Es entristecedor ver como los pensamientos se pueden transformar en palabras; cómo estos, a su vez, pueden reflejar sentimientos acallados y cómo los sentimientos revelados se los puede llevar el olvido y el rechazo, tan rápido como se lleva el viento a la hojarasca en una tarde cualquiera de otoño. Me conmueven y, siento real admiración por todos aquellos románticos empedernidos que empezaron sin saberlo y que aún sin buscarlo, han encontrado a su alma gemela. Por todas aquellas parejas ideales que, pese a los problemas y los años a cuestas, siguen juntas. Todas ellas empezaron de la misma manera. Tal vez no lo supieran en el mismo momento en el que sus vidas se cruzaron . Pero, ahora lo saben. Saben que el uno no podría vivir sin el otro.
No siempre hay finales felices. Hay veces que quizá no hay ni comienzo. Alejados de amores platónicos estamos todos aquellos que a pesar de habernos esmerado hasta la asfixia, no hemos conseguido las migas de cupido. Que, aunque morimos por sus huesos, no alcanzamos la mínima señal de amor mutuo. Quizás sea porque no estamos hechos el uno por el otro, podréis pensar. Pero, en realidad, estamos hechos en perfecta sintonía. Pero, aunque sabemos que estamos hechos el uno para el otro. Dios, cupido, el destino, o quién esté ahí arriba; parece disfrutar a costa de nuestra tristeza. Más pura tristeza que la del desamor no existe y, sea quién sea el que esté allí arriba, lo sabe. Por eso, se alimenta de nuestras lágrimas, se baña con el sudor de nuestra nerviosa frente y, se limpia con las rojas rosas que damos de presentes. Pero, aquí seguimos, arrodillados intentando recoger las migas con perseverancia. Aunque quizás nunca las recojamos, lo intentaremos hasta el final y no desistiremos en nuestro intento porque en la perseverancia está la clave del éxito. En no desistir, en no rendirse a la primera. Y sé que, con confianza y con valentía, nos presentaremos ante nuestra amada (o nuestro amado), la miraremos a los ojos y le diremos que ahí estamos. Que hemos estado ahí desde el principio. Que, aunque no lo sepan las queremos y que, por muchas fuerzas en nuestra contra, nuestro amor por ellas es todavía mayor y que si luchamos contra esas, aparentemente, invencibles fuerzas, venceremos, porque nuestro sino es junto a ellas y, seguiremos el camino limado poco a poco a base de sudor y de confianza para conseguirlo.Por los que luchamos en solitario.