IV

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Y ahí estaba nuevamente, siendo todo un patético y estúpido, un cobarde por no confesar sus sentimientos.
Se lo merecía de cierta forma, el mismo se lo buscaba.

Sostenía junto con sus amigos unos carteles que formaban la palabra “¿Quieres casarte conmigo?”, mientras aquel rubio bien vestido esperaba a que su novia viera la romántica propuesta de matrimonio.
Estaba nervioso, ya que Pudding todavía no aparecía. Pero sabía que nunca iba a fallarle.

El peliverde en su interior deseaba que lo dejara plantado; no por hacer sentir mal al rubio, sino para tener una oportunidad.

Vaya mala suerte tenía, ya que todos pudieron divisar de lejos a esa linda castaña; con su cabello recogido y un vestido blanco con estampado de flores de colores. Llevaba unos zapatos de tacón blancos y un bolso con el mismo estampado que el vestido.
Se veía muy dulce y tierna, Sanji la miraba con ojos de tonto enamorado.

Así justo como él lo era por ese rubio.

Tal vez era masoquista y le gustaba torturarse a sí mismo con esos sentimientos tan insoportables en su pecho; o solamente lo hacía para mantener a ese rubio que tanto amaba a su alrededor.
Pero no entendía porqué seguía haciendo éstas cosas por el, lastimandose sólo y únicamente a sí mismo.

P-Pudding-chan... Nos conocemos hace casi 6 años y hace casi 1 que te pedí que salieras conmigo. Me hiciste el hombre más feliz del mundo al aceptar mi propuesta, pero hoy vengo con otra mejor. Me gustaría dar el siguiente paso y vivir una vida junto a ti...

Se inclinó para posar una de sus rodillas en el suelo, mientras la otra la mantenía flexionada. Sacó de su bolsillo una caja de felpa azul, para luego abrirla y enseñarle ese bonito anillo dorado con una piedra en el.

— Me darías el honor y me volverías a hacer el hombre más feliz del mundo, casándote conmigo?

— S-Sanji-san... Claro que si!

La castaña cubrió sus boca con sus manos, con sus mejillas sonrojadas y sus ojos llenos de lágrimas. Estaba tan feliz de que por fin Sanji le haya propuesto matrimonio.
Rápidamente fue a abrazarlo y a darle un gran beso en sus labios. Luego aquel rubio le puso el anillo en su mano izquierda, en el dedo anular.

Todos aplaudieron con una sonrisa en sus labios, totalmente felices de ver esa adorable pareja tomar la decisión de dar un paso más.
Aquel peliverde imitaba al resto, aplaudiendo y sonriendo con falsedad mientras sentía como su corazón se estrujaba con fuerza.

¿Qué estaba haciendo ahí?

Era la única pregunta sin respuesta concreta que rondaba en su cabeza.
Quería salir corriendo y gritar con todas sus fuerzas hasta hacer sangrar su garganta; quería golpearse a si mismo por ser tan estúpido y caer en su propio miseria todo el tiempo.

Una vez que todo acabó, cada uno se fue a su casa.
El peliverde acabó en la suya con cuatro o tal vez cinco botellas de sake a su alrededor vacías.
Por más que terminara borracho, no podía quitar ese doloroso sentimiento de su pecho.

La casa estaba sola, el rubio hoy iba a pasar a recoger todas sus cosas para ya mudarse con su prometida.
No iba a detenerlo, no tenía ni el valor ni las fuerzas.

Seguía siendo un completo tonto, un tonto que solo estaba enamorado.

(...)

Ya estaban todas las cajas llenas de cosas en aquel camión. Estaba listo para partir.
Sanji se acercó junto con su prometida hacía su amigo peliverde, quien los observaba apoyado en la puerta de la casa con sus brazos cruzados.
En la casa que por un tiempo fue de ambos.

— Nos vemos, Zoro. Gracias por todo hasta ahora. Cuídate amigo.

— Que les vaya bien.

Se despidió de la pareja con su mano moviéndose sin emoción alguna, estaba vacío; ya no estaría ese rubio que tanto amaba con el.

Observaba como ese camión se alejaba lentamente, hasta desaparecer de su vista.
Tenía la fantasía de que aquel rubio volviera corriendo arrepentido, pidiendo que lo perdonara por abandonarlo.
Pero eso nunca iba a suceder.
Él era feliz con su nueva vida, mientras que el luchaba para seguir adelante con la suya.

Ahora sus momentos juntos quedarían en el olvido para el rubio, pero el peliverde los llevaría siempre en su memoria.

¿Cómo podría olvidarlos?

Cuando se besaban, cuando pasaban tiempo juntos y reían con sus tonterías.
Cuando acariciaba su mejilla con cariño, intentando hacerle entender sus sentimientos a Sanji, a pesar de que este nunca lo hizo; todos sus intentos de declararse indirectamente fueron en vano.
Cuando tenían sexo y se disfrutaban mutuamente sin arrepentimiento alguno.

Nunca olvidaría todo eso, todo lo que su amor imposible le hacía sentir.
Aunque ahora ya no importaba, ya no.
Solo era un amigo más del montón; uno que alguna vez tuvo el privilegio de ser algo más, pero nunca pasó de ser una amante.

Nunca pasó de ser solo un juguete sexual para su pasatiempo.

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Muy buenas mis amigos.
Cómo van?
Cómo les trata la vida?

Aquí les traigo un capítulo más de la pobre vida de Zoro.

Les advierto que el próximo capítulo es el final.
Lo sé, es repentino. Pero es una historia corta.
Además va a ser un capítulo bastante largo.

Espero que les haya gustado!
Dejen su estrellita y comenten que les pareció.
Amo leer comentarios, me motivan a seguir escribiendo.

Nos vemos en el capítulo final.
Gracias por leer!

Nos vemos.
Adiós!

Un tonto enamorado | ZosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora