Capítulo 15

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El día siguiente me levanté como de costumbre: desayuné huevos revueltos con jugo de lechosa y salí rumbo al parque, pero antes de encontrarme con ella, descubrí el curioso libro que antes estaba en la mesita de noche, ahora tirado en el suelo de la cocina con muestras de suciedad en la portada.

Me acerqué a echarle un vistazo y lo tomé de ambas manos.

—La cuarta interpretación... Suena interesante, pero tengo que ir a verme con ella. Ojalá todo salga bien.

Guardé el libro en un estante oculto de la cocina y seguí el camino hacia el parque. Sin embargo, no sé por qué me había empezado a temblar el alma cuando lo dejé ahí, quizá era un toque de alerta, pero la verdad lo más probable es que fueran los nervios de volver a encontrarme con Patricia.

Quise llegar diez minutos más tarde para probarla y ver si el compromiso que tenía de verme era real, y mis sospechas fueron mejor de lo que esperaba. Patricia se encontraba como si nada en el sitio.

Se hallaba en los sentaderos del parque con una serenidad impecable, se veía agraciada y hermosa. Si existía algo que Patricia nunca había perdido, era su belleza ante mis ojos. Lo que siempre me gustaba de ella era su cabello largo, esponjoso, que cuando el viento la adornaba, se hacía ver radiante. Así se veía en el parque, como si volviera a conocerla de nuevo... Pero no podía ser un displicente con el corazón abierto, tenía que llevarlo con cautela porque no quería sufrir de nuevo.

Ella me vio llegar sonriente. Se elevó apenas me capturó de vista.

—¡Esteban! —Me dio un fuerte abrazo. Yo la tomé de la espalda con una de mis manos.

—Paty, tiempo sin verte, qué bueno que estés bien.

—Sí, yo también espero lo mismo de ti...

Nos sentamos en el mismo lugar y comenzamos a hablar como si fuéramos los novios de siempre. La mayoría eran graciosas anécdotas y cosas que nos habían pasado en los momentos que no estuvimos. Patricia, al final se portaba muy agradable y escuchaba atenta cada una de mis palabras. Dentro de nuestra conversa, en un momento quiso recostarse en mi hombro, pero estaba tan concentrado que no le di tiempo para hacerlo. Era mejor evitar.

Luego, fue cuestión de tiempo para que llegáramos al tema de importancia.

—¡Oye! ¡Eso fue demasiado tonto! Lo recuerdas tan fácil... —dijo con risas. Yo también la acompañaba con una risa depurada.

—Ni te creas, siempre me ha costado estar bajo el agua, pero no de esa manera. Soy muy bueno flotando.

—Sí...—dijo entrando en una fase pensativa—. Por cierto, Esteban, creo que he sido grosera contigo, porque no te he dicho lo que sucedió.

—¿Sobre?

—Lo que viste ese día.

—Cierto... —pronuncié tímido. Patricia siguió hablando sin problemas.

—Ese chico con el que me viste... realmente era mi mejor amigo.

Escuché incrédulo el comienzo de su historia, pues parecía que diría una chorrada; sin embargo, seguí con interés y al filo de detalles, el inicio de su aparatosa versión.

—Es un chico de muchos problemas emocionales, y si no te había presentado con él, es porque es asocial. No habla con nadie, solo conmigo.

—¿Por qué nunca me hablaste de él en dos años?

—Apenas había venido a verme, vivía en Japón. Regresó porque no encontró a nadie que le hiciera feliz.

—¿Y tú lo hiciste? —le dije enarcando una de mis cejas. Ella notó la diferencia en mi gesto.

La teoría del sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora