Capitulo 4: Amigos En Las Buenas Y En Las Malas

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-¡Sarah, despierta, despierta!- un grito acompañado de un zamarreo le trajo de vuelta al mundo real y la joven castaña se descubrió acostada en su cama afiebrada, angustiada y sudorosa.

-¡¿Qué pasó, dónde estoy?!- tenía muchas interrogantes en su mente pero lo primero que debía hacer era constatarse si había vuelto al mundo real o todavía continuaba en el de fantasía. Tenía además el cuerpo un tanto adolorido como si hubiese sufrido una caída, aunque más doloroso era el sentimiento que le que atravesaba en su interior, la constancia de una pérdida, el haber dejado ir al amor verdadero.

-¿Que dónde estás? Pues en nuestra habitación, en el colegio, ¡aquí en Suiza!, ¿dónde más ibas a estar?- Alice contestó abriendo los brazos con gracia ante una pregunta que hubiese sonado boba a oídos de cualquiera pero para Sarah era de vital importancia.

Al reconocer con tristeza el lugar donde se encontraba, se llevó una mano al rostro y comprobó que estaba bañado de lágrimas. Qué iba a ser de su vida se preguntó de inmediato en la parte más oscura de su desolación, cuando sentía también como si hubiese perdido de alguna forma una parte de sí misma, de su alma.

-¿Qué voy a hacer?- dijo llevándose las manos a la cara, sin importarle ya demostrarse tan devastada frente a su amiga.

-Sarah tranquila, todo está bien- trató de calmarle Alice angustiada al ver su estado –sabes, si es que estás así pensando en los chismes que puedan empezar a decir sobre tu mamá mañana, no te preocupes que ya está todo arreglado. Acusé a Angélica con las Hermanas delante de todas y no le quedó más que reconocer que inventó una mentira. Si hubieras visto el regaño que le dieron no estarías llorando. Todas en el comedor lo vieron, debe ser una gran vergüenza pero se lo tiene bien merecido- le contó, creyendo ingenuamente que su sufrir se debía a aquella trastada que habían intentado hacerle.

Consiguiendo calmarse un poco, Sarah se incorporó no sin dificultad, encima de la cama, desesperarse no le ayudaba en nada al final en esa situación. Debía sacar fuerzas así no supiera de dónde porque echarse a morir no era su naturaleza. Por lo general se consideraba una persona fuerte, así como él.

"Él…"

Volver a pensar en Jareth durante unos cuantos segundos fue suficiente para que se le llenaran de nuevo los ojos de lágrimas.

-¡Oh no, otra vez!- Alice profirió al notarlo, por lo que se sentó en el borde de su propia cama justo delante de la de ella para ver si Sarah quería hablar –Sari, tú no estás triste por lo de Reagan ¿no es así?- acertó al fin - Es por un chico, ¿cierto?- siguió indagando mientras Sarah solo sollozaba cabizbaja con la mirada perdida en el vacío

-¡Después de todo sí te enamoraste de alguien durante las vacaciones!- exclamó con alegría la chica rubia, contenta de haber llegado al meollo del asunto -¡Y se llama Jareth!- profirió por último logrando capturar de pronto toda la atención de Sarah

-¡No me digas, es el rockero atractivo que tienes dibujado en las últimas hojas de tu cuaderno de borrador!- prosiguió Alice casi en un grito.

Sarah sorprendida de que supiera aquello, solo asintió algo avergonzada en medio de su sufrimiento, consciente de que debía empezar a ser más cuidadosa de no exponer sus temas personales al prestar sus cuadernos.

-¡Oh amiga es muy guapo!- añadió Alice emocionada. Sarah tuvo que reconocer en medio de su congoja y para su propia mortificación que era la pura verdad.

-Y debes quererlo mucho pues no dejabas de pronunciar su nombre con desesperación mientras dormías- Alice continuó -¡Ya sé, el desgraciado te engañó y te ha dado vergüenza contarme! ¿no es cierto?-

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