Epilogo

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El cumpleaños de Sarah llegó y fue festejado por su flamante novio y sus amigos hasta bien podía decirse lanzar la casa por la ventana (o mejor dicho el castillo, en este caso) y sin necesidad incluso de una fiesta de "Dulces dieciséis".

Desde el momento en que despertara, Jareth se había encargado de sorprenderla con el más hermoso y especial ramo de flores que ella viera en la vida, el cual al contener un ejemplar de cada tipo de los que existiera en la Tierra, ocupaba como una gran escultura casi la mitad de la habitación. Sarah indudablemente se llevó las manos a la boca impresionada al verlo y luego el corazón se le llenó de emoción al tomar la delicada tarjeta dorada entre sus manos y leer lo que en impecable caligrafía impresa, decía:

"Para mi reina. Feliz cumpleaños.

Este va a ser un día inolvidable y empieza a partir de ahora.

Te espero en el comedor para desayunar.

Tuyo por siempre, Jareth"

La siguiente sorpresa llegó por idea del grupo. Se organizó un desayuno de primera en el que fueron servidos absolutamente todos los manjares que a ella le gustaban, al constituir la comida más importante del día. Sarah en agradecimiento les dio un largo abrazo a cada uno de sus amigos y un gran beso a Jareth, quien además por tratarse de una fecha tan esperada había hecho un hueco en su apretada agenda para pasarla a su lado. Emocionada entonces hasta las lágrimas les reiteró a todos que lo que encontraba más importante era tenerlos allí con ella en su día especial.

Los chicos le llevaron sin embargo también regalos, aun cuando ella les había dicho con mucha anticipación que no hacía falta.

Hoogle le obsequio una nueva y verdadera joya que adquiriera. Un brazalete de ópalo y brillantes que compensaba al de plástico que ella le diera una vez para que le guiara en pro de poder atravesar el laberinto.

-Una joya para otra joya- le dijo teniendo que bajar un instante la mirada, al recordar su no muy buen accionar y su comportamiento interesado de entonces, más al recibir sin esperárselo un beso en la mejilla en retribución por parte de ella, se alegró y ruborizó a la vez comprendiendo que no le guardaba rencor.

-Gracias Hoogle por ser un gran amigo. Siempre me tendrás a tu lado cuando me necesites-

Sir Didymus por su parte, le regaló una gruesa enciclopedia con información completa y actualizada sobre los reinos mágicos, que le recalcó le serviría para conocer más sobre la nueva vida a la que tendría que ir acostumbrándose

-Esto es un regalo insignificante para lo mucho que se merece, My Lady- con modestia en un momento expresó, pero en respuesta Sarah le dio un abrazo.

-Esta forma de agradecerte es insuficiente para todo lo que tú y Ambrosius han hecho por mí. Los quiero mucho, quiero que siempre lo tengan presente- arrodillándose para quedar a su altura, profirió, consiguiendo que de la profunda mirada del honorable caballero escaparan unas cuantas lagrimitas.

Por último, Ludo le llevó una cajita de donde para asombro de ella saltó ni bien tomarla en sus manos una adorable y amaestrada pequeña ardilla adornada con un lazo rosa, que la quedó escrutando por unos instantes sin demostrarle ni un poquito de miedo y provocándole una inmensa ternura.

-Pancha, amiga… de Sarah- el enorme compañero de las rocas, le presentó

-¿Panchita?- dijo Sarah sonriendo mientras acariciaba la cabeza de su nueva mascota y ésta parecía cómoda y complacida –Muchas gracias Ludo, creo que ella y yo seremos buenas amigas- opinó contenta de tener ahora un nuevo animalito al cual mimar, en vista de que echaba tanto de menos a Merlín, quien se quedaría con Toby.

Un Camino Entre Las Estrellas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora