Acto 4: Los voladores Cottrell

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Alexander se encontraba haciendo calistenia mientras esperaba que más personas llegaran para subir al trapecio.

—Amelia, te voy a presentar a mi familia.— Ella se puso de pie y espero a escuchar los nombres de todos. — James y  Robert son mis primos.— Dijo señalando a un par de gemelos. —Elijah es mi tío.— Esta vez señalaba a un hombre ligeramente mayor que el resto.—Y mi hermana, Sophie.—

Amelia  extendió la mano a cada uno pero los cuatro le dieron un beso en la mejilla, algo que no era usual para ella en absoluto.

‐—Oye Alex, ¿Cómo sabemos que tu novia no es una espía Wallace?— Mencionó con algo de desdén uno de los gemelos.

—Amelia es académica Robbie, no tiene tiempo para conflictos de circos. — Mencionó nuevamente con ese aire de superioridad en su voz. —¿Tú qué estudiaste? ¿Hasta noveno o décimo grado?—

—¡Bah! Ni si quiera recuerdo.— Sonrió nuevamente y los tres empezaron a darse golpes fraternales.

—Entonces...—Interrumpió Amelia.— ¿Ustedes también tienen el acto del... globo de la muerte?—

—No, esos son los...—

—¿Por qué no subimos?— Alexander interrumpió a James, dado empujones para subir al trapecio.

Sophie se acercó a él en la plataforma suspendida. —¿No conoce tu apellido?— Cuestionó, mientras empolvaba sus manos con magnesio.

—Es más fácil ligar así, ¿No lo crees?—

—Alex, ¿En serio ella te gusta?— Murmuró Sophie, pero fue interrumpida por la voz de su hermano la cual resonaba en toda la carpa.

—¡Y ahora para el deleite de la señorita Lancaster! ¡Presentamos a los voladores Cottrell!— Gritó Alexander, quien con ambas manos sujetaba la barra del trapecio y se lanzaba al aire al tiempo que su tío, desde la otra plataforma gritaba "¡Up!".

Después del tercer impulso, Alexander soltó la barra y dio en el aire tres giros para ser atrapado por uno de sus primos. Seguido a esto, era lanzado nuevamente al otro trapecio el cual su hermana había dado impulso ahora.

Amelia chocaba sus palmas en aplausos, nunca había visto algo similar, de verdad daba la ilusión de que entre barra y barra, la familia Cottrell volaba.

"Cottrell" pensó Amelia. "Alexander Cottrell". Era justo saber su nombre completo si él sabía el suyo.

Un resbalón de parte de Alexander la sacó de sus pensamientos, expulsó un grito de terror al ver que caía; Alexander se dejó caer de espaldas en la red de seguridad, rebotó, y giró en sí para alcanzar la orilla de la red, y poder bajar sosteniéndola con ambas manos. 

—¡Alexander!—Gritó Amelia corriendo hacia el trapecista. —Pensé que caerías fuera de la red.—

—No pasa nada Amelia, llevo años haciendo esto.— Posó ambas manos en los hombros de la chica que aún se veía pálida. —¿Te gustaría intentarlo?—

—¿Yo? ¿Estás loco, verdad?— Una risa nerviosa cubrió el ambiente. —Ni si quiera creo tener tanta fuera en los brazos como para que sostengan mi cuerpo de una barra.—

Una risa suave de Alexander abrió la puerta para un abrazo que él le obsequió. Inmediatamente se separó al reparar que estaba cubierto de sudor. 

Alexander volvió al trapecio, su familia y él parecían estar practicando un acto en el cual algunas veces Alexander caía, y otras uno de los gemelos caía. Su hermana, al contrario, se desplazaba con la gracia de un cisne. Las poses que realizaba en el trapecio parecían figuras que se rompían antes de saltar.

La mañana y la tarde se desvanecieron, comenzaba el anochecer. —Creo que debería irme.— Amelia sujetó su bolso, y enseñó las llaves a Alexander con una sonrisa apenada. 

—¿Vienes mañana?— Se incorporó cerca de ella, sujetando su cintura.

Amelia observó el brazo que la rodeaba. —Tu primo mencionó que soy tu novia... no lo corregiste. — Ella lo miró fijamente.

—Bueno, no eres mi novia aún.— La sonrisa nuevamente pícara marcaba los hoyuelos y su delineada mandíbula.

—¿Aún? ¿Cómo te sientes tan seguro que seré tu novia?— Preguntó mientras se soltaba del agarre de cintura.

—Te quedaste toda la tarde viéndome entrenar, ¿No te gusto ni un poco?— Ahora su cuerpo bloqueaba el paso de Amelia.

—Yo nunca había entrado a un circo; pero tú también esperaste en la universidad, y fue para almorzar.— La mención de aquello parecía un reclamo. 

—No quería almorzar, bueno, contigo sí. Oye, eres bonita, pero me impresionó lo inteligente que eres. ¿Es un crimen que me gustes por eso?—

—Es... raro que te guste tan rápido.— 

—¿Qué debo de esperar? Me gustas, es obvio que quiero ser algo más, no ahora pero sí me gustaría que fueses mi novia.— Los ojos de él tenían un nuevo brillo expectante. 

—No suelo hablar con personas tan directas como tú.— No lo creía, ¿Quién tendría tanto valor como para confesar tales sentimientos? ¿A caso no seguía las normas sociales?

—Pero estoy seguro que tienes a los hombres haciendo fila, que tonto, debí preguntar primero si estás soltera.— Se dio una pequeña palmada en la frente. 

—Ah entiendo...— Amelia le sacó la vuelta y caminó a la salida. —¿Te estás burlando de mi? —

—¡Espera!— Alexander corrió hacia ella y la sujetó del brazo. —Yo no me burlo de ti. —

—¿De verdad esperas que crea que quieres ser mi novio? Así, sin más, cuando nunca en mi vida he tenido novio.—

Alexander pensó en muchas cosas que podría decirle en ese momento; como lo poca cosa que se sintió al entrar al auditorio; lo perplejo que quedó al escucharla hablar de su investigación; la adulación con la que esas personas intelectuales le hablaban a ella y a su familia; lo intimidado que llegaba a sentirse cuando ella se inclinaba a observar lo que él hacía. O quizás solo decirle que cuando ella lloró en el estacionamiento de Office Depot le partió el corazón; que disfrutó tanto el llevarla en su motocicleta; que se detuvo a oler el casco que ahora estaba impregnado del shampoo con olor a fresas que ella usaba. Que parecía que habían pasado días, pero la conoció hoy en la mañana.

Quiso decirle tantas cosas, pero en lugar de todo, la besó. Lo que él no sabía, es que le había robado su primer beso. 



El espectacular circo FerrettiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora