Acto 6: Función inaugural

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Muy temprano por la mañana, Amelia recibió una llamada de Alexander.

—Buenos días señorita Lancaster.— Su saludo estaba lleno de emoción. —La función del día de hoy es inaugural, suele haber dos funciones por día pero hoy es únicamente una a las 7 p.m.—

—Buenos días señor Cottrell, lo veré a las 7 p.m.— Soltó una pequeña risa por la formalidad con la que le hablaba. —¿Cuánto cuesta la entrada?—

—Me ofende señorita Lancaster.— Dijo seriamente y con formalidad Alexander, siguiéndole el juego. —Marie estará en la taquilla, ella tiene tu boleto de entrada.—

Amelia no solía pensar demasiado en qué vestir, pero esta era una ocasión especial. Como todo en su vida, una pequeña planificación la ayudaría a ordenar lo que debía hacer. "Elegir ropa para salir y otro conjunto para ir al circo", "hacer una rutina de skin care", "¿Debería llevarle algo?". 

El sonido de notificación de mensaje la interrumpió en su lista mental. "Gusto en saludarte Amelia, los pasantes del doctorado vamos a cenar en Butcher&Singer, espero puedas unirte a nosotros." 

Conrad Van Cortlandt organizó una cena, en uno de los restaurantes más exclusivos de Philadelphia, ese que está en la calle Walnut. "Ya tendrás tiempo de tener vista de rascacielos con un montón de pasantes" se dijo a sí misma. 

El día pasó con algunas fotos y mensajes intercambiados entre Amelia y Alexander. Amelia ya se había colocado un suave maquillaje para ir al circo. Estacionó su auto asegurándose de bajar sus llaves, se dirigió a la taquilla y vislumbró a Marie quien le dedicó una sonrisa a pesar de estar algo detrás en la fila. 

—Me da gusto que hayas venido.—Le dijo Marie cuando por fin Amelia llegó a la ventanilla. —Espero que disfrutes del espectáculo.—

Amelia notó que su asiento era el de el centro en primera fila, en los palcos. Volteó a ver a las personas en la luneta y en las zonas preferentes. "Tengo suerte" pensó mientras esperaba a que la función iniciara. 

El carismático maestro de ceremonias presentó a "Los voladores Cottrell". Amelia pudo ver el acto de Alexander y su familia. Volaba, realmente lo hacía. No dejaba de mantener el rostro volteando arriba, no paraba de ver la gracia de Sophie ni el talento de Alexander. 

Alexander, al terminar el acto, la buscó con la mirada. Sonrió y le sonrió al público. El olor a golosinas de los asientos a los lados, las luces y los aplausos hacían de aquel un momento mágico. 

Las luces se apagaron, un payaso interactuaba con el público mientras en lo oscuro se instalaba una jaula. "Artemius" era el verdadero nombre del payaso que Amelia conocía, pero ahora ella veía a "Chuckles". 

Al terminar el acto, el maestro de ceremonias retomó el control de la pista. —Damas y caballeros, niños y niñas; ahora verán a la leyenda, al encantador de felinos. ¡Al domador de bestias! — "El padre de Alexander" pensó mientras se inclinaba hacia en frente para poner toda la atención posible. — ¡Giuseppe Ferretti!—

"¿Ferretti?" Necesitaba acomodar sus recuerdos; Alexander le dio a entender que el domador era su padre. "Quizás entendí mal" pensó; "puede ser solo el cuidador y Giuseppe Ferretti es el entrenador".

Pero las respuestas a sus interrogantes estaban frente a ella como si viese una bola de cristal al futuro. Un hombre alto, de buena figura, con cabello negro entre-cano, con un par de ojos azules y hoyuelos marcados en la mejillas daban fe de que ese era el padre de Alexander. Era una versión más vieja de Alexander. 

Amelia disipó un poco más sus dudas cuando el acto del globo de la muerte se presentó también con el apellido Ferretti. Quería sentirse engañada pero no podía. Ella asumió el apellido pero él nunca lo desmintió. "Como no desmintió lo de ser su novia".

Al finalizar la función, Marie le indicó que esperara en el palco mientras los otros espectadores salían de la carpa. 

—¡Lindura! Me alegra haberte visto. ¿Disfrutaste la función?— Alexander le dio un fuerte abrazo nuevamente adornado de sudor.

—Me ha encantado.— Contestó sin separarse de él. — Pero quiero que me saques de una duda.—

—Ah... sé lo que me vas a preguntar.— Alexander se sentó en uno de los asientos del palco e invitó a Amelia a hacer lo mismo. 

—¿Eres Ferretti o Cottrell? — Amelia pensó que sí Alexander iba a ser tan directo con ella, ella podría hacer lo mismo.

—Soy ambos. Como tú.— 

—¿Cómo yo?— Preguntó Amelia con un indicio de ofensa.

—Escuché a una mujer mencionar la "casta" Lancaster y Fitz... —

—Fitzroy.— Concluyó Amelia. —Sí, la familia Fitzroy es mi familia materna.—

—Y los Cottrell son mi familia materna.— Nuevamente los hoyuelos se marcaban en el rostro de Alexander.

—Entonces tu padre es... ¿Familiar del dueño del circo?— Preguntó Amelia.

—Mi padre es el dueño del circo.— Alexander se encogió de hombros y apretó sus labios.

—¿Y por qué no me lo dijiste?— 

—Bueno, las chicas suelen estar interesadas en la cuestión monetaria en lugar de estar interesadas en mi.— Alexander encendió un cigarrillo mientras se recargaba en el asiento. —Solo quería gustarte sin que mis padre influyera en eso.—

—No creo que hubiese hecho diferencia.— Media sonrisa de Amelia sacó una vaga carcajada de Alexander.

—Bueno, es evidente que una chica como tú tiene un mundo más allá que los circos americanos.— Nuevamente sus labios apretados mostraban su preocupación.

—En mi defensa, es mi primera función de circo.— Amelia se recargó en el hombro de Alexander. 

—Mediocre evento, Ferretti.— Mencionó una voz masculina detrás de ellos. 

Amelia y Alexander giraron para encontrar a cinco hombres cuya edad oscilaba entre la edad de Alexander y la edad de sus primos, un tanto más jóvenes. 

—Noah Wallace ¿Qué te trae por aquí? No tengo trabajo que darte pero te puedo pagar por barrer la pista si quieres.— El tono de la voz de Alexander cambió abruptamente al contestarle. Amelia lo veía fijamente y encontró a una persona a la defensiva. 

—No, de hecho, acabamos de instalar nuestra carpa.— Los cinco chicos rieron por lo bajo mientras se veían mutuamente. —Y tú, si quieres ver un show de calidad, te esperamos en el circo Wallace.—

Los chicos dejaron la carpa, dejando un sabor amargo en Alexander. El cual, furioso, se puso en pie para ser detenido por la mano de Amelia sosteniendo su brazo.

—Lamento que me veas así.— Se justificó Alexander.

"Regresa a casa inmediatamente" Recordó Amelia. Pero ella sentía la necesidad de hacer algo más, no podía dejarlo solo después de lo que había pasado a pesar de no entender del todo el contexto. 

Nuevamente, el sonido del teléfono la interrumpió. Esta vez era una llamada de su padre.

—¿Papá?— Preguntó Amelia, quien miraba fijamente a Alexander. 

—Amelia, ¿ya vas a casa?— "Vas", entonces no están en casa.

—Sí, voy en camino. — La mentira hizo que Alexander desviara los ojos.

—Bien, nosotros vinimos a Baltimore; te enviamos un mensaje pero supusimos que no lo viste. Volvemos mañana un poco después del medio día. De igual manera, hay comida en casa. —

Amelia recordó lo que pensó por la tarde: "Ya tendrás tiempo de tener vista de rascacielos con un montón de pasantes." Podía dejar a Alexander, ir a casa, cenar y desayunar sola, como una de muchas veces. Podría conversar un poco más con él o...

—Alexander ¿Quieres ir a mi casa? Mis padres no están.—

—Vamos.—

El espectacular circo FerrettiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora