Amelia se encontraba en Office Depot, una tienda minorista de artículos de oficina; ella no buscaba papel o bolígrafos, de hecho, imprimía en plotter su poster de investigación.
"Los efectos del estrés durante la primera infancia en el desarrollo cerebral y el funcionamiento cognitivo" .
Las noches que pasó en vela realizando arduamente esta investigación parecían no ser la gran cosa viéndolas resumidas en solo un poster. Pero ese pedazo de papel significaba la gran oportunidad de su vida: Una pasantía doctoral en la Universidad de Pennsylvania.
—Puede pagar en caja.— Le dijo la empleada del área de impresiones a Amelia, quién apresurada corría a pagar su poster para poder dirigirse al auditorio de la universidad.
Las gotas de chispeo se posaban en las puertas de vidrio de la tienda. Amelia se detuvo por unos momentos y con su abrigo cubrió el poster, envolviéndolo cautelosamente para que este no se mojase al llegar al auto.
Los tacones de Amelia golpeaban los pequeños charcos que se hacían en el pavimento del estacionamiento, una vez que llegó al auto, buscó una, dos, tres y hasta cuatro veces sus llaves en sus bolsillos.
—No, no, no, no, no...— El golpe que la mano de Amelia dio en la ventana del coche se produjo al unísono de un trueno, al cual le siguieron cantaros de lluvia que empapaban las gafas de la joven quien veía las llaves de su coche dentro del mismo, olvidadas en la guantera.
Quebró a llorar cuando corría al techo cuya marquesina de neón se encendía, sus oportunidades se veían cada vez más rotas cada que buscaba un Uber y en la aplicación ninguno estaba en su ruta; levantó la mirada para averiguar si un taxi estuviese cerca pero echó un sollozo al ver la calle vacía.
—Disculpe señorita ¿Está bien? — Preguntó un joven el cual estaba recargado en una columna junto al basurero con cenicero, quien apagando su cigarrillo se acercaba a ella.
—No, dejé las llaves dentro de mi auto.— Susurró Amelia quien se llevaba las manos al rostro cubriéndolo para ocultar sus lagrimas.
—Puedo ayudarla a abrirlo si gusta.— Sugirió el joven quién se acercó un poco más a Amelia quién podía percibir el olor impregnado a tabaco en su chaqueta de piel.
—Te agradezco mucho pero necesito más bien un taxi, tengo que llegar a un lugar.— Expresó con un atisbo de decepción en su voz quebrantada.
El joven la miró con preocupación, observó la lluvia que en lugar de calmarse se violentaba, miró su reloj y después de unos segundos de meditarlo se volvió a ella.
—Puedo llevarte si gustas.— Expresó mientras ponía la mano en su hombro.
Naturalmente, Amelia se alejó de él. —Disculpe, pero no me subo a autos de extraños.—
—Muy sabio de tu parte, pero yo tengo una moto.— La sonrisa que se dibujaba en su rostro era cálida pero con un aire de malicia, más bien como una travesura. —Si no voy por el camino correcto, puedes saltar o ahorcarme.—
Amelia observó la hora en su teléfono, "09:29". La jornada de investigación se encontraba en su conferencia de inauguración, si todo salía bien, podría llegar a las 10 a la universidad para presentar su poster. ¿Podría confiar en un extraño con chaqueta de piel y motocicleta? ¿Qué es lo peor que podría pasar? "No llegar", pensó ella.
—De acuerdo, necesito llegar a la Universidad de Pennsylvania.— Aseguró su abrigo al rededor de su poster una vez más y lo siguió a su moto.
—Solo te informo, no soy de la ciudad. ¿Qué camino debo tomar?— Le preguntó mientras le daba el casco a Amelia.
—La universidad queda cruzando el Rio Schuylkill, pero no debes tomar el boulevard Roosevelt, es muy largo, es mejor si tomas el Delaware expressway.—
—Entiendo, seguiré el expressway y me indicas a dónde girar, sujétate.—
Amelia se aferró a él, poniendo el poster entre ambos, era lo más importante para ella en ese momento; si hubiese podido, le pondría el casco al poster.
En el camino a la universidad, Amelia tomó en cuenta lo que estaba haciendo: Subirse a la moto de un extraño, cuyo nombre no conoce, dejando su auto en un estacionamiento; todo por llegar. "Todo por llegar", era lo único que en ese día importaba.
—¡Oye bonita!— Gritó el motociclista para que ella lo escuchara. — ¡Ya que me tienes abrazado, quiero preguntar cómo te llamas! ¡Yo me llamo Alexander!—
—¡Amelia!— El hecho de mencionar el abrazo le parecía ridículo, pero necesitaba ser paciente con su chofer, por lo menos hasta llegar al campus.
—¡Amelia! ¡¿Esa es la universidad?!— Preguntó mientras se detenía en la caseta.
"09:57" Marcaba el reloj de Alexander, tenía que pasar con él para que pudiese llevarla en moto hasta el auditorio.
—¡Frank!— Llamó Amelia al guardia de la caseta. —Viene conmigo, vamos a la jornada de investigación.—
—¡Señorita Lancaster! Por supuesto, permítame abrirles.— El guardia levantó la barra y Alexander condujo a donde Amelia le indicaba.
Cuando Alexander estacionó la motocicleta, Amelia bajó tan rápido de ella corriendo a las puertas del auditorio.
—¡Señorita Lancaster!— Gritó Alexander con un tono burlón en su voz. —¿No me vas a invitar ni un café?—
—¡Te pago cuando termine! ¡Entra si gustas!— Las puertas del auditorio cerraron detrás de Amelia, aún llovía, el rostro de Alexander se empapaba cuando su boca dibujaba una sonrisa y soltaba una pequeña risa.
Él entró al auditorio, e inmediatamente se sintió fuera de lugar.
ESTÁS LEYENDO
El espectacular circo Ferretti
RomanceAmelia Lancaster es una joven y prometedora investigadora en el campo de la neuropsicología, la cual está a punto de obtener la pasantía de su vida en la Universidad de Pennsylvania si logra impresionar al consejo académico durante la jornada de inv...