Capitulo 2: Debe Ser Amor

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Era una noche fresca y Sarah disfrutaba escuchando a los grillos cantar alrededor. Su largo vestido de algodón color verde agua, de la misma tonalidad de sus ojos, llegaba hasta el césped y producía un leve sonido al arrastrarlo al caminar junto con sus pisadas en sus ballerinas color esmeralda. En un principio no atinó a descubrir donde se encontraba pero al avanzar en medio de la oscuridad, ésta fue disipándose, permitiéndole divisar unas románticas farolas encendidas de un parque, las cuales reconoció enseguida. Si no hubiese estado plenamente consciente de estar dentro de un sueño, se habría preguntado que hacía allí a esas horas en que jamás acostumbraba ir.

Siguió caminando despacio más allá del pequeño puente que cruzaba el lago hasta llegar a un frondoso roble, el más grande del parque, que quedaba junto a la orilla y para su asombro encontró el lugar invadido de una extraña luminosidad que no procedía a la del alumbrado público. Embelesada pero cautelosa por aquel especial brillo en el que parecían danzar las luciérnagas, se acercó lo suficiente a dicho árbol para curiosear y entonces se dio cuenta de que no estaba tan sola en el sitio como creía.

Su corazón se empezó a acelerar con un presentimiento instantes antes de distinguirlo. Él estaba allí, de perfil, entre las sombras y la luz donde flotaban fragmentos de dientes de león para hacer el momento más especial, como cientos de sueños dentro de su propio sueño. Yacía arrimado a un costado del roble lanzando al aire uno de sus mágicos cristales y atrapándolo después con su mano con la ligereza familiar de un malabarista, lo mismo que pensara la primera vez que lo viera. Parecía como si estuviese esperando por alguien y se lo notaba medio aburrido… a la vez que un tanto triste.

-¡Por fin!... llegas tarde- objetó entonces sin mirarla y sin emoción en su voz, todavía ocupado en lo suyo.

Ella que no salía del asombro de encontrarlo allí, se impresionó más al es escucharle hablar de nuevo. Había estado convencida de tener un montón de cosas para decirle si se le daba la oportunidad de volver a verlo, las que incluso había planeado con anticipación, sin embargo en esos momentos se le borró todo, dándose cuenta además de que hasta se había quedado estática.

-Tú…yo… ¿por qué estás aquí?... o mejor dicho ¿qué hago yo aquí?- sintiéndose torpe, apenas pudo preguntar. El Rey de los Goblins se volteó en ese instante hacia ella como correspondiendo también al sonido de su voz, poniéndola nerviosa al clavar sobre ella su atractiva mirada azul, por lo que Sarah tuvo que carraspear antes de volver a preferir algo, habiendo olvidado en parte lo hermoso que era.

-¿Por qué me encuentro aquí, es lo que deseas saber?- expresó él con sarcasmo y una sonrisa burlona, dejando el tronco del roble para dar los primeros pasos hacia ella. Lucía impecablemente elegante como siempre, vestido por completo de cuero negro –Estoy aquí porque tú me llamaste- contestó con simpleza aunque más que respuesta parecía ser una acusación.

-Yo no…no lo hice- Sarah tartamudeó dubitativa, retrocediendo un poco mientras intentaba librarse del hechizo de sus ojos. De haberlo hecho, no se acordaba pero intuía que Jareth no iba a dar su brazo a torcer

-¡Claro que sí!- espetó él –Lo hiciste a través de esa canción tan sosa…pero me agradó- añadió encogiéndose de hombros. Sarah notó que una vez más se entretenía observando su turbación y comenzó a enfadarse, reprochándose a la vez a sí misma el no haber sido lo suficiente cuidadosa para seleccionar la música de su mp4 y demasiado débil por no atreverse a borrar las canciones que le resultaban comprometedoras. No obstante, la situación ya estaba dada, no como hubiese querido pero así era y ya solo le quedaba dar cara a los hechos, enfrentándolos.

Jareth como leyendo sus pensamientos sonrió complacido y enseguida le ofreció el brazo.

-¿Nos vamos?- le preguntó.

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