reí un poco, pero sonó triste y apagado-
El asintió con la cabeza y no volvió a hablar en todo el camino. Cuando llegamos al semáforo, detuvo el coche y me quité el cinto. Abrí la puerta, pero su mano me detuvo antes de que pudiera salir. Sin apartar la mirada del frente me dijo:
- Gracias...por todo.
Me sonó a despedida, a la última vez que las daría. Algo se rompió dentro de mí y sentí que se me humedecían los ojos.
- De nada -sonreí, uniendo todas las fuerzas que me quedaban- Ya sabes dónde estoy si me necesitas.
Jimin asintió lentamente con la cabeza y cerré la puerta. Se fue, como siempre se iba, lejos de mí.
Aquella noche, de camino a casa, supe que jamás volveríamos a estar juntos. Sentí un profundo vacío en el pecho y se me humedecieron los ojos. Era estúpido. Yo había sido un completo estúpido y me había dejado llevar un poco. Había perdido la razón y había sepultado muy dentro de mí esa voz que me decía: «Ten cuidado Kook. Jimin nunca va a ser lo que tú quieres que sea. Él no va a quererte. Él no puede quererte»
Ya lo sabía. Desde el principio siempre lo supe. Pero seguía esperándole cada viernes con una sonrisa en el rostro y el corazón acelerado. Y ahora no era más que otra de esa larga lista de personas del instituto desesperadas por conseguir, aunque sólo fuera, un minuto de su atención.
Comencé a llorar en silencio.
Nunca me había sentido tan estúpido en mi vida.
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