Acto 5: La familia Lancaster

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—Te veo mañana.— Alexander separó sus labios de los de Amelia. Ella, ruborizada, titubeó un poco antes de asentir con la cabeza.

Había oscurecido, Amelia nunca había conducido su coche cerca del parque Hunting a pesar de que toda su vida la pasó en Philadelphia. No era la clase de lugar que suele frecuentar una chica de Chestnut Hill. 

En el camino, los pensamientos en su cabeza no dejaban de rondar. "¿Cómo tener una relación con alguien que se irá en un mes?", "¿A dónde irán?", "¿Cuándo volverán?".

El sonido de un mensaje llegando a su teléfono la distrajo de sus preguntas. Esperó a llegar al semáforo de Lincoln Drive para revisar el mensaje de audio.

"¿Aún no llegas a casa? Los Van Cortlandt nos han invitado a una cena en su hogar, Conrad también ingresó a la pasantía. Estoy segura que patrocinarán el programa; estaremos aquí, no tardes."

Su madre estaba en el mismo club que los Van Cortland, ciertamente no eran del mismo tipo de personas distinguidas, los Lancaster y los Fitzroy eran más bien académicos, "de toda la vida". Los Van Cortlandt eran solo ricos de abolengo. 

Amelia no pudo evitar pensar que ella olía a... circo. No era tan malo en realidad, "pero no es apropiado", fue su fugaz comentario el cual la hizo dirigirse a su casa para darse una ducha y vestir algo adecuado. 

No era tan tarde, podrían esperar un poco si de verdad requerían su presencia.

La mansión de los Van Cortland estaba rodeada por sus jardineras excelentemente podadas. La cantera se iluminaba con las luces del jardín y Amelia entró a la casa para encontrar la reunión con la junta académica, algunos otros pasantes del doctorado con sus familias, al decano de la universidad, y el grupo de las "Merionettes". En realidad eran "La sociedad de damas del crisantemo blanco", pero eran llamadas "Merionettes" de forma sarcástica porque sus reuniones suelen realizarse en el Club de Gold Merion. Evidentemente, Olive Lancaster estaba con ellas; no solo la familia Fitzroy (apellido de soltera de Olive) eran de alta cuna en la sociedad de Pennsylvania, sino que era uno de los orgullos del club: Académica y filántropa, un ejemplo para las mujeres.

—Te ves mucho mejor que en la mañana.— La saludó su madre, dándole un beso en la mejilla a lo lejos.

—Amelia, felicidades.— Recibió otro "beso" a la distancia de parte de Helen Van Cortlandt. —Estamos muy orgullosas de ti. Este año cumples 24 ¿no es así?—

—De hecho 23, en octubre.— Respondió Amelia con una sonrisa cálida. —Es que durante la universidad hice una carga de materias más extensa para terminar antes y poder empezar la maestría.—

—Sigue así querida.— Esta vez, Martha Dorrance le dio una palmada en el hombro. — Por el camino en el que vas, es posible que antes de que termine el año seas oficialmente invitada a la sociedad de damas.—

—¡¿Qué?! ¿De verdad?— Amelia se exaltó y casi se ahoga por oír tal noticia. Desde que era una niña siempre había querido pertenecer a la sociedad de damas. 

—Indudablemente Amelia.— Helen miró a todas las señoras con una sonrisa sutil. —No es común que una mujer entre a la sociedad sin estar casada o por lo menos comprometida, pero siempre las mujeres Fitzroy lo han logrado de esa manera.—

—Hija mía, vienes bajo el manto de siete generaciones de mujeres universitarias, y por casi un siglo completo, eres la primera mujer que sale de los Lancaster, después de una larga racha de varones. Eres el orgullo de ambas familias, y me enorgullecería que formes parte de La sociedad de damas del crisantemo blanco.— Ahí estaba, públicamente su madre la había invitado a la sociedad.

Evidentemente todo conllevaba un proceso, pero las miembros más importantes estaban allí, mirándola complacientes, llenas de orgullo. 

—Un brindis, por Amelia Lancaster, futuro miembro de esta sociedad.— Helen levantaba su copa seguida de todas aquellas quienes brindaban "por Amelia".

Durante la recepción, Amelia habló con los otros pasantes, todos equitativamente tan preparados como ella. Cordialmente cruzó algunas palabras con el decano y la junta académica; y claro, su atención se concentró en la sociedad de damas.

La familia Lancaster estaba de vuelta en casa; la casa sin duda no era tan grande como la de los Van Cortlandt, y solía estar sola al ser Amelia hija única del matrimonio. Los padres de Amelia solían sentarse en la sala de estar a tomar algo de té antes de dormir, leer y conversar un poco.

—Tu madre me contó lo de la sociedad de damas, felicidades. — Le dijo su padre mientras le daba un beso en la frente a Amelia y acto seguido tomaba asiento en su sofá.

—Debemos ir de compras para conseguir un vestido apropiado.— Sugirió su madre, quien agregaba endulzante al té. — Por cierto, ¿En dónde estabas hoy?

—Hoy pues... salí con unos amigos a almorzar y conversar un poco.— No era exactamente una mentira.

—Está bien, pero mañana debemos de trabajar en tu proyecto doctoral.— Desde luego que Olive sugirió eso, después de todo, ella es una distinguida psiquiatra. 

—Mamá, mañana no puedo, también voy a salir por la tarde, quizás todo el día.— Al decir esto, sus padres la miraron fijamente.

—¿Salir? Tú realmente no sueles salir socialmente. ¿A dónde irás?— Preguntó su madre, extrañada de la repentina vida social de Amelia.

"No les digas" pensó, casi gritó su mente. —Al circo.— No sabía mentir.

—¿Al circo? Ten cuidado, los cirqueros son rufianes y ladrones.— Destacó despectivamente su padre.

—Amelia, no pierdas el tiempo en esas tonterías.— Suplicó su madre. —Tú estás en otro nivel, si quieres entretenerte podemos ir a Nueva York, en la Ópera Metropolitana está en temporada "Tristán e Isolda", es una de tus óperas favoritas.—

—Olive, deja que se divierta, solo tiene un par de semanas de descanso antes de entrar a la pasantía.— Su padre se escuchaba más serio de lo normal. —Pero no llames la atención, y saliendo del circo regresa inmediatamente a casa.—

¿Rufianes y ladrones? ¿Qué pensarían los padres de Amelia si supieran que de hecho un artista del circo la había besado hace unas horas?

El espectacular circo FerrettiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora